La ciudad se extiende bajo mis pies, un campo de batalla de luces y sombras.Desde la ventana, puedo ver cómo la vida sigue allá abajo, ajena al caos que se avecina. Mi caos. Los autos pasan, las luces parpadean, y mientras el mundo sigue su curso, aquí, en esta habitación, se está gestando algo mucho más oscuro.Vicente sigue detrás de mí. Puedo sentir su mirada, su paciencia peligrosa. Está esperando, como un depredador que sabe que su presa no tiene escapatoria. Y tal vez tenga razón. En este juego, o te unes a alguien más fuerte o te consumes solo.—Te queda poco tiempo, Valeria. —Su voz rompe el silencio, baja y controlada. Es una advertencia, no una amenaza.Sus palabras me molestan. Odio sentirme acorralada. Pero también sé que Vicente tiene razón. Vicente está muerto, y con él, la protección que me brindaba. Los enemigos que dejó atrás ahora son míos, y ya deben estar moviéndose en las sombras, buscando una forma de alcanzarme. Luca, si es que realmente está detrás de esto, aú
De pronto, el sonido del celular rompe el silencio. El tono corto y repetitivo me saca de mis pensamientos. Vicente frunce el ceño, pero no se mueve mientras yo cruzo la habitación y levanto el auricular. Mi mano tiembla levemente, aunque no quiero admitir que la presencia de Vicente me afecta tanto.—¿Sí? —mi voz suena fría, distante.—Valeria, —la voz del otro lado es tensa, urgente—. Debes salir de ahí ahora.Es uno de mis hombres, y su tono no me gusta nada.—¿Qué pasa? —pregunto, mientras mis ojos se clavan en Vicente, quien sigue observándome en silencio.—Alguien ha puesto precio a tu cabeza. —La voz en el celular es clara, sin titubeos—. El trato que hiciste no salió como esperabas. La gente de Vicente te culpa por su muerte, y los que quedan de su círculo están dispuestos a hacer lo que sea para acabar contigo. Tienes que moverte rápido.Cuelgo el celular lentamente, y la realidad golpea con toda su fuerza. El tiempo que creía tener ya no existe. La caza ha comenzado.—Vicent
Nos dirigimos al pequeño apartamento que llevo usando como base. A pesar de su tamaño reducido y su discreción, es el lugar perfecto para planear el siguiente movimiento. Mientras reviso mi equipo, siento a Vicente detrás de mí, observando cada uno de mis movimientos, evaluándome, como siempre.—¿Y cuál es tu plan, Valeria? —pregunta, apoyado contra la pared con una tranquilidad que me pone nerviosa.—El plan es simple, Vicente, —digo mientras guardo una pistola en la parte baja de mi bota—. Salir antes de que vengan por mí. Encontrar a Luca, y descubrir qué demonios está pasando.Él sonríe, casi divertido. Siempre encuentra gracioso cuando digo que mi plan es simple. Tal vez porque sabe que, en realidad, nunca lo es.—Sabes que Luca no será fácil de encontrar. —Su tono es serio ahora—. El tipo tiene conexiones que ni siquiera imaginas.—Y tú también, —respondo mientras me pongo la chaqueta—. Por eso te necesito. Si alguien puede encontrar a Luca, ese eres tú.Vicente asiente lentamen
La noche es oscura, más de lo habitual. Las luces de la ciudad apenas logran perforar la densa bruma que se ha apoderado de las calles. Vicente y yo caminamos rápido, en silencio, hacia su auto aparcado a unas cuadras del apartamento.—Dime algo, Vicente, —rompo finalmente el silencio mientras mis tacones resuenan en el pavimento—. ¿Cuántas veces has hecho esto antes?—¿Esto? —pregunta, con una sonrisa que apenas ilumina su rostro bajo la sombra de las farolas. Esa sonrisa. La que oculta más de lo que revela.—Salir de una situación mortal con una mujer que sabes que probablemente te apuñalará por la espalda en cualquier momento. —Mis palabras están cargadas de sarcasmo, pero el nerviosismo está ahí, latente, detrás de mi máscara de seguridad.Vicente ríe suavemente, como si la idea le divirtiera más de lo que debería.—Valeria, —dice con esa calma inquietante que siempre tiene—, siempre has sido diferente. Nadie me ha dado tantos motivos para mantener los ojos abiertos como tú.Me de
Él sonríe, esa sonrisa lenta y enigmática que me desquicia.—Y sin embargo, aquí estamos, Valeria, siempre saliendo a flote.De repente, el sonido de un disparo rompe el aire.Mi corazón da un vuelco, y antes de que pueda reaccionar, Vicente ya ha dado un giro brusco al volante. El auto derrapa en la curva, y puedo ver, a través del retrovisor, un par de luces acercándose a toda velocidad.—Nos encontraron, —digo, sin sorpresa, aunque mi estómago se ha retorcido en un nudo.—Por supuesto que lo hicieron, —responde Vicente con una calma aterradora, pisando el acelerador—. Pero no son los únicos que saben jugar.Las luces nos persiguen por calles cada vez más estrechas. La adrenalina comienza a correr por mis venas, y mi mano instintivamente se mueve hacia la pistola que guardo en la bota. Sé que Vicente tiene algo planeado, pero no pienso quedarme sentada esperando.—¿Qué vas a hacer? —pregunto, con el arma lista en mi mano.—Lo que mejor sé hacer, —responde, con una mirada fugaz en mi
El beso de Vicente me toma por sorpresa. No esperaba que sucediera ahora, no en medio de una huida frenética y con el eco de los disparos aún resonando en mi cabeza. Pero es Vicente, después de todo. El hombre que vive para desarmar, no solo a sus enemigos, sino a cualquiera que cruce su camino. Incluida yo.El aire en el búnker se siente denso, como si el mundo se hubiese reducido a este pequeño espacio. Sus labios están llenos de una intensidad cruda, casi agresiva, como si cada beso fuera un reto. Y yo, por supuesto, no pienso retroceder.Mis manos se deslizan por su cuello, tirando de él hacia mí. El calor entre nosotros es palpable, y en el silencio del escondite, el único sonido es nuestra respiración acelerada, el roce de nuestra ropa, y ese sutil gemido que intento reprimir. Pero no me importa. Ya estamos demasiado metidos en este lío como para fingir que podemos salir indemnes.—¿Así es como sueles dar las gracias? —logro murmurar entre sus labios, con la poca capacidad que m
Mis pensamientos corren a mil por hora. Estamos acorralados, y el tiempo se nos está acabando. Pero en el fondo, sé que Vicente tiene razón. Este es el momento de actuar, de enfrentarnos a Luca antes de que él nos encuentre.—Está bien, —digo, sintiendo cómo la adrenalina vuelve a inundar mi cuerpo—. Vamos a cazarlo antes de que él venga por nosotros.Vicente sonríe, esa sonrisa oscura y peligrosa que siempre me pone en alerta, y mientras se prepara para salir, algo en su mirada me dice que la verdadera batalla apenas comienza.Vicente y yo nos preparamos en silencio. Cada movimiento es calculado, frío, metódico, pero la tensión que crece entre nosotros es imposible de ignorar. Sabemos que la tormenta que se avecina no es solo contra Luca y su gente, sino algo más profundo, algo que ha estado latente desde que decidimos cruzar esta línea. Porque, después de esto, no habrá marcha atrás.—¿Tienes todo listo? —pregunto mientras verifico mi pistola, mis dedos rozando el metal frío. Mi cor
Las balas vuelan antes de que pueda reaccionar. Me cubro detrás de un contenedor de basura, mi corazón latiendo desbocado. El sonido de los disparos retumba en mis oídos, y el olor a pólvora me invade las fosas nasales.Vicente dispara, calmado como siempre, cada bala bien calculada. Yo, por otro lado, me siento en medio de un caos absoluto. Pero no voy a dejar que esto me supere. No ahora. No después de todo lo que hemos pasado.—¡Valeria! —la voz de Vicente me llega como una orden—. Cubre mi retaguardia.Respiro hondo, cargando mi arma. Esto no es solo sobrevivir, es nuestra única oportunidad de escapar.Salto del refugio, disparando hacia el coche mientras me muevo en zigzag. El sonido metálico de las balas rebotando en el pavimento es ensordecedor, pero no tengo tiempo para pensar en eso. Mis manos tiemblan, pero los tiros son precisos. He pasado demasiado tiempo esperando este momento para fallar ahora.Vicente aprovecha el caos para avanzar hacia el coche, disparando sin parar.