Las palabras de Clara y la revelación en la cripta resonaban en la mente de Lucien, y una sensación de alerta constante lo embargaba. Ahora, cada miembro del clan se convertía en un posible sospechoso, y su mirada, más afilada que nunca, buscaba cualquier señal de traición. Sin embargo, sabía que no podía hacerlo solo. La frialdad de su liderazgo comenzaba a resquebrajarse ante el peso de la traición, y Clara se había convertido en la única persona en quien confiaba plenamente.A primera hora de la noche, Lucien organizó una reunión especial con su círculo más íntimo en un ala secreta de la mansión. Clara, Darius, y unos pocos elegidos asistieron. El ambiente estaba cargado de tensión; no se hablaba mucho, pero cada uno entendía la seriedad de la situación.—Sé que algunos de ustedes ya han escuchado rumores, pero ahora es momento de aclarar las cosas. Uno de nosotros ha puesto en peligro todo lo que hemos construido —anunció Lucien con un tono frío y firme—. Si alguien aquí sabe algo
De regreso en la mansión, Clara y Darius llegaron a la biblioteca, donde Lucien los esperaba, ya con la mirada dura y un gesto de impaciencia. La revelación que traían era de suma importancia, pero también debía ser manejada con cautela. Clara intercambió una mirada con Darius antes de hablar, sabiendo que lo que diría podría cambiar para siempre la dinámica dentro del clan.—Nos encontramos con alguien en los túneles —comenzó Clara, sus palabras cuidadosas—. Alguien que conoce el acceso a una de las cámaras antiguas y que realizaba un ritual oscuro, uno que no hemos visto en siglos.Lucien se inclinó ligeramente hacia adelante, sus ojos oscuros centelleando de rabia contenida.—¿Cómo era? —preguntó, sin rodeos.—Estaba cubierto con una capa oscura. Solo vimos su rostro un segundo antes de que escapara. Pero, Lucien, hay algo en sus ojos que me resultó… familiar —respondió Clara, con una mezcla de cautela y sinceridad.Darius asintió, sus labios formando una fina línea de preocupación.
Clara, aún aturdida por los sucesos de los últimos días, sabía que necesitaba respuestas. Así que, esa misma mañana, decidió confrontar a Lucien. Se acercó a la puerta de su despacho y, con un suave toque, se anunció. Lucien levantó la vista, sorprendido de verla tan temprano.—Pasa, Clara —dijo, su voz más suave de lo usual, aunque sus ojos permanecían cautelosos.Clara entró y cerró la puerta detrás de ella. Durante un momento, simplemente lo miró, tratando de descifrar los sentimientos que se arremolinaban en su interior.—Necesito entender lo que está pasando —dijo finalmente, su voz cargada de determinación—. Siento que hay algo oscuro moviéndose en esta casa, y tú estás en el centro de ello, Lucien.Lucien mantuvo su expresión imperturbable, aunque en su interior sus emociones eran un torbellino. Sabía que debía ser honesto con ella, al menos en parte. No podía seguir pretendiendo que Clara no era una pieza crucial en su vida y en el destino de su clan.—Clara, hay cosas que no
Aún con las palabras de Lucien resonando en su mente, Clara pasó el día en un estado de profunda inquietud. Había logrado extraer fragmentos de la verdad, pero cada revelación parecía abrir nuevas preguntas. Sentía que el mundo en el que se encontraba era mucho más oscuro y complejo de lo que jamás había imaginado, y cada vez se convencía más de que su lugar no era estar al margen de esos secretos, sino dentro de ellos. Decidida a obtener respuestas, sabía que su vida se entrelazaba inevitablemente con la de Lucien y con el destino sombrío de su clan.Al caer la noche, Clara deambuló por la mansión en busca de Lucien, dispuesta a enfrentarle de nuevo. Al llegar a su despacho, la luz tenue que emanaba de la puerta entreabierta le confirmó que él estaba allí. Respiró hondo y empujó la puerta suavemente.Lucien estaba de pie junto a una estantería antigua, hojeando un libro que, a juzgar por el polvo, debía tener siglos de antigüedad. Al percibir la presencia de Clara, levantó la vista.
—Estás segura de lo que pides, Clara —susurró Lucien, su voz grave y profunda, como si pronunciara una advertencia que él mismo dudaba en aceptar.Clara asintió sin apartar la mirada de sus ojos oscuros. Sentía una atracción innegable, un deseo incontrolable que crecía cada vez que él se acercaba. Sabía que aquello era peligroso, pero también era lo más real que había sentido en su vida.Lucien levantó una mano y con suavidad acarició el rostro de Clara, trazando el contorno de su mandíbula con sus dedos fríos y firmes. Ella cerró los ojos, dejándose llevar por el contacto, disfrutando de la calma que le ofrecía y, a la vez, la inquietud que provocaba.—No soy como los demás, Clara —dijo Lucien en un tono que bordeaba la resignación—. Mi mundo es oscuro y cruel; quienes me rodean viven en una constante lucha por el poder, por la inmortalidad, y yo… yo soy parte de ese ciclo.—Pero eres más que eso —susurró ella, tomando su mano y entrelazando sus dedos con los de él—. Sé que hay más e
Al día siguiente, Clara despertó envuelta en un remolino de pensamientos y emociones. Había pasado la noche anterior en los brazos de Lucien, sintiéndose segura y deseada, pero también consciente de las sombras que aún envolvían su vida. La conexión entre ambos se había intensificado, y aunque Clara sentía que estaba cayendo en un abismo desconocido, ya no podía resistirse. Lucien era su mundo ahora, y en sus brazos encontraba algo más que simple atracción.Se sentó en la cama, mirando alrededor de la lujosa habitación que ahora compartía con él. Las cortinas pesadas y oscuras bloqueaban la luz del sol, manteniendo la estancia en penumbra, como si aquel ambiente reflejara el alma del hombre que amaba. Lucien había salido temprano, como siempre, ocupado con sus deberes y la interminable lucha por mantener el control de su clan. Aunque él intentaba protegerla, Clara sentía la necesidad de involucrarse más profundamente en su mundo, para conocer las amenazas que los rodeaban y las verdad
Los días siguientes pasaron como un susurro en la mansión, envueltos en un equilibrio tenso y una calma expectante. Clara y Lucien compartían el mismo espacio, los mismos deseos y el mismo secreto, pero ambos sabían que estaban al borde de un precipicio. El peso del pacto que Lucien había confesado los envolvía, y ahora Clara se sentía aún más decidida a desentrañar las sombras que se cernían sobre él y su clan.Esa mañana, mientras Clara caminaba por uno de los pasillos de la mansión, escuchó un murmullo de voces provenientes de la sala de reuniones del clan, un espacio que hasta entonces había permanecido fuera de sus límites. La puerta estaba entreabierta, y dentro se encontraban algunos miembros del clan, figuras altas y oscuras que parecían proyectar un aire de misterio aún más denso que el propio Lucien.Ella se detuvo a una distancia prudente, intentando entender el tema de su conversación. Percibía fragmentos, nombres de seres antiguos, amenazas inminentes y algo sobre "el Con
Lucien la miró en silencio, sus ojos plateados reflejando una profundidad que no había mostrado antes. Clara sentía que en ese instante, rodeados por las sombras de la sala y bajo la promesa silenciosa de aquel pacto, el tiempo se detenía. Lucien, siempre tan reservado, parecía librar una batalla interna entre su naturaleza autoritaria y sus propios sentimientos.Finalmente, él la soltó suavemente, tomando un paso atrás mientras sus manos temblaban ligeramente, una rareza que en cualquier otra situación Clara jamás habría creído posible. Pero había algo solemne en su mirada, una certeza que le era tan intensa como abrumadora. Clara, consciente de que Lucien rara vez compartía sus pensamientos más profundos, esperó en silencio, dejándose envolver por la expectativa que colgaba en el aire.—Clara —empezó él, su voz baja y casi reverente, como si estuviera hablando en un idioma antiguo y sagrado—, tú eres la razón por la que la oscuridad de este mundo no ha logrado consumir mi humanidad