Pasé la mejor tarde de mi vida, no deseaba dejar de vivir ese momento con Jamilet, pero debía seguir investigando sobre el secreto de los castellanos. A veces deseaba dejar todo a un lado, al fin de cuentas Sofía no tenía ningún conocimiento con respecto a la familia. Al menos eso era lo que yo creía. –Confías mucho en la niña, deberías de tener más precaución cuando de confianza se trata –comentó Jamilet. –Es uno de mis pecados diría yo. Confiar mucho en la gente, siempre lo he hecho –dije.–Lo sé, es uno de tus mejores atributos, pero también es una de tus peores debilidades o defectos, puede ser usado en tu contra fácilmente. –Siempre lo he tenido en cuenta y nunca me ha importado mucho. Al final de cuentas, todos engañamos por razones que solo cada uno conoce, lo que odio es que lo hagan cuando no tienen una razón en específico, tan solo lo hacen por envidia o por enojo. –Jamás pensé que fueras así, ahora entiendo muchas cosas que antes ignoraba con respecto a tu actitud. –¿A
Mamá decidió irse con nosotros a la casa donde nos encontrábamos, no era tan lujosa como la mansión, pero la armonía y felicidad se sentía al momento de entrar. Sofía se marchó a su habitación sin mediar palabra, ya estaba mejorando o al menos eso pensaba yo. Pasé un rato con mamá y después me dirigí a la habitación de Sofía, la encontré tirada en la cama, boca abajo, llorando contra una almohada que hacía que su llanto no se escuchara.–¿Qué pasa? –pregunté.Se levantó y se me lanzó encima, seguía llorando.–Lamento haberte mentido todo esté tiempo. Lamento no ser una buena persona, te he fallado después de todo lo bueno que has sido conmigo. –dijo.–¿De qué hablas? –Pregunté. La idea sobre el secreto de los ca
El miedo a perder a alguien más crecía constantemente, quería volver a vivir una vida tranquila, pero realmente ya había olvidado la ultima vez en que mi vida no corría peligro. Aún faltaba el tema de la pelea entre mis padres y estaba llegando al punto de querer desaparecer nuevamente. Las relaciones de las personas cada vez complican más la existencia de aquellos que esperamos verlos bien. No entrometerse se vuelve en un tema complicado. ¿Cómo dejarlos en paz si entre ellos no pueden ser feliz? Y peor aún, sus conflictos se vuelven tan públicos que ignorarlos debería ser considerado como un acto de cobardía. Pero ¿realmente vale la pena sacrificar tu felicidad por los demás? ¿debería involucrarme en los asuntos de mi padre? ¿Cuándo se volvieron tan ignorantes? ¿Acaso no se dan cuenta del daño que se ocasionan y de igual manera del da&nt
Hay momento en que la vida deja de parecer tan sorprendente a pesar de tener una felicidad inmensa de compañía y de personas a tu alrededor, es como si algo en nuestro interior se hubiera acabado, como si un vacío apareciera de la nada, haciéndonos sentir miserable e insufribles, mártir de nuestra desgracia. En ese momento, después de ver a mi padre en ese estado, me sentí así, con ese vacío en el corazón y desconociendo el motivo. Quise convencerme que finalmente era feliz, pero en mi mente rondaba la idea de que pronto la felicidad se esfumaría como en las demás ocasiones. Me quise convencer de que esta vez, sería feliz de por vida, pero en mi interior, el miedo a perderlo todo aparecía de repente. Tan solo deseaba quitarme ese extraño sentimiento. Continué el día con la mayor normalidad posible, quise trabajar sin recordar a mi padre en ese estado, pero cada vez se hacía más difícil. –Señor Teo, un hombre llamado Damián ha venido a buscarlo–comentó mi asistente. –Déjalo pasar
Llegué finalmente a mi lugar seguro después de intentar buscar como loco cualquier pista que me condujera al interés que Damián pudiera tener en mi hermana y en todos los negocios en los que ella se pudo involucrar. No encontré nada, ni un solo indicio de aquello en lo que Damián se había interesado. Estaba consciente que, si llegaba a preguntarlo directo, Damián me daría la respuesta, era esa clase de mafioso con un profesionalismo inquebrantable. Estaba consciente que lograría su objetivo, así los demás se pusieran en medio.–Te vez cansado, pensé que no vendrías a cenar –comentó Jamilet.–Te dije que no faltaría y henos aquí –dije, dándole un amoroso beso en la mejilla.–La comida está servida, creo que te sentimos venir, hace unos segundos que servimos la mesa –dijo ella con su he
La situación había cambiado en su totalidad, lo que era una misión para mí, ahora también se había convertido en mi responsabilidad, esa responsabilidad por cuidarme a mí mismo para poder cuidar a los demás. Las vitaminas que el doctor me recetó me ayudaron a recuperar la fuerza en el cuerpo, pero ahora debía tomar al menos unas 5 pastillas al día para no debilitarme. La felicidad en el rostro de Jamilet y Sofía lo decían todo, me hacían sentir con una culpa enorme al saber que, en poco tiempo, sería su tristeza más grande, al marcharme de su lado. –Teo, debo hablar contigo –comentó Jamilet.–Dime todo lo que me vayas a decir de una vez, no estoy para rodeos–.–Bueno, tampoco es para que te alteres… Francisco estuvo aquí ayer, vino a buscarte porque quieres que lo ayudes con respecto al secreto de los Castellanos, finalmente encontró todo lo que alguna vez se escondió. –¿De qué hablas?–Es verdad todo lo que decían, según Francisco, logró encontrar secretos de todos en la ciudad y q
Francisco me mostró toda la información que había encontrado, nadie en la ciudad era tan limpio como aparentaba, ni uno solo. Miré en esos documentos, antecedentes y crímenes que todos quisieron esconder para quitarle la corona a la familia Castellanos, entre todos planearon la creación del nuevo gobierno, había campesinos, viudas, prostitutas e incluso hombres de confianza del Rey, todos de acuerdo en elegir al mejor entre ellos para que los gobernara como presidente de la nación, con el único requisito de poder cambiar de presidente cada determinado tiempo, ahora entendía; cada uno deseaba gobernar por cierto tiempo y esa era la única manera de conseguirlo. Las personas involucradas en aquel atentado, jamás tuvieron razones válidas para hacer tal cosa, solamente un odio profundo en querer deshacer el reino y establecer otra forma de gobierno que les favoreciera mejor. Francisco me cont&oacut
Sofía comenzó a contarme otra de las historias que su padre siempre le contaba, dijo que él hablaba en ocasiones sobre un heredero, leal y bondadoso, interesado en el bien de los demás, más que en el de él mismo. Dijo que poco a poco mientras más pensaba en aquellas historias más lograba recordarlas, yo la escuchaba poniendo atención a cada detalle de su historia y por alguna razón, mi mente comparaba las características del heredero que ella mencionaba, conmigo. –Mi padre siempre decía que miraba muchas de las cualidades de esa persona, en mí. –comentó Sofía–. –Con todas las historias que durante años escuché, yo deseaba ser más como el heredero. Así que comencé a aprender a ser bondadosa, solidaria, culta, amigable, respetuosa, en fin. Yo deseaba ser una persona tan digna del trono como el heredero. Años después sin querer lo conocí –volteé a verla con sorpresa– comencé a ver cada una de sus cualidades, –prosiguió mientras miraba al suelo contando la historia– Miré detenidamente su