Cuarenta y tres - ¿Qué debo hacer?

Lisandro me detiene y me toma de la nuca, me obliga a levantarme y es él quien empieza a llenar mi cuerpo de besos. Dejo que baje el cierre de mi vestido, y mientras lo hace acaricia mi espalda, el calor de su piel me recorre e inunda todo mi cuerpo. Mis pezones reaccionan a su contacto. Él los toma con su boca y los besa con suavidad, aunque mi cuerpo lo siente con una intensidad que había olvidado. Amo a este hombre, lo deseo, y lo admiro. Ahora comprendo que lo que hizo fue por protegerme y me siento mal por orillarlo a esto. No puedo estar con él si una pistola va a estar en la cabeza de mis hijos por el resto de su vida. Aun así, no puedo evitar desear que esta noche me tome en sus brazos y me haga sentir por última vez eso que nos hace especiales. Nuestros cuerpos se funden en un abrazo intenso, como si quisieran recuperar el tiempo perdido, en un último intento desesperado de retener lo que una vez tuvimos. Nuestros labios se chocan en un beso cargado de nostalgia; sin embargo,
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