Vicente se queda mirándome fijamente, su mandíbula tensa. Es una guerra interna la que se está librando en su cabeza, entre su deseo de castigarme y la posibilidad de que tal vez tenga razón. Es un hombre acostumbrado a controlar todo, y la simple idea de que alguien más lo esté manipulando lo consume.—Sabes lo que pasa cuando alguien me traiciona, Valeria —dice, su voz baja y controlada, pero con una amenaza tan clara como el filo de una navaja.—Lo sé —respondo, enfrentándolo con la mirada—. Y por eso estoy aquí. No para traicionarte, sino para advertirte. La Reina está apostando a que me mates, Vicente. Sabe que si lo haces, no solo te desmoronarás emocionalmente, sino que también perderás aliados. Tu gente te ve como un líder implacable, pero si me ejecutas sin razón, empezarás a parecer impulsivo, débil.Sus ojos se entrecierran. Tocaste un nervio, Valeria, me digo a mí misma. Esa es la llave.—¿Débil? —repite, con incredulidad y furia. Vicente odia más que nada que lo perciban
Miro alrededor, asegurándome de que realmente me ha dejado sola. Vicente es impredecible, y la paranoia que siento no es injustificada. Pero cuando estoy segura de que no hay ojos mirándome desde las sombras, saco mi celular y marco otro número. Esta vez, es alguien que ni Vicente ni la Reina sospecharían.—¿Está hecho? —la voz al otro lado suena seca, directa.—No, pero casi —respondo, mi tono bajo—. Lo tengo a punto, pero necesito más tiempo.—El tiempo no es lo que más abunda, Valeria —me recuerda la voz, con esa nota de impaciencia que me irrita.—Lo sé. Pero las cosas con Vicente no se pueden apresurar. Si lo empujo demasiado rápido, saltará. Y entonces todo se vendrá abajo. Dame un par de días más.Hay un silencio breve al otro lado de la línea. Sé que no están contentos con mi respuesta, pero tampoco pueden permitirse perderme. Soy la clave para desestabilizar a Vicente, y ellos lo saben tan bien como yo.—Está bien —dice la voz—, pero asegúrate de que esos días cuenten. La Rei
Mientras el coche avanza por las calles desiertas, me quedo en silencio, procesando lo que acaba de pasar. Vicente no me mató, pero eso no significa que esté a salvo. De hecho, probablemente esté más en peligro que nunca. El hecho de que me dejara ir solo significa que ahora está calculando su próximo movimiento, y cuando lo haga, será brutal.—¿Vas a decirme cuál es el plan ahora, o tengo que seguir adivinando? —pregunta él, con una sonrisa a medias, como si disfrutara del misterio.—Si te lo dijera todo, ya no sería divertido, ¿verdad? —respondo con un sarcasmo suave, pero sé que eventualmente tendré que confiarle más detalles. Él es mi última carta, la única persona que no está involucrada directamente en esta guerra de egos y traiciones, al menos no todavía.Su sonrisa se desvanece un poco, y noto un brillo de preocupación en sus ojos.—Valeria, solo asegúrate de no estar jugando con fuego más de la cuenta. Sabes que esta gente no perdona, y menos cuando se trata de traiciones. Vi
Miro mi celular. Una parte de mí quiere llamarla, pedir otra reunión, mover las piezas del tablero un poco más rápido. Pero si apresuro esto, todo se vendrá abajo. Necesito jugar bien mis cartas, hacer que ambos bandos confíen en mí lo suficiente como para no verme como una amenaza, al menos por ahora.Mis ojos empiezan a cerrarse por el cansancio, pero justo antes de quedarme dormida, mi celular vibra en la mesa. Lo agarro, y el mensaje que aparece en la pantalla me hiela la sangre."Te estás quedando sin tiempo. Haz tu jugada antes de que la Reina lo haga por ti."No hay remitente. No es Vicente, y definitivamente no es la Reina.¿Quién demonios más está en este juego?Me siento de golpe, completamente despierta. Esto no estaba en los planes. Alguien más está observando. Y lo peor es que, ahora, ni siquiera sé cuántos bandos hay en realidad. Ni cuántos más estarán dispuestos a derribarme.Una cosa es clara: el reloj está corriendo.El mensaje aún parpadea en la pantalla de mi celula
Hay una pausa al otro lado de la línea. Puedo sentir su sonrisa, esa que usa cuando cree que está ganando. Perfecto, que siga pensando eso.—Bien —dice—. Mañana, el lugar de siempre.Cuelgo antes de que pueda decir algo más. No le doy la oportunidad de controlarme antes de tiempo. Control es lo único que tengo en esta situación, y no voy a soltarlo tan fácilmente.Me apoyo contra la pared, sintiendo el frío del yeso contra mi espalda. Mañana voy a ver a la Reina. Será otro juego peligroso, pero esta vez tengo la ventaja de saber que alguien más está moviendo piezas. Si puedo lograr que ella piense que soy su aliada hasta el último momento, tendré suficiente tiempo para encontrar al tercero en discordia.Al día siguiente, el lugar de la reunión es tan discreto como siempre. Un club exclusivo, el tipo de lugar donde nadie hace preguntas, donde los secretos mueren entre copas de champán y luces tenues. Me visto para la ocasión: un vestido negro ajustado, de seda, que cae sobre mi cuerpo
La Reina se queda en silencio unos segundos más, su expresión controlada, pero sus ojos traicionan algo que no suele dejar escapar: duda. En este juego de poder, la duda es un arma, y saber que he logrado sembrarla en su mente me da una ventaja que no pienso desperdiciar.—¿Estás sugiriendo que no tengo el control absoluto de esta situación, Valeria? —pregunta, con una sonrisa que no llega a los ojos. Es una amenaza disfrazada de pregunta.—No sugiero nada —le respondo con frialdad—. Solo sé que tú tampoco tienes toda la información. Y en este juego, la falta de información puede costarte caro.La Reina apoya la copa en la mesa con un movimiento suave, pero el eco que deja resuena más de lo necesario. Sabe que lo que he dicho es verdad, y eso la pone en una posición incómoda. No está acostumbrada a que la desafíen, mucho menos que le insinúen que hay un factor que no ha considerado.—¿Y qué crees saber que yo no sepa? —su tono ahora es menos complaciente, más peligroso.Perfecto. Que
Salgo del club, y mientras camino por las calles iluminadas de la ciudad, siento una mezcla de alivio y adrenalina. He conseguido lo que quería. Ahora, tengo a la Reina a la expectativa, y aunque no confía plenamente en mí, le he dado algo que la obliga a mantenerme cerca.Lo que no sabe es que mi lealtad no está con ella ni con Vicente. Mi única lealtad es hacia mí misma. Y este “tercer jugador”, sea quien sea, va a descubrir pronto que no soy alguien que se deje manipular tan fácilmente.Al llegar a mi apartamento, entro directamente a la ducha, dejando que el agua caliente limpie la tensión acumulada en mi cuerpo. Pienso en el mensaje anónimo, en quién podría estar detrás. ¿Será alguien que ya conozco? ¿Alguien que ha estado jugando desde las sombras todo este tiempo?Mientras el agua cae sobre mi piel, siento que la paranoia empieza a ganar terreno. Este juego no es solo peligroso, es mortal, y si cometo un solo error, no tendré segundas oportunidades.Pero entonces, mientras el v
Tengo que moverme rápido. No puedo dejar que me acorrale. Pienso en lo que viene a continuación, en cómo la Reina podría reaccionar si sabe que Vicente se adelanta a nuestra jugada. Podría perder interés en mí y entregarme. Eso no me conviene.Me visto rápido, con ropa que pueda pasar desapercibida, un suéter sencillo y jeans. Ya no es momento de usar la seducción como arma; esto requiere discreción. El plan es simple: hablar con Vicente antes de que haga algo impulsivo y termine poniendo fin a todo este juego de poder.Cuando salgo del apartamento, la calle está más oscura de lo normal. El aire huele a humedad, y los faros de los coches que pasan parecen sombras que se deslizan. Camino con rapidez, pero sin correr, hacia el lugar donde Vicente suele reunirse con sus hombres. Es un club de mala muerte, su cuartel general. Si voy directamente hacia él, tal vez pueda calmar las aguas antes de que alguien salga herido.Llego a la puerta del club, donde dos tipos grandotes, musculosos y c