CAPÍTULO 36
Cristal

No sabía cuántas horas habían transcurrido, pero de algo estaba segura: no iba a poder caminar por la mañana. Este licántropo no tenía límites y, cada vez que pensaba que habíamos terminado, cambiaba nuestra postura e iniciaba nuevamente con sus fuertes embestidas.

Miraba en confusión cómo sus globos oculares blancos cambiaban a negros e inmediatamente sabía que era Rax, el lobo de Kogan. No entendía cómo era posible que dos almas pudieran vivir en un mismo cuerpo. Tampoco comprendía cómo ambos podían tener personalidades tan diferentes.

Lo percibía por su forma de acariciarme, mirarme, besarme, por sus movimientos, sus gestos, sus caricias y su forma de penetrarme. Uno era dulce, mientras que el otro era salvaje. Mi cuerpo se sentía extraño cada vez que cambiaban. Sentía que estaba con dos personas diferentes y ninguno quería ceder al placer de esa noche.

Sin embargo, de algo estaba completamente segura: jamás en mi vida había sentido tanto placer como en esa noche.

— Uumm… —
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