Me abalanzo a Zaideth y abrazo su cintura con mucha fuerza, me aferro a ella y aprieto mi rostro en su vientre. Sé que con ella puedo dejar de fingir ser fuerte, ella me trasmite la confianza para serlo.—Amor. —Ella acaricia mi cabeza con sus suaves y pequeñas manos—. Llora, no te preocupes, suéltalo. Está bien.Es la primera vez que lloro tanto, que suelto toda mi tristeza frente a alguien. Por lo general, soy de los que lloro en silencio, pero esta vez es diferente.Me doy cuenta, Zaideth es mi compañera de vida. Está en este momento tan terrible para mí, me abraza y me dice que lo deje salir, que puedo estar tranquilo. Sus manos acarician mi corto cabello, bajan hasta mi cuello y se deslizan hasta mi espalda donde la masajea de forma circular, también da unas pequeñas palmaditas.Es como si me estuviera quitando un gran peso de los hombros al dejar salir toda la tristeza y lo que me atormenta. Mi madre… La extraño. Quería haberla hecho feliz, haber seguido sus consejos de elegir m
Esa mañana, cuando llegó el padre de Walter, los míos estaban presentes. Eva había llegado con su hija Vanessa para que Walter la conociera.Había comenzado siendo una buena mañana, bastante tranquila y con matices alegres que le quitaban el peso al día anterior, cuando le habíamos dado el último adiós a la señora Liliana.Recordábamos viejos tiempos con un álbum que la tía de Walter había sacado de uno de los cajones de la habitación de la difunta. Veíamos las fotos de Walter pequeño, y me encantó una donde aparecía vestido de pirata.Fue antes del almuerzo cuando tocaron el timbre y Stela fue a abrir. Ya yo sabía que debía tratarse del padre de Walter, era a quien estábamos esperando.Vi a Walter endurecer su rostro cuando se escuchó una voz aguda en la antesala. Alcé la mirada y vi a un hombre alto, de unos cincuenta y tantos años, vestido con una camisa clásica negra y pantalón clásico de color gris oscuro. Me sorprendí por el parecido que tenía con Walter, era como verlo a él cua
Tres meses después, Walter dejó el ejército, sin embargo, tampoco volvió a Santa Marta. Mientras, Stela se mudó a mi casa después de varias peticiones por parte de mis padres, fue un buen cambio para las dos, ya que, con su forma de ser tan extrovertida, cuando llegaban las tardes, se podía escuchar su risa explosiva por toda la casa. La figura materna de mi madre le sentó bien e hizo más sobre llevadero el duelo y la tranquilidad de mi hogar le sentó bastante bien.En ese tiempo Walter encontró trabajo en un club de tiro. Se sabía relacionar muy bien con la sociedad de alta alcurnia, así que, nunca le hizo falta el trabajo bien remunerado, dinero para gastar en fiestas, paseos y viajes patrocinados por sus amigos millonarios.Yo no le decía nada, sabía que no estaba pasando por un buen momento, él fue el que más difícil se le dio enfrentar la muerte de su madre. Esperaba que, al menos, no me estuviera siendo infiel.Lo bueno era que lo podía ver todos los meses, llegaba a pasarse dos
—En ese tiempo todo era diferente —solté con sonrisa triste.—¿Ahora las cosas han cambiado? —inquirió.—Ah… sí, es que, pues, debo estar juiciosa —dejé salir una risita llena de algo de vergüenza.Al parecer, Carl entendió la indirecta, ya que comenzó a acentuar un tanto pensativo mientras me escudriñaba con la mirada.—Yo por eso prefiero estar solo por un tiempo —comentó mientras se recostaba al espaldar de la banca—. ¿Sabes Zai? A veces debemos estar solos para poder hacernos compañía a uno mismo.—Bueno, pero es que… yo me siento bien al lado de mi novio —dije con rapidez—. Lo quiero mucho, es sólo que…Me arrepentí por aquella confesión; no había cosa más incómoda que hablar de mi vida amorosa con mi exnovio, el tóxico.—¿Tienes problemas con él? —indagó.—Ah… no, claro que no —respondí y volví la mirada al frente.—Okey —Carl entendió la indirecta. Estuve hablando con Carl por alrededor de una hora, era sorprendente que lo hacíamos como si nada entre los dos hubiese sucedido,
Me gustaba contemplar la panorámica que daba el balcón del apartamento de Eva, la brisa soplaba con suavidad, me llenaba de paz. Cuando terminaba las clases de la U habituaba ir a aquel lugar para conversar con Eva, ayudarla con la bebé y, por lo general, solíamos preparar la cena.Me gustaba aquella rutina, era bastante buena para los días de semana.—¿Has hablado con Walter? —preguntó Eva sentada en el mecedor a mi lado, estaba durmiendo a la bebé.—Sí, me está diciendo que en vacaciones vaya a pasarme unos días en la capital. De hecho, me dijo que volvería conmigo.—¿Y eso? —inquirió Eva un tanto extrañada.—Parece que ya está sentando cabeza y quiere volver a Santa Marta.—Dios… por fin. Ya te iba a decir que esa relación no iba a ninguna parte si Walter seguía así.Dejé salir un suspiro y cerré los ojos. Yo también estaba aliviada, me sentía feliz porque estaba sintiendo que volvía a recuperar a Walter. Imagino que, ante todo, el tenerle tanta paciencia había surtido efecto.—Oye
—Amor, el primero, ¿qué te parece? —pregunté mientras buscaba en el closet el vestido que tenía preparado para la fiesta de esa noche.—Bien, está bien —escuché un suspiro por parte de Walter.Volteé y vi por la pantalla de la laptop que me observaba pensativo.—¿Qué pasa? —inquirí acercándome con el vestido en una de mis manos.—Que quiero estar allá, contigo, volver a hacer planes a tu lado como la primera vez —desplegó una sonrisa melancólica—. Me gustaría salir esta noche contigo.Ahora era yo quien suspiraba mientras lo contemplaba.—Te extraño, Zai —confesó, algo que me impresionó en gran manera—. No quiero que sigamos así, tú por allá, yo por acá. Quiero que nos formalicemos y seamos una pareja como cualquier otr
A mi mente el recuerdo de estar golpeando a un hombre en la entre pierna se repetía una y otra vez. Ese rostro que me estaba observando me hizo reflexionar que gracias a él fue que conocí a Walter.Nicolás me sonreía como si no se acordara que la última vez que hablamos yo le di un fuerte golpe en su entrepierna que lo hizo doblegarse y tornar su rostro rojo del dolor. Había pasado mucho tiempo desde eso, pero aún se me hacía incómodo el verle. Sin embargo, esa noche volveríamos a estar los dos juntos en Bambam, el mismo lugar donde una vez toda esta historia comenzó.—Señoritas —saludó Jose como si nada, no tenía ni la más mínima idea de lo que estaba pasando.—Señorito —lo saludé sonriente, dispuesta a que aquel inconveniente no me dañara la noche.Saludé a Nicolás con un saludo
—¿Él era el que me estaba viendo cuando íbamos a Juan Valdés? —inquirí sorprendidísima.—Sí, claro —soltó confundido—, ¿no te habló allí?—No, no, vino porque… el novio de mi prima lo invitó. Además, ya lo conocía.—Humm… eso suena ahora mucho más raro —soltó una pequeña risita—. Vamos, nos están esperando.En ese momento no le dimos importancia, para nosotros lo importante era entrar, divertirnos bailando y beber licor hasta que no recordáramos nuestros apellidos. Si tan sólo hubiera atado cabos con todo lo que estaba pasando, la historia ahora sería diferente.Carl me tomó de una mano y me apretó con fuerza para no perderme entre la multitud de personas que estaban bailando. Mis ojos fueron seducidos por las luces parpade