Walter: Ver a tu novia llorar sentada en un bordillo de la calle cuando está lloviendo y es de noche, no es nada lindo.Pero es mucho peor ver cómo llega un auto del cual se baja ése que te la está quitando y la consuela, la abriga, la abraza y después se la lleva.Y tú, como un buen imbécil, te quedas paralizado, permitiendo que todo eso pase.Bueno, tú no eres el imbécil: ese soy yo.Ése no me ha quitado a nadie, porque yo fui quien alejó a Zaideth. Ése, Mateo, no tuvo que hacer ningún movimiento para quedarse con ella, porque yo me encargué de actuar, echarla fuera de mi vida.Dejo caer la sombrilla al piso cuando veo el auto marcharse. Se la ha llevado. Se fue con él.¿Cómo terminó ése aquí? ¿Cómo sabía que Zaideth estaba justamente en este lugar? Ella lo ha llamado…No se puede dormir, es imposible hacerlo en una noche como estas cuando tengo en mi cabeza mil y un pensamiento de lo que podrá estar pasando entre Zaideth y Mateo.Ella ha apagado el celular. La he llamado treinta ve
Mateo:La última vez que había estado tan cerca de Zaideth fue la segunda vez que la había besado y me rechazó, eso costó nuestra separación por varias semanas donde sólo pude comunicarme con ella por mensajes y correos electrónicos.Para recuperar su confianza tuve que permitir el enviarle por correo electrónico los capítulos. Me costó su amistad y mi felicidad por meses. De hecho, me costó el momento incómodo donde me dijo:—Lo siento Mateo, pero yo tengo novio y no puedo hacerle esto.Me costó verla correr hacia la entrada y al día siguiente su ausencia.Y esta vez, el estar tan cerca de ella me costó su salud, el verla casi agonizando.—Por favor, no te separes de mí, tengo mucho miedo —fue lo último que me dijo antes de perder la consciencia. Hablaba con dificultad y le faltaba el aire.Por un momento pensé que la iba a perder y que lo haría frente a mí: simplemente no iba a soportar el ver morir al amor de mi vida.—¿Y cómo está ahora? —pregunta Carl por la llamada.—Ya está fue
ZaidethNo quiero que vuelva a sucederme. No, no dejaré que me vuelva a suceder.“¡No me mates, por favor!, ¡PERDÓN, PERDÓN! ¡PROMETO QUE NO TE VUELVO A BUSCAR!” recuerdo a Nicolás frente a mí, arrodillado, pidiendo perdón mientras yo le sacaba el seguro a la pistola.Quiero volver a sentirme tan segura de mí misma como aquella vez, no dejar que ningún hombre vuelva a pisotearme: no quiero que nadie intente pasar por encima de mí, jugar con mis sentimientos.—¿Por qué no te mudas con nosotros? —me pregunta Eva por décima vez mientras me ve terminar de empacar la maleta.Está sentada en el bordillo de la cama y en el centro del colchón está la bebita jugando con unos papeles que raya con un lápiz.—Eva, no voy a vivir en el cuarto de Nana —respondo mientras termino de doblar una camisa a modo de royito.—Ay, pero eso no va a ser por siempre, es mientras consigues un mejor lugar —insiste—. Conmigo no vas a tener que pagar arriendo, sólo nos ayudas a pagar las cuentas, puedes pagar… la l
Escribe versos en libros antes que cartas, no gastes tiempo escribiendo líneas que no llegarán a un remitente. No llores recordando palabras que nunca se van volver actos.Vamos, Zaideth, vamos a repetirlo hasta que nos lo podamos creer.Él en una conversación me dijo “eres la única que me escribe cartas”. Me gustaría preguntarle a alguien qué le parece el hecho de que una persona le escriba cartas, si le parecería algo interesante o bonito.¡Te escribía cartas porque estabas en otra ciudad, me parecía algo romántico!A mí me gustaría que me escribieran cartas, sería de las que las guardaría en un cofrecito una a una para leerlas y reírme después con lágrimas en los ojos.¿Por qué debo pensar en esas cosas ahora? Se supone que estoy quemando el maldito muñeco para poder cerrar ciclo. Y esta estúpida manilla….Me la quito de la muñeca y la arrojo al fuego frente a mí.¡Arde, joder, arde de una maldita vez!Disculpen, es que… esto de ver arder al puto oso que todos los días me recordab
Mateo:Es una de esas tardes donde llueve con brisa, en los que acercar tu rostro al vidrio de una ventana la empaña, y con ella, todo su reflejo.Me gustan las tardes como esa, donde puedo sentir que todo mi mundo se siente como mi interior, cuando parece que lo que veo es el reflejo de mi alma.Porque sí, siento que… soy un cúmulo de tristeza contenida, de sufrimiento que me hace especial. Sin ese algo que está dentro de mí, no tendría trabajo, ni fama, ni una vida que a la gente le parece interesante.Si esa persona no me hubiera roto el corazón, no estaría escribiendo los versos que ahora salen en la pantalla grande. No habría filas en los cines repletas de parejas que quieren consagrar su amor viendo cómo desquebrajaron el mío; solamente que ellos no lo saben.Recuerdo los últimos días al lado de Zaideth como marchitos, llenos de esa mism
Zaideth: la nadaAl principio, lo sentí como un reto. Cuando comencé como profesora de lenguas en un instituto de ricos para los últimos grados, lo vi como un desafío: ganarme el respeto de los estudiantes, que prestaran atención en las clases y que aprendieran de verdad.Al principio, cuando me veían como una novata, varios chicos, sobre todo de último año, se acercaron, restregándome sus apellidos importantes e intentando sobornarme para que les pasara la materia. Otros, intentaron seducirme para que me acostara con ellos.Claro, para ese tiempo, recién salidita de la universidad, seguía gozando de un buen cuerpo, de hecho, había comenzado a practicar natación y algunas veces, sobre todo los fines de semana, salía a trotar con Carl.Para ese tiempo pensaba que el trabajar en el colegio era un tema momentáneo. Por eso, a cada uno de ellos, lo hice per
La nada 2:Cuando estás en un atraco, tu mente no asimila muy bien lo que sucede, no como lo muestran en las películas, donde piensas analíticamente en cómo librarte; como esa gente que comienza a intimidar a los asaltantes y después los engaña para poder salirse bien librado.La verdad es que, a mí nunca me habían atracado y mucho menos creí que fuera en plena luz del día, en una calle por la que caminé mil veces.Mi mente no llegaba a procesarlo, sin embargo, mi instinto de supervivencia alargó a los dos atracadores —uno con un enorme cuchillo y otro con una pistola que señalaba mi cabeza—, mi bolso: donde llevaba mi paga, mi celular y todos mis documentos.Estaba inmóvil, viendo todo de manera muy rápida, porque sí, pasó tan rápido que no llegaba a procesarlo.Cuando uno de ellos tomó mi bolso, los dos
La nada 3:No sé a quién amé más, si a Walter o Mateo. Porque lo vivido con Walter fue apasionante, intenso; donde entre las muchas discusiones, cuando llegaba el reconcilio, nos devorábamos a besos y me elevaba hasta rascar el cielo; yo le mordía sus fuertes brazos y sentía sus manos grandes apretar con fuerza mi cadera, ¡ah! Y ni qué decir con el estilo de vida que nos gustaba llevar a los dos: los viajes a su lado y las cosas que me enseñaba. Pero, por otro lado, estaba Mateo con su semblante serio e intelectual, mi amor apagado y discreto; su mente que me transmitía tanto conocimiento y la sensación de que a su lado podía llegar a lograr todo lo que me propusiera; el orden en el que hizo que me sumergiera y… carajo; esos besos que daba: lo que me susurraba al oído; sus ojos intensos mirándome mientras guardaba mi rostro en sus manos cálidas.U