Llego a casa y me preparo con más esmero del habitual. Esta noche no se trata solo de impresionar a Vicente, se trata de sobrevivir. Me pongo un vestido de seda negro, ajustado en los lugares correctos, algo que sé que llamará su atención, pero sin parecer que estoy haciendo un esfuerzo excesivo. A Vicente le gusta el poder, y yo tengo que recordarle que él no es el único que lo tiene.Cuando llego a su casa, el ambiente es diferente. Hay algo en el aire, algo que no puedo identificar del todo, pero que me hace sentir una punzada de advertencia en el pecho. Los guardias me dejan pasar sin problemas, lo que significa que Vicente los ha informado de que mi visita es esperada. Demasiado esperada, tal vez.Lo encuentro en su salón, sentado en su sillón de cuero favorito, un vaso de whisky en la mano. Sus ojos me siguen cuando entro, como si ya supiera lo que está por venir.—Valeria —dice con ese tono bajo y peligroso que usa cuando no está de humor para juegos—. Me he estado preguntando
La habitación parece más pequeña cuando Vicente me tiene en sus brazos, como si el aire estuviera saturado de su poder y peligro. Cada movimiento suyo está cargado de esa mezcla mortal de deseo y control, y yo juego mi papel a la perfección. Me dejo llevar, pero siempre con una parte de mí calculando, observando, anticipando.Su beso es intenso, casi violento, pero no es nada que no pueda manejar. Es parte del juego. En realidad, todo lo es. Vicente, con todo su poder y su capacidad para destruir a quien se cruce en su camino, es tan vulnerable a mí como yo a él. Lo sabe, y eso lo asusta más que cualquier traición que pueda sospechar.—Valeria —murmura contra mis labios, con una voz cargada de advertencia—. Sabes lo que te haría si me fallas, ¿verdad?Le sostengo la mirada, tan cerca que puedo ver las minúsculas líneas de fatiga en sus ojos. Está cansado. No de mí, pero de todo lo que lo rodea. La paranoia de ser el hombre más poderoso de la ciudad lo está consumiendo poco a poco.—Nu
Me acerco a él y coloco una mano en su hombro, haciéndole sentir que estoy de su lado. Por ahora, al menos.—Estamos juntos en esto, Vicente. Siempre lo hemos estado.Él asiente ligeramente, pero el brillo de sospecha en sus ojos sigue ahí. Nunca desaparece del todo.—Ve a casa —dice finalmente, volviéndose hacia mí con un gesto más suave—. Necesito pensar.Lo beso en la mejilla, un gesto más íntimo de lo que suele permitir, y me retiro hacia la puerta. Mientras salgo, no puedo evitar sentir esa punzada de incertidumbre en el estómago.Esta vez he pasado la prueba. Pero, ¿cuánto más puedo seguir jugando este juego antes de que me alcance?Cuando cierro la puerta tras de mí, el aire frío de la noche me recibe como un recordatorio de lo frágil que es mi situación.Vicente. Dmitri. La Reina.Tres jugadores peligrosos. Y solo uno de nosotros podrá sobrevivir al final de esta partida.Y voy a asegurarme de que sea yo.Mientras camino hacia mi coche, la noche parece más pesada de lo normal.
A la mañana siguiente, me despierto temprano. La luz del sol apenas se filtra por las cortinas cuando me visto, preparando mentalmente el encuentro con Dmitri. Hoy será decisivo. Mientras me miro en el espejo, ajusto mi maquillaje, eligiendo cuidadosamente cada detalle. Una vez más, mi apariencia será mi mejor defensa.Al llegar al lugar acordado, un café discreto en el centro de la ciudad, lo encuentro esperándome en una mesa apartada. Dmitri siempre ha sido más sutil que Vicente. Menos llamativo, pero igual de peligroso. Y más impredecible.—Valeria —me saluda con una sonrisa—. Te ves radiante.—Como siempre —respondo, sentándome frente a él—. ¿Qué tienes para mí?Dmitri deja su taza de café en la mesa y me mira directamente a los ojos.—Vicente está preparando algo grande. Una jugada final. Va a eliminar a todos los que considere una amenaza. Tú y yo estamos en esa lista, aunque aún no lo sepa del todo.Mi corazón se acelera, pero mantengo la compostura. Lo sabía. Vicente no estaba
Mientras me sostiene, noto que Dmitri está en una esquina de la habitación, observando. Es una mirada cargada de significado. Esta noche, todo debe ir como está planeado, o no habrá una segunda oportunidad. Pero hay algo más en su mirada. Una inquietud que no logro descifrar.Vicente me aparta un poco y me ofrece una copa de champán. Parece relajado, o al menos lo está fingiendo bien.—Espero que estés disfrutando de la fiesta —dice, con una sonrisa que no logra borrar la tensión en su mandíbula.—Por supuesto —respondo, tomando un sorbo del champán, pero mis ojos no se despegan de los suyos. Quiero saber qué está pensando, pero con Vicente nunca es fácil. Es un maestro de la máscara, igual que yo.De repente, siento que algo cambia en el ambiente. Una sacudida, una alteración en el aire.Los guardias de Vicente empiezan a moverse discretamente hacia las salidas, como si algo hubiera sido alertado. Dmitri también lo nota, y su expresión cambia. Hay una fracción de segundo en la que nu
Vicente se queda mirándome, sus ojos brillan con esa intensidad que siempre me ha helado la sangre. Sabe que me tiene atrapada. No hay una salida fácil de esta. El aire entre nosotros se vuelve denso, y aunque estoy acostumbrada a la tensión en su presencia, esta vez es diferente. Esta vez, está a punto de romperse todo.Dmitri, sujeto por los guardias de Vicente, no dice una palabra. Su mirada es de puro terror, pero sé que detrás de ese miedo hay frustración. Él también se siente traicionado. ¿Qué esperaba? Jugábamos con fuego, y ahora ambos estamos a punto de quemarnos.—Valeria, querida —Vicente dice mi nombre despacio, como si lo estuviera probando, saboreando su propio poder—. Me has dado un buen espectáculo. Todo este tiempo, pensé que jugábamos el mismo juego, pero resulta que tenías otras intenciones. Qué decepción.—Vicente… —trato de hablar, de salvar lo que queda, pero él levanta una mano, silenciándome.—No. Ya es tarde para excusas —dice, su voz calmada pero cargada de a
Horas más tarde, la fiesta sigue, aunque el ambiente ha cambiado. Dmitri ya no está, su cuerpo fue retirado como si no fuera más que basura. Nadie pregunta, nadie comenta. En el mundo de Vicente, la muerte es solo una parte del negocio. Y yo, ahora, soy su mayor trofeo.Mientras camino por la sala, los ojos de todos se posan en mí, pero nadie se atreve a acercarse. Saben que soy intocable, pero no por las razones que antes creían. Ahora, soy propiedad de Vicente más que nunca, y todos lo ven. Soy su posesión.Cuando la noche finalmente llega a su fin, Vicente se me acerca una última vez, sus manos frías recorriendo mi espalda. Me inclina hacia él, susurrando en mi oído:—Lo has hecho bien, Valeria. Eres exactamente lo que necesito.Y mientras lo miro, con el cuerpo tenso y la mente agotada, sé que acabo de vender mi alma.La madrugada cae sobre nosotros como una manta pesada y sofocante. La mansión de Vicente, normalmente un símbolo de poder y lujo, ahora parece un castillo de sombras
Vicente suspira, como si todo esto fuera un inconveniente menor en su esquema más amplio de poder. Para él, los problemas siempre tienen soluciones sencillas, generalmente implicando balas.—Encárgate de ello. No quiero más sorpresas esta noche —ordena, su tono afilado como un cuchillo.El hombre asiente y se retira rápidamente. La tensión en el aire se siente como una cuerda a punto de romperse. Vicente me mira de nuevo, y sé que lo que viene a continuación no va a ser fácil para ninguno de los dos.—Parece que tu elección de Dmitri no fue tan insignificante después de todo —dice, con una media sonrisa, mientras vuelve a su asiento detrás del escritorio—. Sus hombres aún te ven como un símbolo. Quizás deberíamos usar eso a nuestro favor.No puedo creer lo que está sugiriendo. Quiere que me enfrente a ellos, que sea su emisaria, una cara familiar para calmar las aguas antes de que se conviertan en un baño de sangre.—No me pondré frente a ellos, Vicente. Me matarían al instante —respo