Walter
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No pensaba verla aquí, creí que me la podría encontrar en todos los lugares, menos aquí: en mi apartamento, esta noche, con esa maleta.
No puedo retener el que se me descomponga el rostro. Mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas y debo parpadear varias veces para que mis ojos se calmen y no demuestren lo vulnerable que me siento por dentro. Zaideth atraviesa la sala de estar, sus ojos reparan hasta lo más mínimo, después, veo que barre con la mirada a Sirena.
—¿Qué haces aquí? —pregunto mientras me cruzo de brazos.
—¿Qué está pasando aquí? —inquiere mientras me fulmina con la mirada.
Sirena se acerca al mueble negro y toma su bolso al darse cuenta que la situación no amerita su presencia. Sin embargo, yo decido detenerla.
—No, no tienes por qué irte &
El ver a Zaideth después de haber hablado con mi padre y hacer las paces, fue como sentir que mi vida había vuelto a andar. Correr hacia ella en el aeropuerto, abrazarla y besarla era… como darme cuenta que tenía entre mis brazos al amor de mi vida, la persona que estaba a mi lado en las buenas y en las malas.Acepto que ese día no fue el comienzo de nuestro descenso, no, de hecho, fueron las semanas en las que más nos acercamos el uno a otro. Puedo llegar a comparar esas semanas con las vacaciones donde la conocí; creo que hasta fueron mucho mejor que aquellos días. El verla atravesar la sala recorriendo con sus ojos todo el lugar, ¡cielos! Era como estar cumpliendo una fantasía. Había dibujado esa escena en mi mente muchísimas veces y por fin lo estaba haciendo realidad.—¿Lo arreglaste todo porque sabías que iba a venir? —me preguntó sonriente.
ZaidethEso de despertarme a las cuatro y media de la mañana para alistarme para ir al gimnasio… no me estaba agradando. Llevaba cinco días junto a Walter y, como él ya no estaba trabajando, podíamos pasar todo el día juntos, habría sido demasiado perfecto si nos pasáramos el día en el apartamento viendo alguna serie juntos o yendo a conocer la ciudad. Pero no, en su caso, Walter decidió crear toda una rutina de ejercicios que comenzaban en levantarnos muy temprano para ir a hacer ejercicio.El primer día me levanté a esa hora por obra y gracia del Espíritu Santo. Me dijo que era una costumbre para él despertarse a esa hora para entrenar.Cuando dijo eso estaba convencidísima que se iría solo, por eso me acomodé en la cama y me abrigué más con las sábanas.—¿Qué haces
WalterMientras me cambiaba, el celular de Zaideth no dejaba de sonar. No teníamos la costumbre de revisarnos los mensajes. Tanto ella como yo no nos gustaba celarnos, tampoco es que tuviéramos una razón para hacerlo; una relación a larga distancia nunca sobreviviría a los celos.Pero Zaideth me dejaba tomar su celular cuando quisiese y yo también le dejaba hacerlo con el mío. Así que ese día no me pareció algo malo tomar el celular para ver quién le escribía tanto. Anteriormente estaba chateando, creí que se trataría de su hermana o alguno de sus padres. Ella no es que tuviera mucha gente con quien hablar cuando no se trataba de estudios.Me pareció muy raro ver un número no registrado que le estaba enviando mensajes dirigiéndose a ella como “Señorita escritora”.“¿En serio no me vas
Zaideth—¿Crees que con irte te vas a apartar de mí? —ese fue el mensaje que recibí por parte de Nicolás.Me heló la sangre. Pensaba que ese ataque había sido el final de lo que sería su obsesión, pero estaba más que equivocada.Las vacaciones habían sido perfectas, hasta esa noche. Lo sentía como una oscuridad que quería volver a atacarme. Los recuerdos de noches inseguras donde pasaba la mayor parte de las horas llorando volvió a mí como un fuerte golpe en la cabeza.El intentar dormir fue complicado. Por primera vez pude agradecer el cansancio de los ejercicios que me dieron pesadez en los ojos y así pude acurrucarme en los brazos de Morfeo.Pero esa mañana, cuando estaba desayunando con Walter, lo vi raro, estaba serio, observándome como si me evaluara.—Volvamos a Santa Marta —me
WalterMi segundo error fue dejar que se rompiera nuestra intimidad en la cabaña de la playa.Esa noche me dejé llevar por el amor. A Zaideth la había llamado Clara y ella le informó que estábamos cerca de la ciudad, que nos encontrábamos en el Parque Tayrona, ya que desde esa cabaña teníamos acceso a todo el parque.Clara tenía años que no visitaba el parque y, como éramos amigos, preguntó si podría ir con su novio.Para ese momento yo estaba escuchando la conversación ya que Zaideth puso la llamada en altavoz y yo no le vi problema. De hecho, les dije que trajeran a Stela, porque, si se enteraba que nos habíamos reunidos sin ella, iba a enojarse muchísimo.Quería que Zaideth se divirtiera y, cuando vio que había aceptado que todo su repertorio fuera, sus ojos brillaron de la emoción.Clara co
ZaidethEra la cosa más incómoda del mundo. Tener que almorzar en la misma mesa donde estaba presente mi novio y mi crush hacía que la comida no me pasara de la garganta.—Tenemos en esta mesa a alguien famoso, ¿sabías Walter? —dijo Jose, soltando por lo bajo una risita.—Ah… ¿ya van a comenzar? —se quejó Mateo.—¿Eres famoso? —inquirió Stela.—Es escritor —respondió Clara mientras hablaba con emoción—. Y si leyeras sus novelas, son geniales, ya me he leído tres —rodó la mirada a Mateo—. ¿Quién es tu musa inspiradora? Ya me di cuenta que es toda una saga, ¿es tu ex?Mateo sostenía una sonrisa mientras negaba con la cabeza y revolvía los espaguetis salteados.—No… es la ex de un amigo, me gustó mucho su
Zaideth: parte 2—¿Crees que alguien podría separarnos? —pregunté y su rostro lo delató.—Puede pasar —respondió—, no somos adivinos para saber nuestro destino.—El destino se crea a base de decisiones, Walter —dije.Quería que Walter me dijera que él no permitiría que alguien nos separara, que ese amor que me profesaba era tan fuerte que no dejaría que un tercero dañara nuestra relación. Pero no fue lo que escuché.—Y nosotros no sabemos cuáles serán las acciones que tomaremos en el futuro, amor —me sonrió—. No pensemos en esas cosas, vivamos el momento. No me gusta que me pongas esa carita, esto es una tontería.Intenté sonreír para que no me regañara por sentirme mal por esas pequeñeces, como él las llamaba.&md
MateoSu mirada, fue su mirada. Estaba en el fondo del parque, sentada debajo de un árbol, en una banca. Pero sabía que aquella mirada no era para mí, sino para él, para Carl.Él no sabía que había una persona en la faz de la tierra que lo veía con tanta ternura, amor e inocencia. Quería que alguien me viera así, por eso quedé con aquella imagen impregnada en mi mente.—Mateo, oye… —llamó Carl y chasqueó los dedos frente a mi rostro— Préstame atención.—Ah… —parpadeé dos veces y volví a verlo.Cuando llegué a casa, sabía que debía escribirlo, así que me senté frente a mi computador y pasé un día entero creando la historia. Así fue como terminé mi primer libro, en cuatro meses donde llegué