Capítulo 4

Saravi.

—Saravi, ven, te acompañaré junto con las damas a tu habitación —mi madre insiste para intervenir, tomando mi brazo más fuerte de lo normal; irrumpiendo la mirada sostenida que teníamos el rey y yo.

Asiento con el furor en mis venas, tratando por todos los medios de no dar rienda suelta a mis impulsos. Pero al final no puedo hacerlo. Entonces digo lo que tengo en mi garganta.

—Pero… ella si es de mi confianza… señor. Espero que reconsidere mi propuesta, porque puedo elegir también… —solté creando un ambiente mucho más tenso y continué mi caminata, casi arrastrada de mi madre.

Ella no dice nada, las mujeres que caminan junto a mí, parecen mirar hacia el vacío, es imposible que me adapte así, jamás podré estar aquí sin la compañía de Nadia.

Luego de subir algunas escaleras y p***r varios pasillos abiertos, una habitación enorme es abierta ante mis ojos.

—Mi lady, comenzaremos a preparar su baño —explica una de las damas.

—Les pido cinco minutos con mi hija, yo misma las haré p***r cuando termine —pide mi madre provocando un escalofrío en mi cuerpo.

Las mujeres asienten y salen apresuradas mientras Jemina pone seguro a la puerta, y gira en mi dirección.

—¡¿Cómo puedes hacernos p***r una vergüenza así?! ¿Retar al rey? ¡Vaya insolencia!

El tono de mi madre se ha salido de control, su rostro está rojo de la histeria mientras camina de lado a lado por la habitación.

—Solo hice una petición… —respondo bajo.

—Ah, ¿sí? Pues ahora me vas a conocer, Saravi, ahora mismo iré a pedir que no se te conceda tal cosa, ¡Tú has pasado los limites! Enviaré a Nadia a donde más nunca la puedas ver.

¿Qué?

—No te atrevas, madre… —logro pronunciar preocupada.

—Pues lo verás, lo verás con tus propios ojos, he hecho muchas cosas, Saravi, como persuadir en contra de la otra candidata a la corona y fíjate el resultado… Estamos aquí.

Una risa de satisfacción se asoma en mi rostro ante la mentira que mi madre habla, porque sé perfectamente que fue lo que pasó en ese caso.

—Nunca hubo otra candidata… Nunca el príncipe decidió otra cosa… ¡Tú mientes!

Los ojos de mi madre comienzan a agrandarse mientras se acerca lentamente hacia mí.

Una mano es estampada en mi mejilla dejándome algo aturdida, entonces coloco mi mano en el lugar enrojecido y adolorido inmediatamente. No la observo y no quiero hacerlo, no levanto mi cabeza en ningún momento; solo logro ver como sus pies se mueven en dirección a la puerta, dejando p***r al conjunto de servidoras al momento siguiente.

Necesito pensar con claridad, necesito buscar una solución para Nadia, y si es necesario pisotear mi orgullo, lo haré para que ella esté conmigo.

Luego de un relajado baño, junto con tres mujeres por supuesto, soy vestida por un bello atuendo que no estaba entre mis cosas, y luego de arreglar mi cabello como yo nunca yo pude hacerlo, las damas comentan que han concluido.

—Cualquier cosa que desee mi lady, estamos a la puerta.

—¿Cómo te llamas? —pregunté a una de ellas, mientras que las demás se retiraron.

—Yo… No es necesario mi lady, yo… —pronuncia titubeando, hasta que es interrumpida por otra persona a la cual desconozco totalmente.

—¡Bienvenida, Saravi! ¿Puedo p***r?

Su ornamento y su forma de actuar me dejan claro que es de la familia real, yo asiento para que ella pase, entonces la mujer se posiciona frente a mí en un sofá individual.

—Soy Hanna Sabagh… —pronuncia delicadamente ofreciéndome su mano.

—Saravi… Eljal —respondo tocando su mano a forma de saludo, haciendo una pequeña reverencia con la cabeza.

—Es cierto todo lo que han dicho, ¡Eres muy hermosa! —dice sonriendo—. ¿Estás preparada para esta noche?

—¿Esta noche?

—Lo sabía, no leíste mi carta —dice sonriendo.

¿Su carta? No leí ninguna, pero si hubiese sabido que ella escribió una, la curiosidad me hubiese llevado a leerla.

—Lo siento… Ha sido todo muy rápido, pero, las traigo conmigo…

—No te preocupes, sé cómo es todo esto, solo quería ayudarte para que no estuvieras tan perdida aquí.

—¿Qué pasará esta noche? —pregunto intrigada.

—Tendremos una cena, una muy formal donde sellarán el pacto entre familias, es algo privado que nuestra familia hace antes de la ceremonia —sus palabras solo alteran mis nervios, y me hacen querer salir corriendo.

—Pensé que vería al príncipe hasta la boda.

—No, verás a mi hermano hoy mismo.

No sé el por qué, pero el corazón comienza a latirme muy rápido, no sé si sea temor, o un poco de aversión mezclada con los nervios ante la noticia. 

—Entiendo… —digo un tanto desconcertada. 

Hanna se levanta un poco confundida, y al instante comienzo a sentirme mal por ella, su intención fue buena, inclusive me ayudó a sentir mejor. 

—Hanna… —ella voltea de inmediato y yo coloco la mano en mi boca ante mi falta de protocolo—. ¡Lo siento mi lady! Lo que… 

—Puedes llamarme por mi nombre, me sentiré mucho mejor así —dice en tono dulce. 

—Gracias por todo, la verdad si estoy un poco perdida aquí, aparte hay algo que me ha entristecido mucho —y aprovecho la oportunidad, pensando en Nadia. 

—¿Entristecido?, pero… ¿Qué cosa? ¿Qué te ocurre? 

Este es el momento. 

—Mi dama de compañía vino conmigo, pedí que ella se pudiera quedar a mi lado, ya sabes la costumbre de sus oficios hacia mí, pero me lo han negado —explico sincera. 

—¿Quién te lo negó? —pregunta con interés.

—Tu padre, el rey. 

Ella da un suspiro lento mientras niega varias veces. 

—Le mencionaré el tema a mi hermano, estoy segura de que no será problema —dice por fin mientras que una sonrisa se forma en mi rostro. 

—Muchas gracias, de verdad. 

—No tengas cuidado, recuerda que en un par de horas nos veremos. 

Luego de mi conversación con Hanna, comienzo a sentirme un poco mejor, ella se parece totalmente a su madre, de alguna forma no tendré que luchar con todos aquí. Aunque cierta preocupación de vez en cuando me invade, ignorando dónde puede estar Nadia, creyendo que posiblemente ella esté asustada. 

Por la noche unos toques suaves en mi puerta, anunciaron que ya debía ir al salón principal, las damas que me ayudaron hicieron un trabajo extraordinario, por lo tanto, me lleno de valentía y comienzo a salir rumbo a la cena.

Tengo nervios, naturalmente desconozco todo lo que pasa aquí, desconozco cada persona y me siento fuera de mi entorno.

Cuando llego al salón, un lacayo me hace reverencia y coloca su brazo para direccionarme al comedor, y por lo que logró divisar desde lejos, ya está casi lleno.

Todos están allí, los reyes, mis padres, Hanna y un hombre a su lado que asumo es el hermano menor, Kader, por sus rasgos joviales.

Mi padre abre una silla a su lado, lo cual agradezco y entro a la mesa dando un saludo formal.

Pero cuando estoy tratando de tomar posición, escuchó un murmullo.

—¿Dónde está Kalil? —pronunciar al rey dirigiéndose a su esposa, mientras el resto del grupo sostiene una conversación; una sensación muy extraña comienza a bajar y subir por todo mi cuerpo creando anticipación ante la mención de tal hombre.

—Buenas noches, perdonen mi demora —una voz bastante grave alerta mis sentidos, así que de inmediato giro hacia el hombre que debo odiar con todas mis fuerzas, pero me quedo sin palabras.

El príncipe está de pie en la punta de la mesa, su atuendo enaltece más su buen porte, es un hombre alto y fornido, con un rostro realmente hermoso, unas cejas pobladas junto con una barba bien cuidada que lo hacen más atractivo, por supuesto.

Me doy una reprimenda mental ante mi falta de carácter, no debo verle ningún rasgo positivo a este hombre, yo debo mantener cada día en pie mi objetivo, así que retiro la mirada al instante.

—¡Hijo, bienvenido! —pronuncia su padre con cierta fascinación; parece que este es su hijo favorito por el trato que le da—. Saravi ha llegado esta tarde.

Mi cuerpo se tensa ante las palabras del rey, me coloco de pie haciendo una reverencia, para luego volver a colocar mis ojos justos en él. El príncipe se dirige a mí asentando su cabeza, y al mismo tiempo conectando sus ojos con los míos. Un rostro duro y serio obtengo de su parte, hasta que de forma improvista toma mi mano para dar un beso en ella.

Una invasión de corrientes nerviosas se adentra en mi cuerpo al sentir su tacto, mi cuerpo quiere retroceder, pero sería una impertinencia hacer tal acto tan bochornoso.

—Bienvenida seas —es todo lo que dice el hombre, sin siquiera pronunciar mi nombre como lo han hecho los demás, y por alguna razón, eso me crea un fastidio.

—Gracias —respondo volviendo a mi asiento junto con mi padre, sintiéndome más segura.

—Gracias por estar aquí —dice el príncipe con mucho formalismo hacia todos—. Nuestras familias se unirán esta noche sellando el pacto de nuestros padres, pero sobre todo esa responsabilidad de gobernar nuestra nación… De la forma más correcta posible.

En ningún momento su mirada se posa en mí, parece que mi llegada ha sido cualquier cosa para él, y no es que me importe, realmente es mejor que las cosas sean así.

—¡Estamos muy contentos de estar aquí! —expone mi madre interrumpiendo su sermón y todos giran a observarla. Yo tomo la mano de mi padre y este niega un poco nervioso.

—¡Brindemos por el futuro de Angkor! —continúa el príncipe Kalil levantando su copa, mientras en resto le imita.

Pude ver que su expresión es parecida a la mía, puedo ver que, como yo, cumple una obligación, entonces el enigma y muchas preguntas se forman en mi mente, cosas que me gustaría saber si fuera otro el caso.

La cena transcurrió tranquila, varias preguntas por parte de todos, excepto del príncipe, se dirigían hacia mí; acerca de mis gustos y mis pasatiempos. Y aunque me sentí bastante incómoda con la presencia del rey Umar después del altercado de la tarde, traté con todas las fuerzas de parecer serena. Creo que en cualquier momento está velada se acabará y podré ir a preguntarle a Hanna, qué pudieron hacer por Nadia.

—Si me permite… —la voz del príncipe me saca de mis pensamientos, y su mano se extiende invitando a levantarme para acompañarle a no sé dónde.

Asiento lentamente, mientras de forma insegura coloco mi mano sobre la suya creando una tensión evidente entre los dos.

—Volveremos pronto —anuncia este de nuevo hacia el resto de las personas.

No sé si tener al hombre que tanto he rechazado junto a mí, provoca una serie de reacciones constante en mi cuerpo. No tengo idea del por qué las alarmas se encienden dentro de mí, y tampoco si son las correctas, el hecho es que me siento como un manojo de nervios ahora mismo.

Luego de caminar un poco, llegamos a los jardines, cabe resaltar que al anochecer lucen increíbles. Entonces de un momento a otro, el príncipe suelta mi mano para posicionarse frente a mí.

—Su dama de compañía está en su habitación ahora mismo —pronuncia tan serio, que dudo de sus palabras por un momento.

—¿Nadia?

Su ceño se frunce, entonces me doy cuenta de que he vuelto a equivocarme al hablar.

—Quiero decir, mi dama de compañía, sí… de verdad muchas gracias…

Un suspiro pesado es soltado por su parte, entonces es cuando denoto cierto fastidio en su rostro y se coloca de medio lado observando el jardín mientras pregunta:

—¿Qué le gusta hacer en su tiempo libre? —la pregunta sale forzada, como si estuviese obligado a entablar una conversación conmigo, y a pesar de que ese tema se habló en la mesa, entiendo que su mente no estuvo allí. Lo cual me irrita en gran manera.

«¡Contrólate, Saravi!»

—Con todo respeto… Su alteza no tiene que esforzarse en hablar conmigo, y aunque usted no se dio cuenta, por supuesto, yo deseaba que terminara la cena para irme a descansar.

Perfecto, «Ahora si terminaste con la obra»

—¿Qué dice? —pregunta asombrado, mientras yo suelto el aire lentamente.

—Escuche, seamos sinceros… Usted no me agrada y es evidente que yo tampoco, lo que sí sabemos es que estamos ejecutando un tratado establecido por nuestras familias, así que sería bueno para nuestra salud ser sinceros.

Y así sin más lo saqué todo.

Su mirada se vuelve oscura y la expresión en su rostro es intimidante.

—Yo no hago nada por obligación, ¡Quiero que eso le quede claro!, para mí un compromiso con mi nación representa honor y responsabilidad… No sé si usted entienda la magnitud de lo que es manejar una monarquía, pero si es por obligación que usted actuará, déjeme decirle que ya fracasó. ¿Estoy siendo demasiado sincero para usted? 

Sus duras palabras me impactan, me hacen dejar muy mal parada como cualquier niña malcriada.

—No quise…

—No importa —irrumpe sin dejarme hablar—. Y no tiene que darme las gracias por su dama, es un derecho suyo… 

—Escuche… —trato de conciliar. 

—Entremos, y si desea puede irse a descansar. 

El hombre comienza a caminar lentamente indicándome que la siga el paso. ¿Por qué siento que no puedo llevar el control con él? Esto es un desastre, si quiero ayudar a Mishaal, no puedo ser enemiga del futuro rey. 

Al llegar a la mesa, observo que solo quedan mis padres junto con el rey en la mesa, quienes se levantan a nuestra entrada. Yo aprovecho la oportunidad y me excuso ante todos, dejando un silencio incómodo.

Trato de agilizar mis pies, quiero terminar este mal día, pero sobre todo quiero llegar a mi habitación para comprobar que es cierto que Nadia está en ella. Entonces rápidamente abro las puertas y allí estaba justo en la ventana de la habitación.

—¿Nadia? ¡No puedo creerlo! —digo lanzándome hacia ella.

—Señorita, Saravi ¡Me alegra mucho verla!

—Dios… Pensé que no te volvería a ver… Yo, me preocupé mucho —expreso sinceramente.

—¡Conocí al príncipe! —responde ella emocionada, mientras mi sonrisa se borra al instante—. Junto con su hermana, la señorita Hanna.

—Los… ¿Conociste? ¿Cómo?

—Cuando llegué en el carruaje me pasaron directamente a la cocina del palacio, algunos sirvientes me enseñaron las instalaciones pensando que solo venía de visita, y justo en la tarde cuando hablaba con otra señorita fui llamada a un salón, acompañada de un lacayo. Cuando entré estaba el príncipe Kalil, y su hermana.

Dios…

—¿Y qué pasó? —pregunté con interés.

—¡Cuando vea al príncipe se le abrirán los ojos, Saravi! —dice ella emocionada—. Es…

—Nadia… —corto su inspiración—. ¿Qué te dijeron?

—Que me quedaría, el señor Kalil me dio su mano, se presentó muy amable diciendo: “Si usted es de confianza de la futura reina, también es de mi confianza”, y me sonrió, entonces… yo me derretí lentamente.

Nadia comienza a reír, mientras que un nudo se forma en mi garganta llegando a la conclusión que mi estupidez fue demasiado lejos hoy.

—¡Soy una tonta! —resoplo varias veces.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Ven, te contaré todo, solo quiero que termine este día pronto…

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