El silencio en la habitación se hizo pesado, roto solo por la respiración agitada de Zuke, que seguía luchando contra el dolor. Arcelia, sin perder tiempo, sacó un pequeño frasco de tónico de su bolsa. Sabía que si no actuaba rápido, el sufrimiento de Zuke empeoraría.— Toma, esto te ayudará a calmar tus dolores — dijo Arcelia, entregándole el tónico con manos firmes pero compasivas.Zuke bebió el tónico sin hacer preguntas, esperando que el alivio llegara pronto. Arcelia, por su parte, sabía que debía ser sincera con la joven humana sobre lo que estaba ocurriendo.— Zuke... — comenzó Arcelia, con un tono más serio — Debes saber que muy pronto el veneno de los demonios rojos se extenderá por todo tu cuerpo.Las palabras de Arcelia cayeron como una losa. Zuke se quedó inmóvil, su rostro reflejaba la confusión y el miedo que sentía. Sabía que había algo mal en su interior, pero no esperaba escuchar aquello. Aun así, no mostró intención de dejarse llevar por el pánico. Ella era fuerte, p
Hans, mientras tanto, permanecía en la puerta, sus emociones creciendo en intensidad. Podía escuchar fragmentos de la conversación entre Zuke y Arcelia, y cada palabra que llegaba a sus oídos incrementaba su desesperación. La mención de los "demonios rojos" lo llenaba de una angustia que apenas podía contener. Sabía que esas criaturas eran más que simples enemigos; eran seres despiadados, crueles, y su mera presencia representaba un peligro inminente para todos, especialmente para Zuke. Pero lo que más lo perturbaba era el hecho de que Zuke estaba siendo perseguida por algo aún peor: un diablo.El diablo que la acechaba no era cualquier criatura. Hans había oído historias sobre estos seres, relatos que describían su naturaleza vil y destructiva. Sabía que, si el diablo lograba atraparla, Zuke estaría perdida para siempre, convertida en un juguete para sus oscuros propósitos. Ese pensamiento era insoportable para él. No podía imaginar un mundo donde Zuke cayera en sus manos. La sola id
El abrazo que siguió a sus palabras tomó a Zuke por sorpresa, pero también le brindó una inesperada sensación de seguridad. Por un momento, creyó en las palabras de Hans, en la posibilidad de que todo pudiera tener un final diferente al que temía. Pero justo en ese instante, la voz de Kairós resonó en su mente.— Muy pronto estarás a mi lado... Y mataré a este lobo frente a ti, para que entiendas que nadie puede tocar a la mujer del diablo rojo —la voz de Kairós era un susurro siniestro, y Zuke abrió los ojos de golpe, aterrada.De repente, se alejó del abrazo de Hans, su cuerpo temblaba levemente. Hans percibió el cambio de inmediato.— ¿Zuke? ¿Estás bien? —preguntó, su voz cargada de preocupación —¿Es el dolor otra vez?Zuke negó con la cabeza, evitando sus ojos.— No, solo estoy cansada... Cuando salgas, apaga la luz — respondió, buscando refugio en la oscuridad, tratando de evitar que Hans indagara más en lo que acababa de suceder.Hans la observó en silencio por un momento, sin e
El rugido del dragón de Kairós rompió el silencio de la noche y resonó a lo largo del fuerte. El temor se apoderó de todos los presentes, extendiendo sus garras heladas en los corazones de lobos y humanos por igual. Aquel sonido fue un presagio ominoso, un recordatorio constante de la amenaza que se cernía sobre ellos.El estremecedor rugido se filtró en cada rincón, despertando a los dormidos y llenando de inquietud a quienes ya estaban despiertos. En especial a Zuke, quien, desde su cama, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo cuando el sonido alcanzó sus oídos. Se incorporó de manera abrupta, con la respiración acelerada y el miedo reflejado en sus ojos.De un salto, se dirigió hacia la ventana, intentando ver el exterior con la esperanza de entender el motivo del rugido aterrador. Su mirada ansiosa escudriñó la oscuridad, pero no logró discernir nada anormal. Afuera, el paisaje permanecía en silencio, sin indicios visibles de la amenaza que parecía acecharlos.Zuke tragó con difi
Daniel, sin perder un segundo, la tomó del hombro y la abrazó con una intensidad que reflejaba la magnitud de su emoción y la alegría de verla a salvo. Los dos jóvenes, la humana y el lobo, se encontraron en un abrazo que irradiaba amor y alivio tras la incertidumbre que habían enfrentado.Anton, al ver la conmovedora reacción de ambos, reconoció que ese era un momento íntimo y significativo. Como un testigo silencioso, decidió darles su espacio y privacidad.—No se tarden... Los esperaré afuera —anunció Anton antes de retirarse de la habitación, dándoles a Daniel y Alannis el tiempo que necesitaban para reafirmar su vínculo y compartir sus emociones en la seguridad de su mutuo cariño. El fuerte aroma a alivio y alegría llenó la habitación mientras la pareja se reencontraba después de un período de incertidumbre y miedo.Mientras Alannis y Daniel se abrazaban, reafirmando sus sentimientos mutuos en medio de la alegría de volver a verse, en el exterior del fuerte, la amenaza del enemig
—Queremos ver a la humana; mi amo desea saber que ella se encuentra bien —explicó Kerpes, mientras Sorien asentía con la cabeza, indicando que Aska debía ir a buscar a Zuke.Después de unos minutos, Aska regresó con Zuke, quien fue presentada ante los demonios y guerreros del Diablo Rojo. La tensión en la sala era palpable mientras se desplegaba un encuentro crucial entre enemigos, y el destino de Zuke colgaba en la balanza.La mirada de Aska se posó en Zuke, quien, aunque había perdido peso, parecía estar bien. Con voz firme, declaró:—Como ven, ella está bien... Dile a tu amo que ella se quedará con nosotros.Kerpes, desde su posición distante, observó a la humana y notó su condición. La preocupación por Zuke se reflejó en su rostro.Eihah, sin embargo, no estaba dispuesta a aceptar la situación y, con furia en sus ojos, lanzó su látigo de la muerte con la intención de tomar a la humana. Sin embargo, las garras de Hans intervinieron hábilmente para evitar que el látigo de la demonía
En medio de la batalla, las emociones chocaron con la ferocidad de los golpes, tejiendo una red de conflictos y tensiones que amenazaban con desgarrar el tejido mismo de la realidad. Y en el centro de todo, Zander y Aska lucharon no solo por sus propias vidas, sino por el destino de todo lo que amaban y sostenían querido.Los pocos lobos que lograron sobrevivir a los brutales ataques de las Carpas Rojas se encontraron una vez más en medio de una feroz batalla contra sus enemigos. Con garras y colmillos, lucharon con una determinación inquebrantable, defendiendo su territorio y su manada con todas sus fuerzas.A su lado, las mujeres humanas que se unieron a ellos en esta lucha desesperada también se enfrentaron a los guerreros de la muerte con coraje y habilidad. Gracias a las enseñanzas de Arcelia, estas mujeres aprendieron a defenderse con destreza, utilizando arcos y flechas con precisión mortal y empuñando espadas con la misma valentía que los lobos a su lado.En medio del caos y l
En aquel lugar de encuentro, saturado de tensión y suspenso, la figura de Zuke se vio envuelta en un tormento tan físico como emocional. El látigo, manejado con maestría cruel por Eihan, se convirtió en un instrumento de dolor insufrible. A pesar de sus esfuerzos por mantener la compostura, cada instante parecía multiplicar el sufrimiento que la consumía. Eihan, frío e imperturbable ante su agonía, no mostró signos de clemencia; al contrario, aumentó la intensidad de la tortura con un simple gesto de su mano, haciendo que el dolor que afligía a Zuke se volviera aún más insoportable.Sin embargo, el tormento no se limitó solo a Zuke. Karios, inmerso en su propia batalla, sintió el sufrimiento de Zuke como si fuera propio, una carga que amenazaba con socavar incluso su fortaleza más sólida. Motivado por una mezcla de rabia y desesperación, su lucha adquirió una ferocidad despiadada, exhibiendo un dominio oscuro sobre sus adversarios. Sus ojos, profundos como el océano en tormenta, deste