La atmósfera en la cabaña estaba cargada de tensión, el aire impregnado con la mezcla de deseo y complicidad. Alejandro y Luciana se miraban fijamente, el silencio entre ellos tan pesado como un velo que cubría el resto del mundo. La luz tenue de las velas jugaba sobre sus rostros, iluminando cada detalle, cada expresión, cada pequeña chispa en sus ojos.Alejandro dio un paso hacia ella, su mirada más profunda, más intensa. Luciana lo observó, sintiendo que su corazón latía más rápido con cada segundo que pasaba cerca de él. De repente, algo cambió en el aire, algo que no necesitaba palabras. Sus cuerpos parecían atraídos por un magnetismo que ni ellos podían controlar.Con una sonrisa traviesa, Alejandro la rodeó con sus brazos, la atrajo hacia su cuerpo y, sin previo aviso, la besó. Un beso apasionado, pero tierno, que comenzó suave pero pronto creció en intensidad. Luciana, sorprendida al principio, correspondió el beso con la misma fuerza, sus manos buscando sus cabellos, su rostr
Alejandro detuvo la camioneta en un claro al costado del camino. El motor dejó de rugir, y el silencio del bosque volvió a envolverlos. Se giró hacia ella, su mirada profunda, como si estuviera evaluando cada palabra que iba a decir.—Luciana, lo que siento por ti va más allá de lo que puedas imaginar —dijo finalmente, con una seriedad que le hizo estremecer—. No quiero perderte, y tampoco quiero que te veas envuelta en algo que pueda hacerte daño. Pero si de verdad quieres estar a mi lado en todo esto, debes saber que mi vida... no es fácil. Hay enemigos que no dudan en atacar donde más duele. Y no quiero que te conviertas en uno de sus blancos.Luciana lo miró fijamente, sus ojos buscando algo más en los de Alejandro. —¿Y tú crees que no soy lo suficientemente fuerte para estar a tu lado?—No es eso —respondió él rápidamente—. Sé que eres fuerte. Lo he visto. Pero el miedo que tengo de perderte me hace ser cauteloso. No quiero arriesgar lo que hemos recuperado.Ella sonrió levemente
Alejandro inhaló profundamente, su mente trabajando rápido. No era la primera vez que enfrentaba este tipo de problemas, pero el hecho de que estuviera ocurriendo mientras él no estaba al frente le molestaba profundamente.—Bien, esto es lo que vamos a hacer —dijo con decisión, su tono cambiando al de un líder tomando el control—. Mañana mismo, a primera hora, haré una visita sorpresa a nuestros socios. Quiero que para entonces tengan todos los detalles posibles sobre estas negociaciones y cualquier cosa que hayan escuchado sobre la competencia. No vamos a perder este contrato.Claudia y Verónica asintieron, confiadas en que Alejandro, como siempre, encontraría una solución.—Entendido —dijo Verónica—. También estamos revisando otros contratos menores que podrían verse afectados por este retraso. Te enviaremos un informe completo para que lo revises antes de tu reunión.Alejandro asintió, sintiendo cómo la situación comenzaba a ordenarse en su cabeza. Era un reto más, pero no era algo
Alejandro la miró, con una ternura infinita en sus ojos. Se inclinó hacia adelante y besó su mejilla suavemente, sin querer despertarla. Luego, acomodó las sábanas alrededor de ella, asegurándose de que estuviera cómoda, y apagó las luces, dejando solo una tenue iluminación proveniente de la lámpara de la esquina de la habitación.Antes de acostarse a su lado, Alejandro se detuvo un momento para mirarla. Luciana parecía tan en paz, tan hermosa. Se inclinó una vez más y la besó suavemente en los labios, apenas un roce, para no interrumpir su sueño.Finalmente, se deslizó junto a ella en la cama, abrazándola por la cintura, y cerró los ojos. El calor de su cuerpo junto al de ella era reconfortante, y pronto, el sueño también lo alcanzó. Estaba en paz, sabiendo que tenía a la mujer que amaba profundamente entre sus brazos.Al dia siguiente.Luciana y Alejandro llegaron a la imponente oficina, el sonido de sus pasos resonando en el suelo, Luciana se sentía nerviosa, lo único que quiera er
Alejandro apretó la mandíbula, evaluando la situación. Su mente trabajaba rápidamente para encontrar una solución que no solo evitara mayores problemas con los inversionistas, sino que también resolviera lo que parecía ser un conflicto subyacente con sus socios.—Lo resolveremos —dijo con determinación—. Voy a contactar directamente a su CEO, y si no obtenemos una respuesta clara, haremos una visita en persona. No podemos permitirnos que esto se salga de control.Claudia y Verónica asintieron, sintiendo el peso de la situación. Las dos mujeres sabían que Alejandro era capaz de manejarlo, pero también entendían la gravedad del problema. Este era un punto de inflexión en las negociaciones con los inversionistas, y cualquier error podría tener consecuencias devastadoras para la empresa.—¿Qué más necesitamos saber? —preguntó Alejandro, mirando a sus padres y a las dos mujeres.—Por ahora, solo eso —respondió Verónica—. Pero te recomiendo que te prepares para tomar decisiones difíciles si
—Alejandro, no puedo quedarme de brazos cruzados, ¿Con quién hablaste? —protestó ella, aunque su voz era suave, reflejando su preocupación—. Quiero ayudarte.Él sonrió levemente, aunque la tensión seguía presente en su rostro.—Hable con un amigo. Lo sé. Pero por favor, confía en mí. Haré todo lo posible por protegernos, a la empresa y a ti. Vamos a salir de esto... juntos.Luciana asintió, sabiendo que, aunque Alejandro estaba dispuesto a luchar, lo que les esperaba no sería fácil. Las amenazas, los hackeos, todo parecía una tormenta que estaba a punto de desatarse. Pero por ahora, lo único que podía hacer era confiar en él, y esperar lo mejor.Alejandro se giró hacia la puerta justo cuando sus guardaespaldas entraban a la oficina. La mirada de Luciana seguía en él, sabiendo que, aunque esa mañana apenas comenzaba, lo que venía después sería decisivo para su futuro, y para el futuro de todo lo que amaban.Luciana, aún conmocionada por lo que había descubierto, se quedó mirando a Alej
—Hazlo —dijo con voz baja—. Solo quiero que esto se acabe.Luciana volvió al teléfono.—Gracias, Héctor. ¿Cuándo puedes empezar?—Dame acceso remoto a los servidores y al sistema, incluyendo códigos —respondió él de inmediato—. Puedo empezar a rastrear de dónde vienen los ataques. Pero te advierto, esto no será fácil. Si los que están detrás son tan buenos como parece, será una batalla dura.—Lo entiendo —dijo Luciana—. Confío en ti.Después de despedirse, Luciana colgó y se volvió hacia Alejandro, quien se había alejado un poco, con los brazos cruzados y la mirada perdida. Sabía que esto era difícil para él, dejar que alguien como Héctor interviniera en algo tan personal y crucial como su empresa.—Vamos a resolverlo, Alejandro —dijo Luciana en voz baja, acercándose a él y colocando suavemente una mano en su brazo.Alejandro la miró, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de frustración y agotamiento.—Espero que tengas razón, Luciana —dijo con voz baja—. Porque si no lo hacemos,
Alejandro entrelazó sus dedos y tomó una respiración profunda antes de hablar, su voz firme pero cargada de tensión.—Lo que vamos a discutir hoy es mucho más que un simple problema de entregas retrasadas o de cuentas mal administradas —empezó, mirando a cada uno de los presentes—. En las últimas semanas, hemos estado bajo ataque. La empresa ha sido hackeada, y no solo es un ataque externo. Alguien cercano a nosotros está detrás de esto.Luciana lo miró de reojo, sabiendo lo difícil que era para él admitir esto delante de sus socios. La confianza que siempre había proyectado ahora estaba siendo puesta a prueba.—¿Cómo es posible que no lo supiéramos antes? —preguntó uno de los socios, un hombre de mediana edad que parecía más nervioso de lo habitual.Ana, que estaba revisando unos documentos en su computadora portátil, tomó la palabra.—Hemos estado investigando los movimientos financieros y los registros de seguridad. Al principio, todo parecía normal. Pero después de revisar ciertos