Me acerco a él y coloco una mano en su hombro, haciéndole sentir que estoy de su lado. Por ahora, al menos.—Estamos juntos en esto, Vicente. Siempre lo hemos estado.Él asiente ligeramente, pero el brillo de sospecha en sus ojos sigue ahí. Nunca desaparece del todo.—Ve a casa —dice finalmente, volviéndose hacia mí con un gesto más suave—. Necesito pensar.Lo beso en la mejilla, un gesto más íntimo de lo que suele permitir, y me retiro hacia la puerta. Mientras salgo, no puedo evitar sentir esa punzada de incertidumbre en el estómago.Esta vez he pasado la prueba. Pero, ¿cuánto más puedo seguir jugando este juego antes de que me alcance?Cuando cierro la puerta tras de mí, el aire frío de la noche me recibe como un recordatorio de lo frágil que es mi situación.Vicente. Dmitri. La Reina.Tres jugadores peligrosos. Y solo uno de nosotros podrá sobrevivir al final de esta partida.Y voy a asegurarme de que sea yo.Mientras camino hacia mi coche, la noche parece más pesada de lo normal.
A la mañana siguiente, me despierto temprano. La luz del sol apenas se filtra por las cortinas cuando me visto, preparando mentalmente el encuentro con Dmitri. Hoy será decisivo. Mientras me miro en el espejo, ajusto mi maquillaje, eligiendo cuidadosamente cada detalle. Una vez más, mi apariencia será mi mejor defensa.Al llegar al lugar acordado, un café discreto en el centro de la ciudad, lo encuentro esperándome en una mesa apartada. Dmitri siempre ha sido más sutil que Vicente. Menos llamativo, pero igual de peligroso. Y más impredecible.—Valeria —me saluda con una sonrisa—. Te ves radiante.—Como siempre —respondo, sentándome frente a él—. ¿Qué tienes para mí?Dmitri deja su taza de café en la mesa y me mira directamente a los ojos.—Vicente está preparando algo grande. Una jugada final. Va a eliminar a todos los que considere una amenaza. Tú y yo estamos en esa lista, aunque aún no lo sepa del todo.Mi corazón se acelera, pero mantengo la compostura. Lo sabía. Vicente no estaba
Mientras me sostiene, noto que Dmitri está en una esquina de la habitación, observando. Es una mirada cargada de significado. Esta noche, todo debe ir como está planeado, o no habrá una segunda oportunidad. Pero hay algo más en su mirada. Una inquietud que no logro descifrar.Vicente me aparta un poco y me ofrece una copa de champán. Parece relajado, o al menos lo está fingiendo bien.—Espero que estés disfrutando de la fiesta —dice, con una sonrisa que no logra borrar la tensión en su mandíbula.—Por supuesto —respondo, tomando un sorbo del champán, pero mis ojos no se despegan de los suyos. Quiero saber qué está pensando, pero con Vicente nunca es fácil. Es un maestro de la máscara, igual que yo.De repente, siento que algo cambia en el ambiente. Una sacudida, una alteración en el aire.Los guardias de Vicente empiezan a moverse discretamente hacia las salidas, como si algo hubiera sido alertado. Dmitri también lo nota, y su expresión cambia. Hay una fracción de segundo en la que nu
Vicente se queda mirándome, sus ojos brillan con esa intensidad que siempre me ha helado la sangre. Sabe que me tiene atrapada. No hay una salida fácil de esta. El aire entre nosotros se vuelve denso, y aunque estoy acostumbrada a la tensión en su presencia, esta vez es diferente. Esta vez, está a punto de romperse todo.Dmitri, sujeto por los guardias de Vicente, no dice una palabra. Su mirada es de puro terror, pero sé que detrás de ese miedo hay frustración. Él también se siente traicionado. ¿Qué esperaba? Jugábamos con fuego, y ahora ambos estamos a punto de quemarnos.—Valeria, querida —Vicente dice mi nombre despacio, como si lo estuviera probando, saboreando su propio poder—. Me has dado un buen espectáculo. Todo este tiempo, pensé que jugábamos el mismo juego, pero resulta que tenías otras intenciones. Qué decepción.—Vicente… —trato de hablar, de salvar lo que queda, pero él levanta una mano, silenciándome.—No. Ya es tarde para excusas —dice, su voz calmada pero cargada de a
Horas más tarde, la fiesta sigue, aunque el ambiente ha cambiado. Dmitri ya no está, su cuerpo fue retirado como si no fuera más que basura. Nadie pregunta, nadie comenta. En el mundo de Vicente, la muerte es solo una parte del negocio. Y yo, ahora, soy su mayor trofeo.Mientras camino por la sala, los ojos de todos se posan en mí, pero nadie se atreve a acercarse. Saben que soy intocable, pero no por las razones que antes creían. Ahora, soy propiedad de Vicente más que nunca, y todos lo ven. Soy su posesión.Cuando la noche finalmente llega a su fin, Vicente se me acerca una última vez, sus manos frías recorriendo mi espalda. Me inclina hacia él, susurrando en mi oído:—Lo has hecho bien, Valeria. Eres exactamente lo que necesito.Y mientras lo miro, con el cuerpo tenso y la mente agotada, sé que acabo de vender mi alma.La madrugada cae sobre nosotros como una manta pesada y sofocante. La mansión de Vicente, normalmente un símbolo de poder y lujo, ahora parece un castillo de sombras
Vicente suspira, como si todo esto fuera un inconveniente menor en su esquema más amplio de poder. Para él, los problemas siempre tienen soluciones sencillas, generalmente implicando balas.—Encárgate de ello. No quiero más sorpresas esta noche —ordena, su tono afilado como un cuchillo.El hombre asiente y se retira rápidamente. La tensión en el aire se siente como una cuerda a punto de romperse. Vicente me mira de nuevo, y sé que lo que viene a continuación no va a ser fácil para ninguno de los dos.—Parece que tu elección de Dmitri no fue tan insignificante después de todo —dice, con una media sonrisa, mientras vuelve a su asiento detrás del escritorio—. Sus hombres aún te ven como un símbolo. Quizás deberíamos usar eso a nuestro favor.No puedo creer lo que está sugiriendo. Quiere que me enfrente a ellos, que sea su emisaria, una cara familiar para calmar las aguas antes de que se conviertan en un baño de sangre.—No me pondré frente a ellos, Vicente. Me matarían al instante —respo
Cuando salgo del baño, Vicente ya está despierto, sentado en el borde de la cama, observándome. Siempre observándome. Hay una sonrisa ligera en su rostro, como si la tensión de la noche anterior hubiera sido solo un mal sueño.—¿Estás lista? —me pregunta, como si lo que estoy a punto de hacer fuera una simple tarea más.Asiento, aunque en el fondo no estoy lista para nada. No hay preparación suficiente para enfrentarse a los hombres de Dmitri, aquellos que lo querían, que lo veían como algo más que una simple pieza en el tablero de Vicente. Para ellos, yo soy la causa de su muerte, el peón traidor que los dejó sin su líder.—Los hombres te estarán esperando en el almacén del puerto —me dice Vicente mientras se levanta, su voz fría como siempre—. Tienes que calmarlos. Convencerlos de que Dmitri fue un traidor, que no merecía su lealtad.La ironía en todo esto es sofocante. Dmitri fue un traidor, sí, pero no a ellos. Fue traidor a Vicente, a mí, al juego que habíamos estado jugando todo
Sergei me mira con desconfianza, sus ojos parecen perforarme. Sabe que hay algo más detrás de todo esto. Sabe que no estoy diciéndolo todo. Pero la pregunta es: ¿le importa?Después de un silencio largo e incómodo, finalmente habla.—Nos vamos a quedar con Vicente —dice lentamente, aunque su tono es de advertencia—, pero si alguna vez descubrimos que estás mintiendo, Valeria… te haremos pagar. Con sangre.Asiento, sabiendo que mi vida está colgando de un hilo cada vez más fino. Salgo del almacén con el corazón acelerado, sabiendo que he ganado algo de tiempo. Pero el reloj sigue corriendo, y en este juego, el tiempo siempre es la verdadera moneda.Al regresar a la mansión, Vicente me espera en su despacho, con una sonrisa satisfecha.—Sabía que lo lograrías —dice mientras se levanta para recibirme—. Eres demasiado valiosa para fallar.Pero lo que él no sabe es que, en el fondo, ya he comenzado a fallar. Porque no sé cuánto tiempo más podré seguir jugando este juego sin destruirme en e