De reojo, Luciana lo observó mientras sus palabras comenzaban a formarse, su voz suave pero cargada de emoción.—Sabes, he estado pensando… —Luciana suspiró, como si liberar esas palabras fuera tan difícil como respirar en un lugar demasiado lleno de aire denso. —No sé cómo le voy a decir a mis padres lo nuestro. Después de todo, mi madre fue capaz de separarnos. ¿Y si ella está usando a Tamara para vengarse? Para destruirnos de nuevo...Su voz se quebró un poco, una mezcla de miedo y frustración que se hacía cada vez más grande dentro de ella. Alejandro permaneció en silencio, observando cada movimiento de su rostro, su expresión. Sabía lo que significaban sus palabras, aunque no necesitara que las repitiera. La incertidumbre, el dolor, la guerra entre el amor y las dudas que siempre la habían marcado.—Tengo miedo, Alejandro. —Luciana soltó un suspiro profundo, casi inaudible, y entonces, lo miró directamente a los ojos. —Si mis padres se enteran… No pienso contarles nada. Es como s
—Está bien —susurró, sonriendo mientras lo miraba—. Después de ese beso, me han dado ganas de experimentar un poco más. Pero... prométeme algo.Alejandro arqueó una ceja, divertido.—¿Qué es lo que quieres que te prometa?—Que apaguemos los celulares —dijo, con una sonrisa—. Nada de rastreos, nada de interrupciones. Solo nosotros dos.Alejandro la miró, claramente complacido con la idea. Se acercó de nuevo y le dio un último beso antes de responder.—Prometido, cariño. Solo nosotros. Ahora, ve por tu bolso y regresa aquí.Luciana asintió, sus ojos brillando mientras se dirigía hacia el vestidor. Mientras caminaba, Alejandro la siguió con la mirada, sus pensamientos aún centrados en lo que acababa de decirle. Sabía que, a pesar de todo lo que había pasado entre ellos, no podía dejar de luchar por ella, por lo que tenían.La hermosa noche caía suavemente, envolviendo el cielo en tonos de azul profundo y estrellas tímidas que comenzaban a brillar. Alejandro tomó la mano de Luciana con fi
Las palabras colgaron en el aire, mientras él permanecía allí, inmóvil, tratando de comprender la magnitud de lo que le estaba pidiendo. Luciana había hablado con la firmeza de alguien que ya no podía seguir viviendo a la sombra de un amor que no estaba dispuesto a sanar por completo.El ultimátum estaba dado. Y ahora, Alejandro tenía que decidir si estaba dispuesto a cortar con su pasado y construir algo verdadero con ella, o si perdería para siempre lo que quedaba de su relación.Alejandro frunció el ceño, claramente preocupado, pero también con un dejo de incertidumbre en su rostro. Se levantó de la cama y comenzó a caminar por la habitación, como si las palabras de Luciana no pudieran ser ignoradas. Se detuvo frente a la ventana, mirando el paisaje que antes le había dado paz, pero que ahora se sentía diferente. "Tienes razón, Luciana... pero hay algo que me preocupa aún más. ¿Y si... si voy preso por todo lo que he hecho en mi empresa? Hay demasiadas cosas que no están en regla,
Alejandro estaba a su lado al instante. Su mano tocó su hombro, y el miedo en su voz era palpable.—Luciana, ¿qué pasa? ¡No te desmayes!Intentó sostenerla, pero Luciana sintió como si todo su cuerpo se desmoronara. La presión de lo que le había dicho su madre, las palabras no dichas de su padre, el estrés de los últimos días... todo era demasiado.De repente, las palabras de su madre, aquellas que le habían marcado en su niñez, vinieron a su mente, como una pesadilla que no podía escapar."No eres nada, Luciana. Eres una niña ahora, pero adulta serás alguien que no sé cómo podre detener, eres terca. Ya sé a quién le saliste, pero lo que te digo es que no eres nada mío."Esas palabras eran un veneno que había estado esperando para aferrarse a ella. La angustia, el miedo y el dolor que había sentido tantos años atrás volvían a consumirla, y en ese instante, todo se oscureció.Alejandro la abrazó fuerte, sin importar las palabras que le vinieran a la mente, sin pensar en nada más que en
—¿Y si ella no es mi madre? —preguntó Luciana en voz baja, como si la idea misma la aterrara. —¿Entonces qué son ellos para mí?Alejandro dejó escapar un suspiro, apretando suavemente la mano de Luciana. Esto iba mucho más allá de lo que él había imaginado. Durante años había creído conocer a Luciana, pero ahora estaba claro que ella misma estaba descubriendo verdades que nunca había considerado.—Luciana, —dijo finalmente, inclinándose hacia ella—, no importa lo que descubras, siempre estaré aquí contigo. Lo que sea que esto signifique... lo afrontaremos juntos.Luciana lo miró, sus ojos llenos de una mezcla de temor y gratitud. —No sé si estoy lista para lo que venga. —Su voz apenas era un susurro, pero el dolor en sus palabras era evidente.Alejandro acarició su mejilla con el pulgar, sus ojos llenos de una promesa silenciosa. —Nadie está listo para este tipo de cosas. Pero no tienes que hacerlo sola.El momento se sintió íntimo, cargado de emociones no dichas, de preguntas sin res
— Alejandro, no quiero arruinar lo que has planeado. Sé cuánto amas a Luciana, pero hay algo que tienes que saber antes de dar este paso. Es una verdad que hemos ocultado durante años, no por maldad, sino porque creímos que era lo mejor para ella. Pero ahora… ahora no podemos seguir callando.Alejandro tragó saliva, sintiendo que el mundo se tambaleaba bajo sus pies.— ¿Qué verdad? —susurró, con el corazón latiendo fuerte en sus oídos.La madre de Luciana tomó la mano de su esposo y, con la voz quebrada, le reveló la verdad que cambiaría todo.— Luciana… no es nuestra hija biológica.El tiempo pareció detenerse. Alejandro parpadeó, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar.— ¿Qué? —fue lo único que logró articular.La madre de Luciana continuó, luchando por contener las lágrimas.— La adoptamos cuando era solo un bebé, en realidad somos sus tíos, nosotros tomamos la custodia, porque sus verdaderos padres eran incapaz de cuidarla, era la hija de un narco, ese padre que solo la cu
La mesera se dio la vuelta y se acerco a Alejandro y le susurro al oído —cuídala mucho, y no la lastimes, eres un hombre guapo, inteligente y atractivo, pero ten cuidado lo que vayas a decirle —añadió. Segundos después miro a Luciana con ojos expresivos y una sonrisa. Alejandro suspiro.— Disfruten de su noche —dijo con una voz suave, casi susurrante, antes de alejarse, dejando tras de sí una energía inquietante.Luciana seguía observándola mientras se alejaba, como si una parte de su mente estuviera a punto de descubrir algo crucial. No podía dejar de pensar en esos ojos, en ese collar. Una parte de ella quería seguirla, hacerle preguntas, descubrir por qué sentía esa extraña conexión, pero Alejandro la interrumpió suavemente, colocando una mano sobre la suya.— Luciana, cariño mío, mírame —dijo con voz tensa—. Hay algo que debes saber.Ella apartó la mirada de la mesera, volviendo a centrarse en Alejandro, aunque una parte de su mente seguía revoloteando en torno a la misteriosa mu
— Lo sé —admitió—. Pero no puedo hacerlo hoy. No hoy, cuando todo esto está preparado para pedirle que sea mi esposa. Esta noche es para ella, para hacerla feliz. La verdad… la verdad puede esperar un poco más.El padre de Luciana suspiró, apretando el hombro de Alejandro con un gesto paternal.— Solo te pido que cuando ese momento llegue y nosotros estemos preparados quizá podremos hacerlo juntos y tú puedes ayudarle a que entre en razón, Alejandro. Si la amas, debes confiar en que entenderá, por dolorosa que sea la verdad, si para nosotros es difícil para ti igual lo es. Pero, por ahora, haré lo que creas mejor. Esta noche es tuya.Alejandro asintió con gratitud, aunque la duda seguía pesando sobre él. Agradeció en silencio el apoyo del padre de Luciana, pero en el fondo sabía que, por más que quisiera posponerlo, la verdad eventualmente encontraría su camino hacia la luz.— Gracias… —murmuró, levantándose lentamente—. Haré lo correcto, solo… necesito un poco más de tiempo.Se despi