Karios había perdido uno de sus mejores guerreros de la carpa roja. Eihah, quien se encontraba en una celda especial por orden de su amo, sentía el mismo dolor que oprimía su alma, naba hasta el punto de dejarla sin aire.—Merik... ¿Acaso tú estás muerto? No, eso es imposible —dijo consternada al saber que su hermano estaba sin vida.—¡Guardias!... ¡Guardias! —gritó Eihah mientras esperaba que uno de los guerreros de su amo se apresurase en ir a verla.—Llama a Karios... dile que deseo verlo. ¿Qué esperas para hacer lo que te he pedido? —ordenó de manera autoritaria. Después de haber conspirado en que el joven uke se escapara del palacio, Karios decidió que sería castigada hasta que él decidiera levantar su penitencia.El silencio en la celda era ensordecedor, y Eihah podía sentir cómo la angustia se apoderaba de ella. Sabía que había cometido un grave error al ayudar a una humana a escapar de las garras de Karios, el poderoso demonio rojo que gobernaba con mano de hierro en aquel osc
A través del vínculo mental que compartían, Karios podía sentir la inquietud de Aemin. El dragón era protector y celoso de su amo, preocupado por la seguridad de Karios y la confiabilidad de Eihah en su nueva misión. Pero también comprendía que esta era una oportunidad para Eihah de redimirse y demostrar su lealtad.Karios, con su mirada fija en la distancia, se esforzaba por mantener la calma. La guerra con el fuerte Hunters se había vuelto cada vez más intensa, y la paz parecía inalcanzable. La decisión de enviar a Eihah como embajadora era un último intento de encontrar un camino hacia una resolución pacífica.—Eihah deberá ser cuidadosa, Aemin. El poder sobre Sheridan es nuestro objetivo, pero no debemos subestimar a los lobos del fuerte Hunters. Mantén vigilancia constante y asegúrate de que Zuke regrese a salvo —instruyó Karios a su fiel compañero.Aemin asintió con la cabeza, sus escamas carmesíes reluciendo bajo la tenue luz del palacio. A pesar de sus preocupaciones, estaba d
El momento estaba marcado por la tensión y la incertidumbre. Eihah, lista para abordar a Aemin y partir hacia el territorio del fuerte Hunters, fue sorprendida por la voz inconfundible de su hermano Kerpes, quien decidió unirse a la misión inesperadamente.—Espera... también me voy contigo. Es una orden del amo —declaró Kerpes, asegurándose de que la atención de Eihah se centrara en su presencia.Eihah, abrumada por la sorpresa de la decisión de su hermano, no pudo evitar preguntar—¿Por qué debe ir tú también? ¿Qué planeas hacer?— La preocupación y la confusión se reflejaban en su mirada mientras los dos hermanos se preparaban para abordar el lomo del imponente dragón.Aemin, el dragón del demonio rojo, observó la escena con un semblante impasible. A diferencia de Eihah, él conocía la lealtad inquebrantable que Kerpes sentía hacia Karios, el señor de la eterna oscuridad. Sabía que Kerpes estaba dispuesto a dar su vida por su amo, y eso lo hacía sentir más seguro de su presencia en la
Hans, por su parte, se encontraba en estado de alerta. Lentamente, comenzó a acercarse hacia Zuke, buscando la manera de calmarla o al menos captar su atención. Su tono fue suave, pero cargado de una preocupación genuina.—Zuke... calma. Mira, no te haré daño. Solo quiero que dejes de lastimar a mis amigos, ¿estás bien? —dijo, con la esperanza de apaciguar la furia que veía en los ojos de la joven. La respiración de Zuke era agitada, y sus ojos brillaban con una intensidad inusual. Parecía estar luchando contra algo que la consumía desde dentro.Mientras tanto, el resto de la compañía permanecía en la puerta, observando con inquietud. Nadie sabía qué hacer para ayudarla, y temían acercarse demasiado por miedo a que su poder los alcanzara. La tensión en la habitación se sentía densa, como si en cualquier momento todo pudiera desbordarse.Hans, decidido a no rendirse, continuaba hablándole, evocando recuerdos compartidos y experiencias que esperaba pudieran llegar a la parte de Zuke que
El silencio en la habitación se hizo pesado, roto solo por la respiración agitada de Zuke, que seguía luchando contra el dolor. Arcelia, sin perder tiempo, sacó un pequeño frasco de tónico de su bolsa. Sabía que si no actuaba rápido, el sufrimiento de Zuke empeoraría.— Toma, esto te ayudará a calmar tus dolores — dijo Arcelia, entregándole el tónico con manos firmes pero compasivas.Zuke bebió el tónico sin hacer preguntas, esperando que el alivio llegara pronto. Arcelia, por su parte, sabía que debía ser sincera con la joven humana sobre lo que estaba ocurriendo.— Zuke... — comenzó Arcelia, con un tono más serio — Debes saber que muy pronto el veneno de los demonios rojos se extenderá por todo tu cuerpo.Las palabras de Arcelia cayeron como una losa. Zuke se quedó inmóvil, su rostro reflejaba la confusión y el miedo que sentía. Sabía que había algo mal en su interior, pero no esperaba escuchar aquello. Aun así, no mostró intención de dejarse llevar por el pánico. Ella era fuerte, p
Hans, mientras tanto, permanecía en la puerta, sus emociones creciendo en intensidad. Podía escuchar fragmentos de la conversación entre Zuke y Arcelia, y cada palabra que llegaba a sus oídos incrementaba su desesperación. La mención de los "demonios rojos" lo llenaba de una angustia que apenas podía contener. Sabía que esas criaturas eran más que simples enemigos; eran seres despiadados, crueles, y su mera presencia representaba un peligro inminente para todos, especialmente para Zuke. Pero lo que más lo perturbaba era el hecho de que Zuke estaba siendo perseguida por algo aún peor: un diablo.El diablo que la acechaba no era cualquier criatura. Hans había oído historias sobre estos seres, relatos que describían su naturaleza vil y destructiva. Sabía que, si el diablo lograba atraparla, Zuke estaría perdida para siempre, convertida en un juguete para sus oscuros propósitos. Ese pensamiento era insoportable para él. No podía imaginar un mundo donde Zuke cayera en sus manos. La sola id
El abrazo que siguió a sus palabras tomó a Zuke por sorpresa, pero también le brindó una inesperada sensación de seguridad. Por un momento, creyó en las palabras de Hans, en la posibilidad de que todo pudiera tener un final diferente al que temía. Pero justo en ese instante, la voz de Kairós resonó en su mente.— Muy pronto estarás a mi lado... Y mataré a este lobo frente a ti, para que entiendas que nadie puede tocar a la mujer del diablo rojo —la voz de Kairós era un susurro siniestro, y Zuke abrió los ojos de golpe, aterrada.De repente, se alejó del abrazo de Hans, su cuerpo temblaba levemente. Hans percibió el cambio de inmediato.— ¿Zuke? ¿Estás bien? —preguntó, su voz cargada de preocupación —¿Es el dolor otra vez?Zuke negó con la cabeza, evitando sus ojos.— No, solo estoy cansada... Cuando salgas, apaga la luz — respondió, buscando refugio en la oscuridad, tratando de evitar que Hans indagara más en lo que acababa de suceder.Hans la observó en silencio por un momento, sin e
El rugido del dragón de Kairós rompió el silencio de la noche y resonó a lo largo del fuerte. El temor se apoderó de todos los presentes, extendiendo sus garras heladas en los corazones de lobos y humanos por igual. Aquel sonido fue un presagio ominoso, un recordatorio constante de la amenaza que se cernía sobre ellos.El estremecedor rugido se filtró en cada rincón, despertando a los dormidos y llenando de inquietud a quienes ya estaban despiertos. En especial a Zuke, quien, desde su cama, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo cuando el sonido alcanzó sus oídos. Se incorporó de manera abrupta, con la respiración acelerada y el miedo reflejado en sus ojos.De un salto, se dirigió hacia la ventana, intentando ver el exterior con la esperanza de entender el motivo del rugido aterrador. Su mirada ansiosa escudriñó la oscuridad, pero no logró discernir nada anormal. Afuera, el paisaje permanecía en silencio, sin indicios visibles de la amenaza que parecía acecharlos.Zuke tragó con difi