—Ay Mateo, creía que eras más inteligente…
—¿Por qué dices eso?
—¿Cómo se te ocurre tocar a Zaideth? ¿De verdad quieres morir tan tontamente?
—Carl, fue un simple beso, no hagas tanto drama.
—El beso es inocente, pero su novio no lo es.
—No sabía que tenía novio. Y si lo tiene tampoco le tengo miedo: me interesa ella, no su novio.
—Te lo advierto porque eres mi amigo y no me gustaría verte tres metros bajo tierra. Aléjate de Zaideth. De por sí ya ella es un problema, te terminará dando una buena lección como te le acerques y si su novio se entera o alguno de la familia de ese hombre, es que…
—Gracias por tus consejos, Carl, pero yo no quiero nada serio con esa chica y mucho menos soy un cobarde.
—¡Zaideth! —escuché mientras veía a una silueta acercarse a nosotros.Sentí un fuerte empujón que me hizo tambalear y caer al piso. Estaba tan débil que me quedé tirada tosiendo, intentando respirar, tomando grandes bocanadas de aire. Podía escuchar algunos gritos y forcejeos, pero me sentía tan aturdida con el hecho de que estuve a punto de morir que mi cuerpo se había paralizado y temblaba.—¡Zaideth, Zaideth! —escuché la voz de una mujer, era Stela.Me rodeó con sus brazos y apartó el cabello de mi rostro, sus manos frías palparon mi cara.—¡¿Estás bien?!, ¡¿qué te hizo?!No pude contestar a las preguntas de Stela porque al fondo veía cómo Pablo se acercaba a Carl y comenzaban a forcejear. Observé mejor y vi cómo Carl señalaba a Nicolá
—¿Sabes lo que pasaría si Walter se entera lo que le estás haciendo? —me preguntó Eva.—No pasará nada, porque yo no lo estoy engañando con Carl —objeté—. Él y yo somos amigos, nada más.Eva soltó una sonrisa socarrona y paseó su mirada por Pablo, que estaba sentado en un sillón de la sala mientras recostaba sus brazos sobre sus piernas.—¿Hace cuánto hablas con ese…? —indagó él.—No hace mucho —mentí—. Nos hemos visto un par de veces. La… psiquiatra nos juntó para hacer un careo y así resolver nuestra situación. Él también estaba yendo con ella y pudimos solucionar nuestras diferencias, nada más. Nos encontramos por casualidad en la discoteca y fue gracias a él que pude librarme de ese psicópata. ¡Por Di
WalterActualidad:No pensaba verla aquí, creí que me la podría encontrar en todos los lugares, menos aquí: en mi apartamento, esta noche, con esa maleta.No puedo retener el que se me descomponga el rostro. Mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas y debo parpadear varias veces para que mis ojos se calmen y no demuestren lo vulnerable que me siento por dentro. Zaideth atraviesa la sala de estar, sus ojos reparan hasta lo más mínimo, después, veo que barre con la mirada a Sirena.—¿Qué haces aquí? —pregunto mientras me cruzo de brazos.—¿Qué está pasando aquí? —inquiere mientras me fulmina con la mirada.Sirena se acerca al mueble negro y toma su bolso al darse cuenta que la situación no amerita su presencia. Sin embargo, yo decido detenerla.—No, no tienes por qué irte &
El ver a Zaideth después de haber hablado con mi padre y hacer las paces, fue como sentir que mi vida había vuelto a andar. Correr hacia ella en el aeropuerto, abrazarla y besarla era… como darme cuenta que tenía entre mis brazos al amor de mi vida, la persona que estaba a mi lado en las buenas y en las malas.Acepto que ese día no fue el comienzo de nuestro descenso, no, de hecho, fueron las semanas en las que más nos acercamos el uno a otro. Puedo llegar a comparar esas semanas con las vacaciones donde la conocí; creo que hasta fueron mucho mejor que aquellos días. El verla atravesar la sala recorriendo con sus ojos todo el lugar, ¡cielos! Era como estar cumpliendo una fantasía. Había dibujado esa escena en mi mente muchísimas veces y por fin lo estaba haciendo realidad.—¿Lo arreglaste todo porque sabías que iba a venir? —me preguntó sonriente.
ZaidethEso de despertarme a las cuatro y media de la mañana para alistarme para ir al gimnasio… no me estaba agradando. Llevaba cinco días junto a Walter y, como él ya no estaba trabajando, podíamos pasar todo el día juntos, habría sido demasiado perfecto si nos pasáramos el día en el apartamento viendo alguna serie juntos o yendo a conocer la ciudad. Pero no, en su caso, Walter decidió crear toda una rutina de ejercicios que comenzaban en levantarnos muy temprano para ir a hacer ejercicio.El primer día me levanté a esa hora por obra y gracia del Espíritu Santo. Me dijo que era una costumbre para él despertarse a esa hora para entrenar.Cuando dijo eso estaba convencidísima que se iría solo, por eso me acomodé en la cama y me abrigué más con las sábanas.—¿Qué haces
WalterMientras me cambiaba, el celular de Zaideth no dejaba de sonar. No teníamos la costumbre de revisarnos los mensajes. Tanto ella como yo no nos gustaba celarnos, tampoco es que tuviéramos una razón para hacerlo; una relación a larga distancia nunca sobreviviría a los celos.Pero Zaideth me dejaba tomar su celular cuando quisiese y yo también le dejaba hacerlo con el mío. Así que ese día no me pareció algo malo tomar el celular para ver quién le escribía tanto. Anteriormente estaba chateando, creí que se trataría de su hermana o alguno de sus padres. Ella no es que tuviera mucha gente con quien hablar cuando no se trataba de estudios.Me pareció muy raro ver un número no registrado que le estaba enviando mensajes dirigiéndose a ella como “Señorita escritora”.“¿En serio no me vas
Zaideth—¿Crees que con irte te vas a apartar de mí? —ese fue el mensaje que recibí por parte de Nicolás.Me heló la sangre. Pensaba que ese ataque había sido el final de lo que sería su obsesión, pero estaba más que equivocada.Las vacaciones habían sido perfectas, hasta esa noche. Lo sentía como una oscuridad que quería volver a atacarme. Los recuerdos de noches inseguras donde pasaba la mayor parte de las horas llorando volvió a mí como un fuerte golpe en la cabeza.El intentar dormir fue complicado. Por primera vez pude agradecer el cansancio de los ejercicios que me dieron pesadez en los ojos y así pude acurrucarme en los brazos de Morfeo.Pero esa mañana, cuando estaba desayunando con Walter, lo vi raro, estaba serio, observándome como si me evaluara.—Volvamos a Santa Marta —me
WalterMi segundo error fue dejar que se rompiera nuestra intimidad en la cabaña de la playa.Esa noche me dejé llevar por el amor. A Zaideth la había llamado Clara y ella le informó que estábamos cerca de la ciudad, que nos encontrábamos en el Parque Tayrona, ya que desde esa cabaña teníamos acceso a todo el parque.Clara tenía años que no visitaba el parque y, como éramos amigos, preguntó si podría ir con su novio.Para ese momento yo estaba escuchando la conversación ya que Zaideth puso la llamada en altavoz y yo no le vi problema. De hecho, les dije que trajeran a Stela, porque, si se enteraba que nos habíamos reunidos sin ella, iba a enojarse muchísimo.Quería que Zaideth se divirtiera y, cuando vio que había aceptado que todo su repertorio fuera, sus ojos brillaron de la emoción.Clara co