En el despacho Hiro adelantaba todo el trabajo atrasado de su hermano Kogan. Después de 2 siglos y medio creyendo que su pareja se encontraba muerta, su hermano mayor había encontrado a su pareja y estaba seguro de que Kogan estaría distraído de sus labores por algunos años o tal vez décadas.Él fue el primero en hallar a su compañera y sabía del gran poder que ellas tienen sobre ellos. Son las únicas que pueden apaciguar a sus lobos y, en los primeros años juntos, los machos solo piensan en aparearse. Hiro y su pareja, Elena, llevan 850 años juntos. En este tiempo, él puede mantenerse alejado de su compañera, por corto tiempo, pero como todo macho prefiere tenerla cerca.— ¿Hiciste lo que pedí? — una delicada voz le habló a Hiro y él enseguida miró a Elena entrar al despacho.— Ya lo hice. Mañana a primera hora todos iniciarán con los preparativos — respondió él, terminando de redactar algunos documentos. Elena se acercó a su pareja para sentir la conexión de su vínculo. En ese moment
CristalNo sabía cuántas horas habían transcurrido, pero de algo estaba segura: no iba a poder caminar por la mañana. Este licántropo no tenía límites y, cada vez que pensaba que habíamos terminado, cambiaba nuestra postura e iniciaba nuevamente con sus fuertes embestidas.Miraba en confusión cómo sus globos oculares blancos cambiaban a negros e inmediatamente sabía que era Rax, el lobo de Kogan. No entendía cómo era posible que dos almas pudieran vivir en un mismo cuerpo. Tampoco comprendía cómo ambos podían tener personalidades tan diferentes.Lo percibía por su forma de acariciarme, mirarme, besarme, por sus movimientos, sus gestos, sus caricias y su forma de penetrarme. Uno era dulce, mientras que el otro era salvaje. Mi cuerpo se sentía extraño cada vez que cambiaban. Sentía que estaba con dos personas diferentes y ninguno quería ceder al placer de esa noche.Sin embargo, de algo estaba completamente segura: jamás en mi vida había sentido tanto placer como en esa noche.— Uumm… —
Rax abrió la llave de la ducha, dejando que el agua fría cayera sobre su cabeza. Esto lo había hecho para calmar la excitación que todavía invadía todo su cuerpo. Hace unos minutos, con la poca fuerza de voluntad que le quedaba, se había separado de ella.— ¡Ay...! — escuchó una ligera queja de dolor proveniente de Cristal. Al separar la unión de sus cuerpos, todavía entre sus piernas, contempló por primera vez, con la luz intensa de la mañana, el hermoso cuerpo de su luna con las marcadas por sus labios y dientes.Cristal observaba a Rax mirándola. Era inevitable para ella dirigir su mirada curiosa entre sus piernas, y al ver el miembro de su pareja tan cerca de su zona íntima, su rostro se ruborizó de vergüenza por lo que habían hecho.El lobo sonrió ligeramente al notar el sonrojo en el rostro de Cristal. Su mirada estaba fija en su vagina, deseando continuar, pero al notar el ligero temblor en las piernas de Cristal, supo que debía detenerse. Recordando que ella es humana.Para Rax
El gran alfa caminaba con prisa hacia su despacho, conteniendo la respiración mientras intentaba controlar sus instintos. Deseaba volver con su amada luna, pero sabía que debía dejarla descansar y ponerse al día con los pendientes de su manada.Rax luchaba contra los fuertes impulsos que lo hacían querer regresar. Desde que había sentido el placer adictivo que su pareja le provocaba, no quería apartarse de su lado. Mientras caminaba, recordaba cómo se había controlado para no balancearse hacia ella cuando la estaba lamiendo.Era normal en los licántropos lamer las heridas de sus compañeros, especialmente después de aparearse. Rax recordaba cómo había deslizado su lengua por toda su piel, complacido por su sabor y su exquisito olor. Cristal, avergonzada por lo que Rax le hacía, mantenía las manos en su rostro mientras él continuaba lamiendo cada centímetro de su intimidad, tomándose su tiempo para apaciguar el dolor que le había provocado después de que ella cumpliera con su función com
Constantes susurros resonaban en la penumbra, arrastrándola desde las profundidades de su sueño. Cristal lentamente abrió los ojos al escuchar su nombre flotar en el aire repetidas veces, mientras unas manos firmes le tocaban el hombro.— E… Elena… — murmuró soñolienta.— Al fin, me ha tomado un tiempo lograr que despertaras — mencionó ella, observando como Cristal apoyaba las manos sobre la cama y se levantaba perezosamente. — Sé que no deseas levantarte, pero debemos comenzar a prepararte para el pacto y el recorrido de la luna — informó Elena.— ¿Pacto? ¿Y qué es eso del recorrido… de la luna? — preguntó Cristal, bostezando y frotándose los ojos.— Es cuando toda la manada acepta y jura lealtad a su luna — explicó Elena.Cristal, por falta de conocimiento, no comprendía por qué debían hacer ese pacto y ese recorrido de la luna, ya que no se creía alguien tan importante.— Tu presentación ya está retrasada; debes visitar cada parte del territorio donde se encuentran los miembros de l
En un gran salón, Hiro y Kogan aguardaban la llegada de las lunas. Roland, con sus ojos en blanco, supervisaba que todo estuviera listo. Kogan, por su parte, había pasado toda la mañana intranquilo, luchando contra sus deseos de ir a ver a su luna.Hiro observaba a su hermano mayor, notando su inquietud y comprendiendo el motivo. No era normal que un licántropo recién unido a su compañera estuviera alejado de ella. Sin embargo, entendía que Kogan temía que, al estar con Cristal, podría lastimarla, siendo ella humana.Hiro esbozó una sonrisa siniestra, a punto de soltar un comentario para molestar a su hermano mayor. Sin embargo, se detuvo cuando sintió a su pareja comunicarse a través del enlace, informando que Cristal ya estaba lista. — Ya vienen — informó Hiro, su tono cargado de anticipación. — ¿Está todo listo? — preguntó a Roland.— Todo en orden, solo falta nuestra luna — respondió el primer beta, mientras se dirigía al lugar donde se encontraba Kogan, aguardando la llegada de s
El pacto de la manada hacia su luna es uno de los acontecimientos más importantes, ya que fortalece el vínculo entre todos sus miembros. Después de convencer nuevamente a la luna del alfa de que no debía cubrir las marcas que su pareja había dejado en su piel, todos subieron a los autos que esperaban fuera de la mansión y partieron.El aire estaba cargado de anticipación, denso, con el peso de las antiguas tradiciones licantropas que resonaban en lo profundo del alma de cada miembro de la manada.La calle pavimentada estaba cubierta por las sombras de los árboles del espeso bosque. Cristal, mirando por la ventana, no entendía cómo había recorrido el lugar durante días sin notar este misterioso camino. El paisaje se volvía cada vez más oscuro y denso, como si el bosque en sí estuviera escondiendo secretos que ahora se estaban revelando. La ruta los condujo a una enorme cueva, oculta bajo un gran risco.— ¿Qué hacemos aquí? — preguntó Cristal, intrigada.— Es la madriguera, mi luna — res
— No creo que la luna comprenda lo que sus acciones significan — mencionó Roland, observando a Cristal volverse loca de emoción. — Al final del día, tendrás a todas las crías durmiendo en tu cama — añadió.— Ella no sabe lo que eso significa — respondió Kogan con una ligera sonrisa, viendo la alegría de su pareja.— ¡Debes decírselo! Mira a nuestras lobas, ¡Parece que les va a dar un infarto! — exclamó Roland. Kogan y su luna habían llegado al jardín hacía apenas unos minutos, donde estaban los cachorros de la manada.Cristal se emocionó al ver a todos los pequeños moviendo sus cuerpos, casi como si estuvieran agitando sus colas. Se acercó a ellos, cargando a uno entre sus brazos, y automáticamente todos los cachorros comenzaron a correr de un lado a otro, queriendo ser mimados por su luna, quien les daba pequeños besos en sus mejillas.— ¡Por favor dile que si los besa está indicando que quiere quedarse con ellos! — insistió Roland.— Déjala, me gusta verla sonreír — comentó Kogan, y