" El sol brillaba alto en el cielo, dispersando sus rayos a través de la espesa copa de los árboles que se alzaban alrededor mío. Estaba tendida en la suave tierra del bosque, la hierba fresca acariciando mi piel mientras mis ojos recorrían el vasto azul del cielo. La luz del día se filtraba de manera perezosa a través de las hojas verdes, evitando tocar mi rostro, como si el bosque mismo quisiera protegerme. Las sombras de los árboles jugaban a crear patrones de movimiento sobre la tierra, mientras una suave brisa hacía susurros en las ramas, trayendo consigo un aroma fresco y terroso. "Es perfecto para un día de campo", pensé, sintiendo la tranquilidad que solo el bosque puede ofrecer. Me senté lentamente, apoyándome en las manos para levantarme. El aire fresco me envolvía, y por un momento, no había nada más en el mundo que la calma del lugar y el murmullo lejano de la naturaleza. De repente, sentí cómo unos brazos firmes rodeaban mi cintura, y antes de que pudiera reaccionar, me
Me desperté de golpe, mi respiración errática y acelerada, como si mi corazón intentara escapar de mi pecho. Mi cuerpo estaba empapado en sudor frío, y mi mente aún atrapada en los ecos de un sueño que parecía haber sido demasiado real. Sentí cómo la cama crujía al moverme y, al girar, vi a Garret a mi lado. Su expresión estaba cansada, y aunque sus ojos aún mantenían esa chispa que tanto me tranquilizaba, había algo en su postura que denotaba el desgaste de los días pasados. Su ropa era la misma de antes, un conjunto cómodo de pantalones oscuros y una camiseta que parecía ser la única que había tenido tiempo de ponerse mientras cuidaba de mí. —¿Estás bien? —su voz suave y preocupada cortó el aire pesado que había quedado en la habitación. Lo miré, todavía confundida, y luego bajé la vista hacia mi cuerpo. Me encontraba cubierta con una pijama celeste de flores, el tejido liviano sobre mi piel, una sensación reconfortante en contraste con el caos que sentía por dentro. —Creo... creo
"¿Cómo pretendo no echarte de menos si te ame de más?"Oshin Itreque Di una vuelta en la cama, mirando la habitación que se sentía enorme para mí. La luz tenue de la noche se filtraba a través de las cortinas, proyectando sombras que danzaban suavemente sobre las paredes. Era cerca de las diez de la noche, y aunque el reloj marcaba esa hora, mi mente seguía activa, dando vueltas en pensamientos que no lograba controlar. Una pequeña molestia en mi pecho, que no me dolía, pero sí me incomodaba, me había desvelado. El aire de la habitación parecía denso, como si todo estuviera demasiado quieto. Suspiré, buscando una postura más cómoda, pero la incomodidad persistía. Decidí que no podría dormir así, así que salí de la cama en busca de algo que me ayudara a relajarme. No sabía si quería un vaso de agua, tal vez algo caliente, algo que calmara mis nervios, pero algo debía haber. Me dirigí a la cocina y abrí el refrigerador en busca de jugo. El suave sonido del hielo al caer y el crujir de
" Iba con Fumiko en mi lomo, la noche aún abrazando el mundo con su manto oscuro. Quería llevarla a un lugar especial, uno que solo compartía con aquellos que realmente significaban algo para mí. Sus manos se aferraban a mi pelaje negro, como si el simple contacto de sus dedos me conectara de una manera que nunca había sentido antes. La calidez de su cuerpo sobre el mío me hacía sentir más vivo que nunca. Cada pequeña risa que se escapaba de sus labios no solo se oía, sino que se sentía, como una vibración en el aire, un susurro que tocaba mi alma de una forma que nunca imaginé. La risa de Fumiko era un bálsamo, un alivio que me llenaba por completo, haciéndome olvidar cualquier otro pensamiento o preocupación. Su alegría me envolvía, y el mundo a nuestro alrededor parecía desvanecerse, dejando solo el sonido de sus risas y el ritmo de mis pasos. Era de madrugada aún, las estrellas apenas visibles en el cielo, como si quisieran guardarse un poco más de su brillo para el amanecer. La L
Me detuve un poco más, tomando una pausa en el camino mientras el aire fresco de la noche me envolvía. Me dirigí hacia el acantilado, donde el vasto y profundo cielo nocturno se desplegaba ante mí, repleto de cientos de miles de estrellas que brillaban como pequeños diamantes en la oscuridad. Cada una de esas estrellas parecía contar una historia, un secreto del universo que solo unos pocos privilegiados podían entender. El cielo era tan inmenso que me hacía sentir pequeño, pero al mismo tiempo, me llenaba de una sensación de calma indescriptible. —¡Qué elmosho!— gritó Roderick desde mi espalda. No pude evitar reír al escuchar su entusiasmo. Todavía le costaba pronunciar bien la "r", pero su emoción era tan genuina que me arrancó una sonrisa. No podía evitar sentirme feliz por su inocencia, por esa mirada tan pura y llena de asombro. Era un recordatorio de lo simple y hermosa que podía ser la vida, si se miraba con los ojos correctos. Me detuve cerca del borde, pero no lo suficiente
"Yo se que fue por mi que acabo esta historia y queda en manos de mi memoria que por las noches te pueda ver..." Oshin Itreque El aullido de los demonios resonaba a lo lejos, pero me sentía atrapado en mi propia desesperación. No podía dejar que Roderick viera más de esto, no podía permitir que él sufriera más. Mientras corría, esquivando los combates cercanos, el peso de su pequeño cuerpo aferrado a mi pelaje era lo único que me mantenía firme. Su pequeño cuerpo temblaba con cada sollozo, y mi corazón se encogía, deseando con todas mis fuerzas que esto no fuera real. Quería gritar, reclamar, pero no podía. No podía hacer nada más que seguir adelante, hacia la batalla, hacia el caos que parecía no tener fin. El suelo bajo mis patas vibraba con la fuerza de los ataques, pero el verdadero golpe llegó cuando uno de los demonios me arrojó al suelo, con una fuerza brutal que me dejó sin aliento. Cada giro que di, cada vuelta en el aire, sentí cómo la tierra se estrellaba contra mi cuerpo
Los demonios saltaron a nosotros, y en ese instante, lo único que se me ocurrió fue cubrir a Roderick con toda mi anatomía, pero él, como siempre, tenía otras ideas. —Fumiko, ¡aaaaah! —gritó mi hijo en medio del llanto, pidiendo ayuda a mi niña, supongo, como en aquella vez. Estaba esperando el ataque de los demonios, pero este jamás llegó. Abrí los ojos lentamente y observé a mi alrededor. Los demonios levitaban en el aire, desmembrados en el acto, parte por parte, cayendo como si no pudieran evitarlo. Roderick intentó salir de su escondite, pero no lo dejé. Le gruñí para que se quedara en su lugar. Moví mi cola sin poder evitarlo al sentir su aroma llenar mis cosas nasales, al verla a lo lejos. Sus manos estaban elevadas hacia nuestra dirección, de donde pequeños rayos de luz salían de su cuerpo y volvían a entrar en él. Sus ojos brillaban con fuerza, y su cabello de colores se movía violentamente con el viento. Ella gritó algo, y de la nada, el lobo gris de la otra vez apareció,
"Entre un te quiero y un nunca más, entre la espada y la pared cuando no estás..."Fumiko Ibars Desperté por los rayos del sol acariciando mi rostro. Ese calor familiar me hizo abrir los ojos lentamente, pero lo que realmente me despertó fue una sensación extraña de que alguien me movía. Parpadeé varias veces, tratando de aclarar mi mente somnolienta, y vi a Roderick y a Oshin junto a mí. Sonreí un poco, como siempre hacía cuando los veía, pero era una sonrisa pequeña, cansada, como si mi cuerpo no tuviera la energía para más. Sin embargo, la cálidez que irradiaban me hizo sentir una pequeña chispa de calma en medio de todo. Dejé que Roderick se apartara de mí, tiré a un lado un paño que había puesto sobre mi cuello la noche anterior y me levanté de la cama. Mi cuerpo aún estaba agotado, pero mi mente necesitaba moverse, sacudirse de la pesadez que la envolvía. Connor era quien me estaba moviendo, lo miré con cierto desconcierto. Me sentí algo confundida por la brisa fría que se hab