Los hombres de Ortega intentan reaccionar, pero están rodeados. Luis da la señal, y en un instante, las balas comienzan a volar.El cabaret se convierte en un campo de batalla. Las mesas vuelan, las sillas se rompen, y los gritos llenan el aire. Tinna se aparta justo a tiempo, desapareciendo entre las sombras mientras los hombres de Vicente eliminan a los de Ortega uno por uno.Ortega, desesperado, intenta retroceder, pero Vicente se acerca a él con una calma aterradora.—Te dije que esta noche sería tu última —dice Vicente, justo antes de disparar.Y en ese momento, todo termina.El cuerpo de Ortega cae al suelo, inerte. El cabaret está en ruinas, pero hemos ganado. Vicente ha ganado.Mientras el silencio regresa lentamente, y los hombres de Vicente comienzan a limpiar el desastre, me acerco a él. Está de pie sobre el cuerpo de Ortega, con una expresión que mezcla satisfacción y vacío.—Es solo el comienzo —le digo suavemente, y él asiente.Pero ambos sabemos que, aunque Ortega está
Pero mientras disfruto de este momento, algo en el ambiente cambia. Una sensación de que algo se avecina. No puedo identificarlo, pero lo siento, como un murmullo en el viento que atraviesa las ventanas rotas del cabaret.Luis, que ha estado observando desde el otro lado de la sala, se acerca rápidamente, sus pasos apenas audibles entre el caos.—Tenemos un problema —dice en voz baja, pero lo suficientemente fuerte como para captar la atención de Vicente.—¿Qué pasa ahora? —pregunta Vicente, girándose hacia él con impaciencia.Luis vacila un segundo, y eso es suficiente para que yo sepa que lo que sea que esté por venir no será sencillo.—Hay rumores... de que Ortega no estaba solo. Alguien más está moviendo los hilos desde las sombras. Y parece que ya están en marcha para tomar su lugar.Ahí está. La inevitable continuación de la historia. Siempre hay alguien más esperando en las sombras, listo para llenar el vacío de poder que ha dejado un cadáver aún tibio. Y Vicente, como siempre,
Luis asiente y sale del cabaret a toda prisa, dejando a Vicente conmigo. El silencio entre nosotros es denso, como si ambos supiéramos que esta batalla no será como las anteriores. Y tengo razón al pensar eso.Me acerco a Vicente, que sigue mirando el cuerpo inerte de Ortega en el suelo, como si su muerte no fuera suficiente para calmar la furia que lleva dentro.—¿Qué piensas? —le pregunto suavemente, inclinándome un poco hacia él, asegurándome de que mi presencia sea imposible de ignorar.—Que no he terminado —responde, sin mirarme—. Ortega fue solo el principio. La Reina será el verdadero desafío.—No tienes ni idea de quién es, ¿verdad? —me río suavemente, y eso lo irrita. A Vicente no le gusta estar en la oscuridad. Pero lo necesita. Necesita que lo reten, que lo pongan a prueba, o se consumirá en su propio poder.—Lo averiguaré —responde con los dientes apretados.—Claro que lo harás —digo, rodeando lentamente su cuerpo con el mío. Lo toco levemente en el brazo—. Pero la pregunt
El beso se vuelve más intenso, más apasionado. Su necesidad de mí es palpable, y eso es lo que lo hace vulnerable. Es un hombre poderoso, sí, pero cuando está conmigo, es un hombre que necesita algo más que poder. Me necesita a mí, aunque nunca lo admitiría.Me dejo llevar por el momento, sabiendo que cada caricia, cada susurro, lo ata más a mí. Lo mantengo cerca, lo suficiente para que nunca olvide que, aunque él cree tener el control, en realidad soy yo quien lo maneja.Pero incluso mientras nos perdemos en esta tormenta de pasión, la sombra de la Reina de la Noche sigue presente en nuestras mentes. Ella es la próxima jugada en este tablero de ajedrez, y sé que su llegada cambiará todo.Nos separamos lentamente, y la mirada de Vicente aún arde con deseo. Pero también con algo más. Algo que no está dispuesto a admitir.—Esto no ha terminado, Valeria —me dice, su voz ronca y baja.—Nunca lo está —le respondo suavemente, acariciando su rostro con una mano—. Pero recuerda, Vicente… las
Vicente me mira con una intensidad que podría hacer temblar a cualquiera, pero a mí solo me provoca. Él cree que el mundo puede doblegarse a su voluntad, y tal vez tenga razón, en parte. Pero hay algo en esta situación que lo está sacando de su zona de confort, y eso me fascina.—Voy a encontrarla —dice, cada palabra cargada de una rabia contenida—. Y cuando lo haga, va a desear nunca haber salido de las sombras.—Me pregunto… —murmuro, pasando mis dedos suavemente por su pecho, viendo cómo su respiración se acelera—, ¿qué harás cuando la encuentres? ¿La destruirás como a los demás? ¿O habrá algo en ella que te intrigue, que te atrape?Vicente me toma del brazo, no de forma brusca, pero lo suficientemente firme como para que sienta su necesidad de control.—Lo que haga con ella no te concierne, Valeria —me susurra, y su voz está cargada de deseo y advertencia—. Pero no me desafíes. Sabes cómo termino con los que se interponen en mi camino.—Ah, Vicente… —le respondo, inclinándome lo s
Vicente está convencido de que esta será otra batalla más que ganará fácilmente, como siempre. La confianza en él es casi palpable, como un perfume pesado que inunda cada paso que da. Yo, por supuesto, lo veo todo con una mezcla de diversión y cautela. Él va directo hacia la boca del lobo, y ni siquiera lo sabe.Días después, Vicente se viste como si fuera a la guerra. Sus trajes impecables siempre han sido su armadura, pero hoy parece más concentrado de lo normal. Sé que en su mente ya está calculando todos los movimientos, todas las estrategias que podría necesitar contra la Reina de la Noche.—No te hagas ilusiones, Vicente —le digo desde la cama mientras lo observo prepararse—. Las cosas no siempre salen como planeas.Él me lanza una mirada rápida, esa que mezcla irritación con deseo. Esa es nuestra dinámica. Siempre está a punto de perder el control, pero nunca del todo.—Esta vez será diferente —murmura, ajustándose los gemelos de la camisa—. Voy a ponerle fin a esto.—¿Y si ell
La Reina me mira con una intensidad que me recuerda a Vicente en sus mejores momentos. Pero en ella hay algo más calculador, más frío. Vicente es fuego, pero ella… ella es puro hielo. —Lo que quiero, Valeria, es sencillo. Quiero su imperio —dice, señalando a Vicente con un movimiento casi casual—. Y sé que tú eres la clave para conseguirlo. Me río suavemente. Esto es ridículo. Siempre me subestiman. —¿Yo? —le pregunto, con una sonrisa sardónica—. ¿Crees que puedes manipularme para traicionar a Vicente? —No exactamente. Sé que lo amas… a tu manera —dice, inclinando la cabeza—. Pero también sé que eres inteligente. Sabes que Vicente está llegando al final de su reinado. Los viejos imperios caen. Solo estoy acelerando lo inevitable. Miro a Vicente. Está tenso, furioso, pero hay algo en su mirada que me pide que no haga nada precipitado. Él confía en que yo lo salvaré, que de alguna manera revertiré la situación. Es adorable, realmente, esa fe ciega en mí. —No sé qué te han con
La Reina me escucha con atención, sopesando mis palabras. Ella es lista, lo suficiente como para saber que hay verdad en lo que digo. Y yo sé que ella no está interesada en el caos. Ella quiere el poder, pero con orden, con control.—Interesante perspectiva, Valeria —dice, soltando una pequeña sonrisa, aunque sus ojos no abandonan su frialdad—. Pero, ¿cómo podría confiar en ti? Al fin y al cabo, tú eres su mujer.Me río suavemente. Oh, querida, si tan solo supieras.—La confianza es algo sobrevalorado —respondo, inclinando la cabeza—. No necesitas confiar en mí. Solo necesitas confiar en que yo siempre busco lo que me conviene. Y en este caso, lo que me conviene es que Vicente siga vivo... por ahora.Vicente intenta decir algo, pero la Reina lo interrumpe con un gesto de la mano. Ella se acerca a él lentamente, como un depredador acechando a su presa, y le acaricia la mandíbula con la punta de los dedos. Veo el destello de furia en sus ojos, pero Vicente sabe que está atrapado, y su r