Llego al hotel donde la Reina me espera. Ella nunca se reúne en lugares públicos. Tiene un pequeño reino en su suite privada de la planta más alta, un lugar que refleja su poder, donde controla el mundo con la misma frialdad con la que maneja sus negocios.La recepcionista ni siquiera me mira al pasar, simplemente me entrega una tarjeta magnética y un código de acceso. Todo está preparado. La Reina me espera, y eso siempre significa una cosa: quiere algo.Al entrar en la suite, me recibe el aroma a flores frescas y cuero caro, mezclado con el suave murmullo de la música clásica de fondo. Ahí está, sentada en su trono personal, elegante y peligrosa como siempre. Lleva un vestido ajustado, negro como su corazón, y me observa con esos ojos afilados que parecen atravesarme.—Valeria —dice sin levantarse, ni siquiera hace un gesto para saludarme—. Qué puntual. Me gusta.Todo en ella es control. Cada palabra, cada movimiento, está calculado para intimidar, para recordarme que estoy en su te
Aquí está la verdadera trampa. Si digo que no, ella sabrá que estoy mintiendo. Si digo que sí, entonces estaré confirmando sus sospechas. Tengo que ser más astuta.—He oído rumores, como todos —respondo, inclinándome un poco hacia adelante para parecer más sincera—. Pero no he tenido ningún trato directo con él. Al menos no todavía. Aunque, si crees que podría ser útil para nuestros planes, podría intentar acercarme a él.La Reina me mira fijamente, como si intentara decidir si estoy diciendo la verdad. Es un momento crítico. Si me equivoco, todo se vendrá abajo.Finalmente, sonríe. Es una sonrisa fría, pero significa que la tensión ha bajado un poco.—Me gusta cómo piensas, Valeria —dice suavemente—. Eres inteligente. Te necesito cerca para lo que viene.Siento un alivio temporal, pero sé que la batalla no ha terminado. Ahora más que nunca, tengo que jugar con cautela.La Reina se levanta y me tiende una mano, en un gesto que nunca antes había visto en ella.—Nos vemos pronto, querid
Llego a casa y me preparo con más esmero del habitual. Esta noche no se trata solo de impresionar a Vicente, se trata de sobrevivir. Me pongo un vestido de seda negro, ajustado en los lugares correctos, algo que sé que llamará su atención, pero sin parecer que estoy haciendo un esfuerzo excesivo. A Vicente le gusta el poder, y yo tengo que recordarle que él no es el único que lo tiene.Cuando llego a su casa, el ambiente es diferente. Hay algo en el aire, algo que no puedo identificar del todo, pero que me hace sentir una punzada de advertencia en el pecho. Los guardias me dejan pasar sin problemas, lo que significa que Vicente los ha informado de que mi visita es esperada. Demasiado esperada, tal vez.Lo encuentro en su salón, sentado en su sillón de cuero favorito, un vaso de whisky en la mano. Sus ojos me siguen cuando entro, como si ya supiera lo que está por venir.—Valeria —dice con ese tono bajo y peligroso que usa cuando no está de humor para juegos—. Me he estado preguntando
La habitación parece más pequeña cuando Vicente me tiene en sus brazos, como si el aire estuviera saturado de su poder y peligro. Cada movimiento suyo está cargado de esa mezcla mortal de deseo y control, y yo juego mi papel a la perfección. Me dejo llevar, pero siempre con una parte de mí calculando, observando, anticipando.Su beso es intenso, casi violento, pero no es nada que no pueda manejar. Es parte del juego. En realidad, todo lo es. Vicente, con todo su poder y su capacidad para destruir a quien se cruce en su camino, es tan vulnerable a mí como yo a él. Lo sabe, y eso lo asusta más que cualquier traición que pueda sospechar.—Valeria —murmura contra mis labios, con una voz cargada de advertencia—. Sabes lo que te haría si me fallas, ¿verdad?Le sostengo la mirada, tan cerca que puedo ver las minúsculas líneas de fatiga en sus ojos. Está cansado. No de mí, pero de todo lo que lo rodea. La paranoia de ser el hombre más poderoso de la ciudad lo está consumiendo poco a poco.—Nu
Me acerco a él y coloco una mano en su hombro, haciéndole sentir que estoy de su lado. Por ahora, al menos.—Estamos juntos en esto, Vicente. Siempre lo hemos estado.Él asiente ligeramente, pero el brillo de sospecha en sus ojos sigue ahí. Nunca desaparece del todo.—Ve a casa —dice finalmente, volviéndose hacia mí con un gesto más suave—. Necesito pensar.Lo beso en la mejilla, un gesto más íntimo de lo que suele permitir, y me retiro hacia la puerta. Mientras salgo, no puedo evitar sentir esa punzada de incertidumbre en el estómago.Esta vez he pasado la prueba. Pero, ¿cuánto más puedo seguir jugando este juego antes de que me alcance?Cuando cierro la puerta tras de mí, el aire frío de la noche me recibe como un recordatorio de lo frágil que es mi situación.Vicente. Dmitri. La Reina.Tres jugadores peligrosos. Y solo uno de nosotros podrá sobrevivir al final de esta partida.Y voy a asegurarme de que sea yo.Mientras camino hacia mi coche, la noche parece más pesada de lo normal.
A la mañana siguiente, me despierto temprano. La luz del sol apenas se filtra por las cortinas cuando me visto, preparando mentalmente el encuentro con Dmitri. Hoy será decisivo. Mientras me miro en el espejo, ajusto mi maquillaje, eligiendo cuidadosamente cada detalle. Una vez más, mi apariencia será mi mejor defensa.Al llegar al lugar acordado, un café discreto en el centro de la ciudad, lo encuentro esperándome en una mesa apartada. Dmitri siempre ha sido más sutil que Vicente. Menos llamativo, pero igual de peligroso. Y más impredecible.—Valeria —me saluda con una sonrisa—. Te ves radiante.—Como siempre —respondo, sentándome frente a él—. ¿Qué tienes para mí?Dmitri deja su taza de café en la mesa y me mira directamente a los ojos.—Vicente está preparando algo grande. Una jugada final. Va a eliminar a todos los que considere una amenaza. Tú y yo estamos en esa lista, aunque aún no lo sepa del todo.Mi corazón se acelera, pero mantengo la compostura. Lo sabía. Vicente no estaba
Mientras me sostiene, noto que Dmitri está en una esquina de la habitación, observando. Es una mirada cargada de significado. Esta noche, todo debe ir como está planeado, o no habrá una segunda oportunidad. Pero hay algo más en su mirada. Una inquietud que no logro descifrar.Vicente me aparta un poco y me ofrece una copa de champán. Parece relajado, o al menos lo está fingiendo bien.—Espero que estés disfrutando de la fiesta —dice, con una sonrisa que no logra borrar la tensión en su mandíbula.—Por supuesto —respondo, tomando un sorbo del champán, pero mis ojos no se despegan de los suyos. Quiero saber qué está pensando, pero con Vicente nunca es fácil. Es un maestro de la máscara, igual que yo.De repente, siento que algo cambia en el ambiente. Una sacudida, una alteración en el aire.Los guardias de Vicente empiezan a moverse discretamente hacia las salidas, como si algo hubiera sido alertado. Dmitri también lo nota, y su expresión cambia. Hay una fracción de segundo en la que nu
Vicente se queda mirándome, sus ojos brillan con esa intensidad que siempre me ha helado la sangre. Sabe que me tiene atrapada. No hay una salida fácil de esta. El aire entre nosotros se vuelve denso, y aunque estoy acostumbrada a la tensión en su presencia, esta vez es diferente. Esta vez, está a punto de romperse todo.Dmitri, sujeto por los guardias de Vicente, no dice una palabra. Su mirada es de puro terror, pero sé que detrás de ese miedo hay frustración. Él también se siente traicionado. ¿Qué esperaba? Jugábamos con fuego, y ahora ambos estamos a punto de quemarnos.—Valeria, querida —Vicente dice mi nombre despacio, como si lo estuviera probando, saboreando su propio poder—. Me has dado un buen espectáculo. Todo este tiempo, pensé que jugábamos el mismo juego, pero resulta que tenías otras intenciones. Qué decepción.—Vicente… —trato de hablar, de salvar lo que queda, pero él levanta una mano, silenciándome.—No. Ya es tarde para excusas —dice, su voz calmada pero cargada de a