Capítulo 119

Ese sábado por la noche nos fuimos a una discoteca y nos sentamos alrededor de una mesa de madera rústica y observábamos en la poca luz si encontrábamos nuestras víctimas. A Mateo le tocaba tomar tragos; aunque rezongara al hacerlo.

Vimos a lo lejos, a varias mesas de nosotros, a una chica que estaba sola y supe al instante, cuando cruzó mirada con nosotros, qué era lo que buscaba aquella noche.

Era una hermosa morena de cabello rizado, llevaba los labios de un color carmesí y un vestido negro ceñido al cuerpo.

Pedimos a un mesero que le llevara una cerveza que ella recibió gustosa. Cuando la tuvo en la mano, brindamos desde la lejanía con ella.

—Se ve mayor que yo —comentó Mateo, algo indeciso con lo que iba a pasar esa noche—. Debe tener como unos veintisiete.  

—¡Las veteranas son las mejores, Mateo! —le grité al o&

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