Capítulo 55

Esa noche llegué a mi casa, me sentía agotada. Mi madre estaba viendo televisión en la sala y, cuando me vio, se sorprendió.

—Uy, ¿y eso?, ¿pasó algo malo? —preguntó levantándose del sillón un tanto alterada.

—Vengo por ropa —le dije caminando con paso arrastrado.

—No sabía que venías, así que no te guardé almuerzo —dijo detrás de mí—. ¿Tienes hambre?

—No, no tengo hambre —respondí subiendo las escaleras con paso arrastrado.

—¿Cómo está la señora Liliana? —inquirió con voz preocupada—. Pobrecita, cuando la fui a visitar a la clínica estaba bastante delgada, ¡acabadísima! No se parecía nada a esa mujer que conocí. Da pesar, porque era tan buena mujer.

Escuchar que hablaba de ella

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