"Yo se que fue por mi que acabo esta historia y queda en manos de mi memoria que por las noches te pueda ver..." Oshin Itreque El aullido de los demonios resonaba a lo lejos, pero me sentía atrapado en mi propia desesperación. No podía dejar que Roderick viera más de esto, no podía permitir que él sufriera más. Mientras corría, esquivando los combates cercanos, el peso de su pequeño cuerpo aferrado a mi pelaje era lo único que me mantenía firme. Su pequeño cuerpo temblaba con cada sollozo, y mi corazón se encogía, deseando con todas mis fuerzas que esto no fuera real. Quería gritar, reclamar, pero no podía. No podía hacer nada más que seguir adelante, hacia la batalla, hacia el caos que parecía no tener fin. El suelo bajo mis patas vibraba con la fuerza de los ataques, pero el verdadero golpe llegó cuando uno de los demonios me arrojó al suelo, con una fuerza brutal que me dejó sin aliento. Cada giro que di, cada vuelta en el aire, sentí cómo la tierra se estrellaba contra mi cuerpo
Los demonios saltaron a nosotros, y en ese instante, lo único que se me ocurrió fue cubrir a Roderick con toda mi anatomía, pero él, como siempre, tenía otras ideas. —Fumiko, ¡aaaaah! —gritó mi hijo en medio del llanto, pidiendo ayuda a mi niña, supongo, como en aquella vez. Estaba esperando el ataque de los demonios, pero este jamás llegó. Abrí los ojos lentamente y observé a mi alrededor. Los demonios levitaban en el aire, desmembrados en el acto, parte por parte, cayendo como si no pudieran evitarlo. Roderick intentó salir de su escondite, pero no lo dejé. Le gruñí para que se quedara en su lugar. Moví mi cola sin poder evitarlo al sentir su aroma llenar mis cosas nasales, al verla a lo lejos. Sus manos estaban elevadas hacia nuestra dirección, de donde pequeños rayos de luz salían de su cuerpo y volvían a entrar en él. Sus ojos brillaban con fuerza, y su cabello de colores se movía violentamente con el viento. Ella gritó algo, y de la nada, el lobo gris de la otra vez apareció,
"Entre un te quiero y un nunca más, entre la espada y la pared cuando no estás..."Fumiko Ibars Desperté por los rayos del sol acariciando mi rostro. Ese calor familiar me hizo abrir los ojos lentamente, pero lo que realmente me despertó fue una sensación extraña de que alguien me movía. Parpadeé varias veces, tratando de aclarar mi mente somnolienta, y vi a Roderick y a Oshin junto a mí. Sonreí un poco, como siempre hacía cuando los veía, pero era una sonrisa pequeña, cansada, como si mi cuerpo no tuviera la energía para más. Sin embargo, la cálidez que irradiaban me hizo sentir una pequeña chispa de calma en medio de todo. Dejé que Roderick se apartara de mí, tiré a un lado un paño que había puesto sobre mi cuello la noche anterior y me levanté de la cama. Mi cuerpo aún estaba agotado, pero mi mente necesitaba moverse, sacudirse de la pesadez que la envolvía. Connor era quien me estaba moviendo, lo miré con cierto desconcierto. Me sentí algo confundida por la brisa fría que se hab
—Alterar una línea de tiempo y evitar tu existencia no solucionará nada —dijo, casi gruñendo—. Quedarte encerrada en una cabaña el resto de la eternidad tampoco arreglará nada. —Para mí, arreglaría todo —dije tirando la toalla de mi cabeza a la cama, con una firmeza que me sorprendió. Miré sus ojos, sin apartar la vista. Él cerró los ojos por un momento, como si procesara mis palabras. Pero cuando los abrió, había un atisbo de desesperación en ellos. —Tu sufrimiento en todos estos años no se eliminará, solo el de ellos —se quejó casi gritando. Bajé la mirada, sintiendo la creciente presión en mi pecho. No quería gritar, no quería pelear más, pero sentía que cada palabra que salía de mi boca era un paso más hacia la libertad que había decidido buscar. —Baja la voz —me quejé, mis palabras saliendo rasposas. —No me harás cambiar de decisión. Garret suspiró, su rostro sombrío. La ira en sus ojos desapareció y fue reemplazada por una profunda tristeza. —Sufrirás más, mujer —se quejó,
"Pero me llego el momento y quise ser mas fuerte, Ahora estoy tan convencida que no debo verte..."Oshin Itreque Desperté por el peso de Roderick encima de mí. Su cuerpo estaba pegado al mío como un cachorro dormido, atrapado en una postura incómoda pero completamente adorable. Su expresión era tan tranquila, tan pacífica, que me hizo sonreír con suavidad. A veces, me olvidaba de lo joven que era, de lo vulnerable que podía llegar a ser, sobre todo cuando estaba tan relajado. Sus ojos cerrados y su respiración profunda me daban la sensación de que estábamos en un pequeño refugio de calma, completamente aislados del mundo exterior. No pude evitar reírme por lo gracioso que se veía, con sus brazos extendidos y la cara aplastada contra la almohada, como un niño pequeño. Lo saqué de encima de mí con cuidado, intentando no despertarlo. Él se quejó ligeramente, pero no se movió, lo que me dio una sensación de alivio. No quería que se despertara de golpe y comenzara a preguntar cosas inne
Salí del baño después de unos minutos, y allí estaba Fumiko, sentada en la cama, conversando con Roderick. El vapor de la ducha aún llenaba la habitación, pero no me importó, ya que el calor en el aire parecía haberse vuelto algo confortable para mí. Sentí que una pequeña paz me rodeaba al verla a ella allí, con una sonrisa tranquila, pero también un leve nerviosismo en sus ojos. Algo en su mirada me decía que no todo estaba bien, pero decidí no preguntar. El simple hecho de que estuviera aquí, a mi lado, era suficiente por el momento. Me metí al closet para vestirme, buscando algo cómodo y sencillo. Un pantalón azul de mezclilla, una camisa blanca, y unos tenis negros Nike fueron lo que elegí. Quería sentirme ligero, sin preocupaciones. Mientras me vestía, notaba cómo mi mente divagaba de nuevo hacia todo lo que había pasado, las tensiones y las preocupaciones de los días anteriores. A veces parecía que nada de lo que había vivido había quedado atrás, pero la presencia de Fumiko era
"Hasta la mujer mas enamorada se puede ir de tu vida si no la sabes valorar" Fumiko Ibars Después de desayunar, todos continuamos conversando por un rato, disfrutando de la tranquilidad que ofrecía el momento. Mi padre y mi hermano no paraban de preguntarme qué había estado haciendo durante todo este tiempo. Decidí mentirles, como siempre lo hacía en situaciones como esa. Les dije que había salido a pasear por el bosque, que un vampiro me había raptado, pero que tras un tiempo logré escapar. Y, al no encontrar una forma de regresar, había estado vagando hasta ahora. Ai, Riu, Estrella y el viejo Mael me miraban como si pensaran: "Qué buena mentirosa, hasta yo me la creí." Cuando terminé de contar mi historia, ellos comenzaron a cuestionarme si el vampiro me había hecho algo. Tragué saliva con algo de incomodidad, y mientras respondía, mi mirada se desvió, buscando cualquier excusa que me ayudara a salir del momento. Sin embargo, fue la risa de Oshin la que hizo que todos recordaran
—Feliz dieciséis años de conocernos, pequeña —murmuró Oshin, mientras sus ojos se posaban sobre las rosas en sus manos. Se acercó lentamente hacia mí, su presencia calmante en medio del caos que comenzaba a formarse alrededor. Sonreí, sintiendo el calor de su mirada y la suavidad de sus palabras. Hoy, 13 de junio, se cumplían dieciséis años exactos desde que conocí a Oshin en aquel orfanato. Recordaba cada detalle: la tristeza en sus ojos, su timidez, su forma de mirarme como si temiera que alguien pudiera arrebatarme de su vida. En esos años, el mundo cambió tanto, pero lo que nunca cambió fue la manera en que lo veía, esa figura que se mantenía firme, aún en sus momentos más débiles. Mi corazón dio un vuelco al verlo así, tan tierno y vulnerable, a sus casi treinta y un años. Aunque el tiempo había pasado y las cicatrices del pasado ya no eran tan evidentes, aún podía verlo como ese niño asustadizo que no sabía cómo enfrentar al mundo más que con rabia. La misma ternura que siempre