Tomó una respiración profunda, sus dedos vacilando sobre el teclado. Sabía que no podía seguir así, guardando silencio sobre lo que sentía. No más juegos. No más mentiras."Estoy bien, Alejandro... es solo que esto es un caos. Creo que todos estos problemas que tenemos, la empresa, todo eso me está afectando, nos están destruyendo a ambos. Y quien más sabe si ese periodista, Ernesto Figueroa, tiene más cosas de ti que yo no sé. ¿Qué pasa si él sabe más de lo que crees? ¿Y si esa información me lastima? Quizá ese sea mi punto débil."Luciana suspiró al terminar el mensaje, sintiendo un nudo en el estómago. Era la primera vez que expresaba tan abiertamente sus dudas. Estaba tan cansada de todo, de los secretos, de los engaños. Pero no podía ignorar el hecho de que algo no estaba bien, y su instinto le decía que había más de lo que Alejandro estaba dispuesto a contarle.El teléfono vibró en su mano casi al instante. El nombre de Alejandro apareció en la pantalla. "Luciana…" Solo decía es
Al llegar al comedor, la imagen que se desplegó frente a ella la dejó petrificada. Alejandro estaba sentado al otro lado de la mesa, con su porte impecable y una mirada que oscilaba entre la furia contenida y el alivio. Diego, a su lado, parecía tranquilo, aunque sus ojos reflejaban cierta tensión, como si supiera que la presencia de Alejandro no prometía nada bueno.Luciana dio un paso atrás, su instinto gritándole que escapara. Pero antes de que pudiera girarse, la voz grave de Alejandro la detuvo en seco.—¿Por qué huyes, Luciana? —preguntó con un tono suave, pero cargado de reproche. Su mirada la atravesaba, intensa y penetrante.Luciana tragó saliva, sin atreverse a responder, pero Alejandro no le dio tiempo para escapar. Se levantó de la silla con calma, su figura dominando el espacio mientras sus ojos seguían clavados en ella.—Qué bueno que aún tienes tu collar de perlas —continuó, su tono cargado de un sarcasmo apenas perceptible—. Por eso pude rastrearte.El aire en la sala
—Confío en que quedarás impresionada, cariño —respondió Alejandro con una sonrisa ladeada, manteniendo los ojos en la carretera.Luciana comenzó a sacar las prendas cuidadosamente dobladas. Todo estaba impecable: vestidos ligeros, conjuntos cómodos para el día, ropa formal para la noche, e incluso sus pijamas favoritas. Sus cejas se alzaron al notar que cada prenda reflejaba exactamente su estilo y preferencias. Pero lo que realmente llamó su atención fue un pequeño conjunto de lencería exquisita, color vino tinto, escondido discretamente en una esquina de la maleta.Ella lo levantó con cuidado, dejando que la delicada tela de encaje se deslizara entre sus dedos, y luego lo miró de reojo, una chispa de diversión brillando en sus ojos.—Vaya, Alejandro... parece que planeas complacerme más de lo que pensaba.Alejandro soltó una ligera carcajada, sin apartar la vista del camino.—Por supuesto. Un hombre inteligente siempre está preparado para cualquier ocasión.Luciana negó con la cabez
En la sala privadaAlejandro entró con paso decidido. Frente a él, el periodista Ernesto Figueroa estaba sentado en una silla, con las manos esposadas y una expresión de frustración en el rostro. A su lado, Marcela e Isabella, las gemelas idénticas de Luciana estaban de pie, impecables en su atuendo, irradiando confianza y determinación, un secreto y la única manera de poder ayudarle a Alejandro para que no salga mas información que pueda dañar a Luciana.—¿Tienen todo? —preguntó Alejandro, su mirada fija en Marcela.—Sí, todo —respondió ella, entregándole una carpeta—. Todo lo que estaba en su computadora. Las evidencias que te involucraban y.… bueno, digamos que el archivo especial ya no existe, prácticamente su computadora quedo sin rastro de la información y videos que él había sacado y grabado sin que tu te dieras cuenta. Ernesto bufó y se movió en su silla, incómodo.—¡Esto es un abuso de poder! —espetó, tratando de recuperar algo de dignidad—. ¡Suéltame ya!Alejandro se inclin
Luciana lo miró, sorprendida, pero también encantada. Alejandro sonreía con una mezcla de orgullo y esperanza, como si este viaje fuera su forma de recuperar lo que habían perdido.—Italia... —repitió Luciana, probando la palabra en sus labios como si fuera un sabor desconocido—. No me lo esperaba.—Ese era el punto. —Alejandro acarició su rostro con ternura—. Quiero que este viaje sea inolvidable, como tú.Luciana lo miró a los ojos, y por un instante, todas sus dudas se desvanecieron.—Espero que sepas lo que estás haciendo, Alejandro.Él le sonrió, seguro, como siempre.—Lo sé, amor. Y haré que valga la pena, lo prometo.Mientras caminaban hacia el auto que los esperaba, Luciana no pudo evitar sentirse cautivada por la promesa de lo que estaba por venir. Algo le decía que este viaje sería más que un simple escape; sería el comienzo de algo nuevo.Bajaron del auto frente a un majestuoso hotel de cinco estrellas que parecía salido de un sueño. La fachada estaba iluminada por una cáli
De reojo, Luciana lo observó mientras sus palabras comenzaban a formarse, su voz suave pero cargada de emoción.—Sabes, he estado pensando… —Luciana suspiró, como si liberar esas palabras fuera tan difícil como respirar en un lugar demasiado lleno de aire denso. —No sé cómo le voy a decir a mis padres lo nuestro. Después de todo, mi madre fue capaz de separarnos. ¿Y si ella está usando a Tamara para vengarse? Para destruirnos de nuevo...Su voz se quebró un poco, una mezcla de miedo y frustración que se hacía cada vez más grande dentro de ella. Alejandro permaneció en silencio, observando cada movimiento de su rostro, su expresión. Sabía lo que significaban sus palabras, aunque no necesitara que las repitiera. La incertidumbre, el dolor, la guerra entre el amor y las dudas que siempre la habían marcado.—Tengo miedo, Alejandro. —Luciana soltó un suspiro profundo, casi inaudible, y entonces, lo miró directamente a los ojos. —Si mis padres se enteran… No pienso contarles nada. Es como s
—Está bien —susurró, sonriendo mientras lo miraba—. Después de ese beso, me han dado ganas de experimentar un poco más. Pero... prométeme algo.Alejandro arqueó una ceja, divertido.—¿Qué es lo que quieres que te prometa?—Que apaguemos los celulares —dijo, con una sonrisa—. Nada de rastreos, nada de interrupciones. Solo nosotros dos.Alejandro la miró, claramente complacido con la idea. Se acercó de nuevo y le dio un último beso antes de responder.—Prometido, cariño. Solo nosotros. Ahora, ve por tu bolso y regresa aquí.Luciana asintió, sus ojos brillando mientras se dirigía hacia el vestidor. Mientras caminaba, Alejandro la siguió con la mirada, sus pensamientos aún centrados en lo que acababa de decirle. Sabía que, a pesar de todo lo que había pasado entre ellos, no podía dejar de luchar por ella, por lo que tenían.La hermosa noche caía suavemente, envolviendo el cielo en tonos de azul profundo y estrellas tímidas que comenzaban a brillar. Alejandro tomó la mano de Luciana con fi
Las palabras colgaron en el aire, mientras él permanecía allí, inmóvil, tratando de comprender la magnitud de lo que le estaba pidiendo. Luciana había hablado con la firmeza de alguien que ya no podía seguir viviendo a la sombra de un amor que no estaba dispuesto a sanar por completo.El ultimátum estaba dado. Y ahora, Alejandro tenía que decidir si estaba dispuesto a cortar con su pasado y construir algo verdadero con ella, o si perdería para siempre lo que quedaba de su relación.Alejandro frunció el ceño, claramente preocupado, pero también con un dejo de incertidumbre en su rostro. Se levantó de la cama y comenzó a caminar por la habitación, como si las palabras de Luciana no pudieran ser ignoradas. Se detuvo frente a la ventana, mirando el paisaje que antes le había dado paz, pero que ahora se sentía diferente. "Tienes razón, Luciana... pero hay algo que me preocupa aún más. ¿Y si... si voy preso por todo lo que he hecho en mi empresa? Hay demasiadas cosas que no están en regla,