El chófer de la familia Mendoza había ido a buscarlos al aeropuerto, el viaje de regreso fue bastante tranquilo, fue poco lo que hablaron sobre las expectativas que tenían con su llegada. En casa de Gabriel los esperaban sus padres y el padre de Elena para darles la bienvenida con un ambiente festivo y alegre inocentes de la turbulenta luna de miel que habían atravesado, solo Alberto se veía un poco reservado, apenas menos emocionado que los demás, consciente de que algo grave había acaecido, disimulaba su ansiedad porque su hijo le contara cada detalle de lo que había pasado el día de la boda.Los tres salieron a recibirlos apenas supieron que habían llegado. Los abrazos llegaron en abundancia junto con las sonrisas y los besos llenos de amor paternal, en especial los de Iván para su hija que sin querer rompió en llanto al sentirse protegida por los brazos de su padre quien atribuyó esas lágrimas a la emoción natural de la ocasión.—Ya... Ya, Ele ¡voy a creer que ese marido tuyo te e
Y así lo hicieron, Elena tras el primer impulso de negarse puesto que ella siempre fue muy responsable con su trabajo, terminó por aceptar el día de ocio con Gabriel, siempre cautelosa y procurando no emocionarse demasiado con el incierto futuro de su relación. Aceptó conocer a un agente inmobiliario que Gabriel contactó esa misma mañana, una mujer reconocida por tener los mejores inmuebles de la ciudad, ella los llevaría a conocer varios apartamentos donde compartir su vida juntos, no es que no se sintieran a gusto viviendo con Inés y Alberto, pero ambos sabían que lo mejor era estar solos.La mañana se fue muy rápido visitando las propiedades que la agente inmobiliaria tenía para ofrecerles, Gabriel siempre exigente solo quiso ver tres de las opciones que la profesional le había ofrecido inicialmente, la última opción fue la que más les gustó a ambos, era un apartamento nuevo, tenía varias habitaciones, amplios espacios, salón recibidor, un comedor en el que fácilmente cabría una me
Elena se había reincorporado por completo a sus actividades laborales, trabajar de nuevo le hacía mucho bien, se sentía feliz y plena, su matrimonio era estable, tenía un hogar hermoso y el tiempo prometía mejorar las cosas trayendo olvido a su corazón. Su sonrisa hacía que todos a su alrededor se dieran cuenta de eso, su belleza maduraba y pasó de ser una joven guapa a ser una mujer segura bella y sensual en los pocos meses que llevaba su matrimonio.Ese día en particular había una reunión en que estaría presente la junta directiva y los socios del consorcio de la familia Mendoza, Gabriel estaría allí representando a su padre, eso le daría a Elena la mañana y quizá parte de la tarde libre o mejor dicho sin la presencia de Gabriel a su alrededor, pensó que podría adelantar mucho trabajo sin la presencia de su esposo en el edificio, sin dudarlo se rodeó de papeles, libros de cuentas, agendas, en fin quiso poner en orden un sinfín de asuntos que había dejado pendientes en días anterior
Gabriel se encontraba reunido con su padre en su oficina, con ellos estaba el abogado de confianza que trabajaba para ellos desde hacía muchos años, un hombre experimentado de más de sesenta años, de rasgos fuertes y severos.—Si las cosas se manejan de esta manera no tendremos de que preocuparnos, Alberto —aseguró el especialista en leyes bajo la mirada de los dos Mendoza.—Yo también lo creo, pero debemos tener cuidado con lo que pidan para el arreglo, pienso que pueden querer aprovecharse.—Papá, claro que van a querer aprovecharse, querrán sacarnos lo más que puedan, para eso tenemos a Richie, nuestro abogado estrella —dijo Gabriel señalando a el abogado sonriendo pícaramente— hizo su tarea y recolectó información interesante sobre la contraparte. Eso nos dará una carta con la que podremos jugar para frenar sus intenciones.—Lo sé, Gabriel.—Quédense tranquilos —pidió el abogado—. No llegaremos a juicio, pero de todas formas me gustaría que Gabriel o ti Alberto, me acompañe. Si un
Gabriel se encontraba solo en la habitación, se había dado una ducha después de una breve visita al gimnasio del hotel, vestía cómodamente con un jean y una camiseta de algodón, su jornada de trabajo había finalizado temprano, ese día terminó de cerrar con éxito el acuerdo que fue a negociar sintiéndose satisfecho y orgulloso de haber conseguido un excelente resultado para su empresa. Tenía pensado salir a buscar algo que llevarle de regalo a Elena, sintió que era lo debía hacer, lo que hacía su padre cada vez que salía de viaje sin su madre, era el ejemplo que había visto desde pequeño y quiso ponerlo en práctica él mismo, a diferencia de su padre que cada cosa que compraba para Inés tenía un significado importante, Gabriel solo pensó que era lo correcto. Todavía eran las primeras horas de la tarde y prefirió ver un poco la televisión antes de ir en búsqueda de aquel presente perfecto para una esposa que esperaba en casa.Tocaron la puerta distrayendo su atención de las noticias, Gab
Elena apenas sentía su cuerpo, a lo lejos escuchaba ruidos que no lograba identificar, había gente gritando cerca de ella, todo era muy confuso. Trató de hablar, pero fue inútil, de su boca no salían las palabras por más se esforzara, era como si su cuerpo estuviera desconectado de su cerebro, quería pedir que cuidaran de su bebé, era lo único que le importaba de todo lo que había sucedido, pensó en que había sido un error salir de esa manera en el coche, pero ya era tarde. Recordó las luces que venían sobre ella, pero poco más, con dificultad llevó una mano a su vientre y mentalmente le pidió perdón a su hijo, la cabeza comenzó a pesarle toneladas, un fuerte mareo se apoderó de ella, trató de abrir los ojos, pero todo estaba borroso a su alrededor, los cerró de nuevo sumiéndose en un oscuro espiral de inconsciencia que apagó todos sus sentidos. Un momento más tarde volvió la conciencia, con dificultad logró abrió los ojos, seguía encerrada dentro del auto, alguien le hablaba, pero n
Elena despertó con la luz del sol en el rostro, al abrir los ojos fue como sí el tiempo no hubiera pasado, la mañana estaba despejada y prometía un día brillante. Estaba en su cuarto de soltera en casa de su padre, todo estaba intacto, todo menos ella. Ahora se sentía distinta, hace poco más de un año se sentía joven, alegre, con el espíritu lleno de inquietudes, deseaba aprender y crecer como persona y como profesional. Pero ese día en particular todo había cambiado en ella.Habían pasado dos semanas desde que le habían dado el alta en el hospital, tres desde el accidente, su cuerpo sanaba muy rápido de los golpes, pero su alma y su corazón seguían sufriendo, en su mente se repetían una y otra vez las palabras de Gabriel, todo aquello que le contó... En su corazón sentía aun ese amor enloquecedor por él mezclado con el dolor que él le había causado, escuchaba una y otra vez su voz diciéndole que la amaba; su cuerpo lo extrañaba cada día más, anhelaba sus fuertes brazos alrededor de s
Con el tiempo Gabriel aprendió a vivir con su soledad, dejó de buscar compañías vacías y dedicó su vida al trabajo volviéndose su única obsesión, incluso llegó a dormir durante días en su oficina, hizo instalar allí en una sala de juntas que casi no se usaba una especie de gimnasio para ejercitarse cuando el estrés fuera intenso y así no descargar tanto su amargura con sus empleados, tomaba después una ducha se cambiaba con ropa que guardaba en una otra oficina donde dormía en un sofá cama.—Estoy verdaderamente preocupada por ti. —dijo Inés sentada frente a su hijo en una visita a la empresa.—¿Por qué, mamá? —preguntó sin mucho entusiasmo por la conversación.—¿Te parece poco? Ya no sales de esta oficina, no vas a tu casa desde hace días, no vienes a vernos a tu padre y a mí, si no vengo hasta aquí, no sé nada de ti porque no respondes el teléfono. Sé más de tu vida por tu secretaria que por ti mismo. ¿Quieres otra razón?—Exageras, mamá. Es solo que hay mucho trabajo en estos días,