A mi mente el recuerdo de estar golpeando a un hombre en la entre pierna se repetía una y otra vez. Ese rostro que me estaba observando me hizo reflexionar que gracias a él fue que conocí a Walter.
Nicolás me sonreía como si no se acordara que la última vez que hablamos yo le di un fuerte golpe en su entrepierna que lo hizo doblegarse y tornar su rostro rojo del dolor. Había pasado mucho tiempo desde eso, pero aún se me hacía incómodo el verle. Sin embargo, esa noche volveríamos a estar los dos juntos en Bambam, el mismo lugar donde una vez toda esta historia comenzó.
—Señoritas —saludó Jose como si nada, no tenía ni la más mínima idea de lo que estaba pasando.
—Señorito —lo saludé sonriente, dispuesta a que aquel inconveniente no me dañara la noche.
Saludé a Nicolás con un saludo
—¿Él era el que me estaba viendo cuando íbamos a Juan Valdés? —inquirí sorprendidísima.—Sí, claro —soltó confundido—, ¿no te habló allí?—No, no, vino porque… el novio de mi prima lo invitó. Además, ya lo conocía.—Humm… eso suena ahora mucho más raro —soltó una pequeña risita—. Vamos, nos están esperando.En ese momento no le dimos importancia, para nosotros lo importante era entrar, divertirnos bailando y beber licor hasta que no recordáramos nuestros apellidos. Si tan sólo hubiera atado cabos con todo lo que estaba pasando, la historia ahora sería diferente.Carl me tomó de una mano y me apretó con fuerza para no perderme entre la multitud de personas que estaban bailando. Mis ojos fueron seducidos por las luces parpade
—Claro que sí, he leído lo que has hecho —siguió insistente—. Todos te recomendaron cuando pregunté en la universidad. Hasta los profesores te recomendaron. La verdad, es que voy muy mal con una clase, la profesora me tiene entre ojos, me va a hacer perder la materia. Según ella, hago a los personajes muy planos.—Ya —solté, pero por dentro estaba ¡ja, tenía razón!—Al principio creía que tenía envidia esa vieja, pero, es mejor no llevarle la contraria y acepté su propuesta de tomar unas clases contigo.—¿De cuál profesora estás hablando?—De la profesora Marta Single.—Ah… la seño Single —solté mientras acentuaba con la cabeza—. Deja de tratarla mal, que es muy buena profesora y una gran escritora —me levanté del mueble, no soportaba aquella conve
—Ay Mateo, creía que eras más inteligente…—¿Por qué dices eso?—¿Cómo se te ocurre tocar a Zaideth? ¿De verdad quieres morir tan tontamente?—Carl, fue un simple beso, no hagas tanto drama.—El beso es inocente, pero su novio no lo es.—No sabía que tenía novio. Y si lo tiene tampoco le tengo miedo: me interesa ella, no su novio.—Te lo advierto porque eres mi amigo y no me gustaría verte tres metros bajo tierra. Aléjate de Zaideth. De por sí ya ella es un problema, te terminará dando una buena lección como te le acerques y si su novio se entera o alguno de la familia de ese hombre, es que…—Gracias por tus consejos, Carl, pero yo no quiero nada serio con esa chica y mucho menos soy un cobarde.
—¡Zaideth! —escuché mientras veía a una silueta acercarse a nosotros.Sentí un fuerte empujón que me hizo tambalear y caer al piso. Estaba tan débil que me quedé tirada tosiendo, intentando respirar, tomando grandes bocanadas de aire. Podía escuchar algunos gritos y forcejeos, pero me sentía tan aturdida con el hecho de que estuve a punto de morir que mi cuerpo se había paralizado y temblaba.—¡Zaideth, Zaideth! —escuché la voz de una mujer, era Stela.Me rodeó con sus brazos y apartó el cabello de mi rostro, sus manos frías palparon mi cara.—¡¿Estás bien?!, ¡¿qué te hizo?!No pude contestar a las preguntas de Stela porque al fondo veía cómo Pablo se acercaba a Carl y comenzaban a forcejear. Observé mejor y vi cómo Carl señalaba a Nicolá
—¿Sabes lo que pasaría si Walter se entera lo que le estás haciendo? —me preguntó Eva.—No pasará nada, porque yo no lo estoy engañando con Carl —objeté—. Él y yo somos amigos, nada más.Eva soltó una sonrisa socarrona y paseó su mirada por Pablo, que estaba sentado en un sillón de la sala mientras recostaba sus brazos sobre sus piernas.—¿Hace cuánto hablas con ese…? —indagó él.—No hace mucho —mentí—. Nos hemos visto un par de veces. La… psiquiatra nos juntó para hacer un careo y así resolver nuestra situación. Él también estaba yendo con ella y pudimos solucionar nuestras diferencias, nada más. Nos encontramos por casualidad en la discoteca y fue gracias a él que pude librarme de ese psicópata. ¡Por Di
WalterActualidad:No pensaba verla aquí, creí que me la podría encontrar en todos los lugares, menos aquí: en mi apartamento, esta noche, con esa maleta.No puedo retener el que se me descomponga el rostro. Mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas y debo parpadear varias veces para que mis ojos se calmen y no demuestren lo vulnerable que me siento por dentro. Zaideth atraviesa la sala de estar, sus ojos reparan hasta lo más mínimo, después, veo que barre con la mirada a Sirena.—¿Qué haces aquí? —pregunto mientras me cruzo de brazos.—¿Qué está pasando aquí? —inquiere mientras me fulmina con la mirada.Sirena se acerca al mueble negro y toma su bolso al darse cuenta que la situación no amerita su presencia. Sin embargo, yo decido detenerla.—No, no tienes por qué irte &
El ver a Zaideth después de haber hablado con mi padre y hacer las paces, fue como sentir que mi vida había vuelto a andar. Correr hacia ella en el aeropuerto, abrazarla y besarla era… como darme cuenta que tenía entre mis brazos al amor de mi vida, la persona que estaba a mi lado en las buenas y en las malas.Acepto que ese día no fue el comienzo de nuestro descenso, no, de hecho, fueron las semanas en las que más nos acercamos el uno a otro. Puedo llegar a comparar esas semanas con las vacaciones donde la conocí; creo que hasta fueron mucho mejor que aquellos días. El verla atravesar la sala recorriendo con sus ojos todo el lugar, ¡cielos! Era como estar cumpliendo una fantasía. Había dibujado esa escena en mi mente muchísimas veces y por fin lo estaba haciendo realidad.—¿Lo arreglaste todo porque sabías que iba a venir? —me preguntó sonriente.
ZaidethEso de despertarme a las cuatro y media de la mañana para alistarme para ir al gimnasio… no me estaba agradando. Llevaba cinco días junto a Walter y, como él ya no estaba trabajando, podíamos pasar todo el día juntos, habría sido demasiado perfecto si nos pasáramos el día en el apartamento viendo alguna serie juntos o yendo a conocer la ciudad. Pero no, en su caso, Walter decidió crear toda una rutina de ejercicios que comenzaban en levantarnos muy temprano para ir a hacer ejercicio.El primer día me levanté a esa hora por obra y gracia del Espíritu Santo. Me dijo que era una costumbre para él despertarse a esa hora para entrenar.Cuando dijo eso estaba convencidísima que se iría solo, por eso me acomodé en la cama y me abrigué más con las sábanas.—¿Qué haces