Vicente, sin decir una palabra, comienza a caminar hacia la salida del cabaret, su paso decidido, y puedo ver a uno de sus guardaespaldas siguiéndolo de cerca. Me apresuro a interceptarlo antes de que haga algo estúpido.—Vicente, espera —digo, poniéndome delante de él.—Ese malnacido es de Ortega —responde con los dientes apretados, señalando disimuladamente a un hombre que está hablando con Tinna al otro lado de la sala—. Voy a arrancarle la garganta.—Eso es justo lo que Ortega quiere —le digo, agarrándolo del brazo—. Si lo matas aquí, delante de todos, desatarás una guerra que no podremos controlar.Sus ojos están llenos de ira, pero detrás de eso hay algo más. Ortega lo está empujando al límite, y Vicente está empezando a perder el control.—Escúchame, Vicente —insisto, acercándome más, bajando la voz para que solo él pueda escucharme—. Ortega quiere que actúes por impulso. Si le sigues el juego, le darás justo lo que necesita para destrozarnos. Déjame a mí manejar esto. Confía e
Mi mente trabaja rápidamente. Ortega no es tonto. Si planea atacar el cabaret, lo hará con la intención de que Vicente pierda la cabeza y actúe impulsivamente. Y Vicente lo hará. Ese es el mayor riesgo de todo esto.—Llama a tus hombres —le digo a Luis—. Ortega va a atacar el cabaret. Asegúrate de que estemos preparados.Mientras Luis se va, me acerco de nuevo al hombre que acaba de confesar. Le sonrío, una sonrisa que no tiene nada de calidez.—Gracias por tu cooperación —le digo suavemente—. Pero lamentablemente, no podemos dejar cabos sueltos.Luis, que acaba de regresar, le dispara en la cabeza sin pensarlo dos veces. Un movimiento limpio, rápido.El sonido del disparo resuena por todo el club, silenciando las risas y conversaciones. Los ojos de todos se vuelven hacia nosotros. Vicente se levanta de su mesa, completamente alerta, y veo cómo su rostro se transforma. Él también sabe lo que esto significa.Me acerco a él, mientras el silencio aún reina en el cabaret.—Ortega viene ha
Sonrío. Ahora es cuando las piezas empiezan a caer en su lugar.—Ortega cree que tiene la ventaja porque te está provocando —le digo, inclinándome un poco hacia él—. Lo que no sabe es que nosotros lo estamos provocando a él. Si aparece aquí con todos sus hombres, pensará que tiene la ventaja del número. Pero lo que no sabe es que ya hemos reforzado el lugar. Tenemos hombres en los callejones, en los tejados y en cada esquina.—Lo atraparemos en su propio juego —añado—. Haremos que sus hombres se sientan seguros al entrar, que crean que tienen el control. Y justo cuando piense que ha ganado, lo rodeamos. No dejaremos que ninguno salga con vida.La sonrisa de Vicente es lenta, peligrosa, pero he captado su atención. Esta es la parte que más le gusta: la sangre, la venganza, el control absoluto.—Entonces que venga —dice, su voz baja pero cargada de poder—. Esta noche, Ortega va a conocer el verdadero infierno.Nos movemos con rapidez. Los hombres de Vicente comienzan a posicionarse alre
Los hombres de Ortega intentan reaccionar, pero están rodeados. Luis da la señal, y en un instante, las balas comienzan a volar.El cabaret se convierte en un campo de batalla. Las mesas vuelan, las sillas se rompen, y los gritos llenan el aire. Tinna se aparta justo a tiempo, desapareciendo entre las sombras mientras los hombres de Vicente eliminan a los de Ortega uno por uno.Ortega, desesperado, intenta retroceder, pero Vicente se acerca a él con una calma aterradora.—Te dije que esta noche sería tu última —dice Vicente, justo antes de disparar.Y en ese momento, todo termina.El cuerpo de Ortega cae al suelo, inerte. El cabaret está en ruinas, pero hemos ganado. Vicente ha ganado.Mientras el silencio regresa lentamente, y los hombres de Vicente comienzan a limpiar el desastre, me acerco a él. Está de pie sobre el cuerpo de Ortega, con una expresión que mezcla satisfacción y vacío.—Es solo el comienzo —le digo suavemente, y él asiente.Pero ambos sabemos que, aunque Ortega está
Pero mientras disfruto de este momento, algo en el ambiente cambia. Una sensación de que algo se avecina. No puedo identificarlo, pero lo siento, como un murmullo en el viento que atraviesa las ventanas rotas del cabaret.Luis, que ha estado observando desde el otro lado de la sala, se acerca rápidamente, sus pasos apenas audibles entre el caos.—Tenemos un problema —dice en voz baja, pero lo suficientemente fuerte como para captar la atención de Vicente.—¿Qué pasa ahora? —pregunta Vicente, girándose hacia él con impaciencia.Luis vacila un segundo, y eso es suficiente para que yo sepa que lo que sea que esté por venir no será sencillo.—Hay rumores... de que Ortega no estaba solo. Alguien más está moviendo los hilos desde las sombras. Y parece que ya están en marcha para tomar su lugar.Ahí está. La inevitable continuación de la historia. Siempre hay alguien más esperando en las sombras, listo para llenar el vacío de poder que ha dejado un cadáver aún tibio. Y Vicente, como siempre,
Luis asiente y sale del cabaret a toda prisa, dejando a Vicente conmigo. El silencio entre nosotros es denso, como si ambos supiéramos que esta batalla no será como las anteriores. Y tengo razón al pensar eso.Me acerco a Vicente, que sigue mirando el cuerpo inerte de Ortega en el suelo, como si su muerte no fuera suficiente para calmar la furia que lleva dentro.—¿Qué piensas? —le pregunto suavemente, inclinándome un poco hacia él, asegurándome de que mi presencia sea imposible de ignorar.—Que no he terminado —responde, sin mirarme—. Ortega fue solo el principio. La Reina será el verdadero desafío.—No tienes ni idea de quién es, ¿verdad? —me río suavemente, y eso lo irrita. A Vicente no le gusta estar en la oscuridad. Pero lo necesita. Necesita que lo reten, que lo pongan a prueba, o se consumirá en su propio poder.—Lo averiguaré —responde con los dientes apretados.—Claro que lo harás —digo, rodeando lentamente su cuerpo con el mío. Lo toco levemente en el brazo—. Pero la pregunt
El beso se vuelve más intenso, más apasionado. Su necesidad de mí es palpable, y eso es lo que lo hace vulnerable. Es un hombre poderoso, sí, pero cuando está conmigo, es un hombre que necesita algo más que poder. Me necesita a mí, aunque nunca lo admitiría.Me dejo llevar por el momento, sabiendo que cada caricia, cada susurro, lo ata más a mí. Lo mantengo cerca, lo suficiente para que nunca olvide que, aunque él cree tener el control, en realidad soy yo quien lo maneja.Pero incluso mientras nos perdemos en esta tormenta de pasión, la sombra de la Reina de la Noche sigue presente en nuestras mentes. Ella es la próxima jugada en este tablero de ajedrez, y sé que su llegada cambiará todo.Nos separamos lentamente, y la mirada de Vicente aún arde con deseo. Pero también con algo más. Algo que no está dispuesto a admitir.—Esto no ha terminado, Valeria —me dice, su voz ronca y baja.—Nunca lo está —le respondo suavemente, acariciando su rostro con una mano—. Pero recuerda, Vicente… las
Vicente me mira con una intensidad que podría hacer temblar a cualquiera, pero a mí solo me provoca. Él cree que el mundo puede doblegarse a su voluntad, y tal vez tenga razón, en parte. Pero hay algo en esta situación que lo está sacando de su zona de confort, y eso me fascina.—Voy a encontrarla —dice, cada palabra cargada de una rabia contenida—. Y cuando lo haga, va a desear nunca haber salido de las sombras.—Me pregunto… —murmuro, pasando mis dedos suavemente por su pecho, viendo cómo su respiración se acelera—, ¿qué harás cuando la encuentres? ¿La destruirás como a los demás? ¿O habrá algo en ella que te intrigue, que te atrape?Vicente me toma del brazo, no de forma brusca, pero lo suficientemente firme como para que sienta su necesidad de control.—Lo que haga con ella no te concierne, Valeria —me susurra, y su voz está cargada de deseo y advertencia—. Pero no me desafíes. Sabes cómo termino con los que se interponen en mi camino.—Ah, Vicente… —le respondo, inclinándome lo s