Salgo del club, y mientras camino por las calles iluminadas de la ciudad, siento una mezcla de alivio y adrenalina. He conseguido lo que quería. Ahora, tengo a la Reina a la expectativa, y aunque no confía plenamente en mí, le he dado algo que la obliga a mantenerme cerca.Lo que no sabe es que mi lealtad no está con ella ni con Vicente. Mi única lealtad es hacia mí misma. Y este “tercer jugador”, sea quien sea, va a descubrir pronto que no soy alguien que se deje manipular tan fácilmente.Al llegar a mi apartamento, entro directamente a la ducha, dejando que el agua caliente limpie la tensión acumulada en mi cuerpo. Pienso en el mensaje anónimo, en quién podría estar detrás. ¿Será alguien que ya conozco? ¿Alguien que ha estado jugando desde las sombras todo este tiempo?Mientras el agua cae sobre mi piel, siento que la paranoia empieza a ganar terreno. Este juego no es solo peligroso, es mortal, y si cometo un solo error, no tendré segundas oportunidades.Pero entonces, mientras el v
Tengo que moverme rápido. No puedo dejar que me acorrale. Pienso en lo que viene a continuación, en cómo la Reina podría reaccionar si sabe que Vicente se adelanta a nuestra jugada. Podría perder interés en mí y entregarme. Eso no me conviene.Me visto rápido, con ropa que pueda pasar desapercibida, un suéter sencillo y jeans. Ya no es momento de usar la seducción como arma; esto requiere discreción. El plan es simple: hablar con Vicente antes de que haga algo impulsivo y termine poniendo fin a todo este juego de poder.Cuando salgo del apartamento, la calle está más oscura de lo normal. El aire huele a humedad, y los faros de los coches que pasan parecen sombras que se deslizan. Camino con rapidez, pero sin correr, hacia el lugar donde Vicente suele reunirse con sus hombres. Es un club de mala muerte, su cuartel general. Si voy directamente hacia él, tal vez pueda calmar las aguas antes de que alguien salga herido.Llego a la puerta del club, donde dos tipos grandotes, musculosos y c
Me acerco aún más, hasta que nuestros cuerpos casi se tocan. El aire entre nosotros es tan tenso que podría cortarse con un cuchillo.—Vicente —susurro, levantando una mano para rozar su pecho con delicadeza—, esto es solo una jugada para que ganemos juntos. Tú y yo. Nadie más. No estoy en contra de ti. Nunca lo estuve.Él me mira con esa intensidad que hace que todo mi cuerpo se tense, y por un momento, el silencio entre nosotros se siente eterno. Luego, en un movimiento que casi no veo venir, su mano se cierra alrededor de mi muñeca, firme pero no dolorosa, tirando de mí hacia él.—Espero que estés diciendo la verdad, Valeria —murmura, su voz cargada de algo que es mitad advertencia y mitad deseo. Esas dos cosas siempre se mezclan en Vicente.— Porque si descubro que me has estado mintiendo, será la última vez que juguemos a esto.Lo miro a los ojos y sonrío, segura de que he desactivado la bomba… por ahora.—Nunca te mentiría, Vicente. Ya lo sabes.Él suelta mi muñeca lentamente, pe
La amenaza está allí, clara y directa, pero algo en la manera en que sus manos siguen sobre mi cuerpo me dice que su ira se está desvaneciendo en otra cosa. De nuevo, la peligrosa mezcla de emociones que siempre existe entre nosotros. Nunca puedo estar segura si quiere besarme o matarme.—No estoy jugando a dos bandas —respondo, tan firmemente como puedo—. Estoy contigo. Lo que pase con la Reina es solo un medio para que tú y yo estemos en la cima. Juntos. Pero tienes que confiar en mí.Siento su agarre aflojarse un poco, pero no del todo. Me observa en silencio durante lo que parecen minutos, evaluando cada palabra, cada gesto. Vicente no es estúpido. Sabe que soy ambiciosa, sabe que juego mis propias cartas, pero también entiende que por ahora, soy la mejor opción que tiene.Me suelta por completo y da un paso atrás, aunque su mirada no se suaviza del todo. No es un hombre fácil de apaciguar.—Te daré el beneficio de la duda —dice al fin, con una sonrisa torcida—. Pero no me falles,
El club se vacía rápidamente tras la salida de Vicente. El eco de sus pasos retumba en mis oídos, incluso después de que desaparece tras la puerta. Me siento sola y agotada, como si estuviera atrapada en medio de una tormenta que me arrastra en todas direcciones.La Reina. Vicente. Y yo, en medio, tratando de mantenerme a flote. Es un juego peligroso, y cada vez estoy más cerca de perderlo todo.Cuando llego a casa, el silencio es abrumador. Me quito los tacones y me dejo caer en el sofá, mirando el techo como si pudiera encontrar respuestas entre las grietas. Mañana es el día clave. Tengo que enfrentar a la Reina y hacer que todo parezca bajo control, mientras Vicente sigue vigilándome de cerca.El problema es que ambos subestiman algo: mi propia ambición.Ni la Reina ni Vicente entienden que no voy a ser su títere para siempre. Yo también estoy en este juego por algo más grande, algo que ni ellos sospechan. Pero primero, tengo que salir viva de la reunión de mañana.Tomo mi celular
Siento un escalofrío recorrer mi espalda. Esto cambia las reglas. Si la Reina está tramando algo contra Vicente, significa que me ha estado utilizando para distraerlo mientras movía sus propias piezas en el tablero.—¿Qué tipo de plan? —pregunto, tratando de mantener la calma, aunque por dentro siento cómo todo se desmorona.Dmitri da un sorbo a su café antes de responder.—Uno que involucra a ciertos contactos en el este. Gente a la que Vicente no puede controlar, pero que yo conozco bien. —Sus ojos se clavan en los míos, desafiándome a comprender lo que está insinuando—. Esos contactos están dispuestos a cambiar de bando si se les ofrece algo más interesante.Ahí está.Dmitri no solo me está ofreciendo información; me está ofreciendo una salida. Una vía de escape del control de Vicente y de la Reina, si estoy dispuesta a tomarla. Pero, como siempre, hay un precio.—¿Y qué quieren a cambio? —pregunto, sabiendo que esto no será gratis.Dmitri se reclina en su asiento, con una sonrisa
Llego al hotel donde la Reina me espera. Ella nunca se reúne en lugares públicos. Tiene un pequeño reino en su suite privada de la planta más alta, un lugar que refleja su poder, donde controla el mundo con la misma frialdad con la que maneja sus negocios.La recepcionista ni siquiera me mira al pasar, simplemente me entrega una tarjeta magnética y un código de acceso. Todo está preparado. La Reina me espera, y eso siempre significa una cosa: quiere algo.Al entrar en la suite, me recibe el aroma a flores frescas y cuero caro, mezclado con el suave murmullo de la música clásica de fondo. Ahí está, sentada en su trono personal, elegante y peligrosa como siempre. Lleva un vestido ajustado, negro como su corazón, y me observa con esos ojos afilados que parecen atravesarme.—Valeria —dice sin levantarse, ni siquiera hace un gesto para saludarme—. Qué puntual. Me gusta.Todo en ella es control. Cada palabra, cada movimiento, está calculado para intimidar, para recordarme que estoy en su te
Aquí está la verdadera trampa. Si digo que no, ella sabrá que estoy mintiendo. Si digo que sí, entonces estaré confirmando sus sospechas. Tengo que ser más astuta.—He oído rumores, como todos —respondo, inclinándome un poco hacia adelante para parecer más sincera—. Pero no he tenido ningún trato directo con él. Al menos no todavía. Aunque, si crees que podría ser útil para nuestros planes, podría intentar acercarme a él.La Reina me mira fijamente, como si intentara decidir si estoy diciendo la verdad. Es un momento crítico. Si me equivoco, todo se vendrá abajo.Finalmente, sonríe. Es una sonrisa fría, pero significa que la tensión ha bajado un poco.—Me gusta cómo piensas, Valeria —dice suavemente—. Eres inteligente. Te necesito cerca para lo que viene.Siento un alivio temporal, pero sé que la batalla no ha terminado. Ahora más que nunca, tengo que jugar con cautela.La Reina se levanta y me tiende una mano, en un gesto que nunca antes había visto en ella.—Nos vemos pronto, querid