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“Bienvenidos a Nuevo Horizonte, pueblo de gente valerosa y trabajadora”

Dice el letrero de un pueblo sencillo donde su paz se ha visto trastornada por eventos que están causando temor en sus habitantes.

Nuevo horizonte es un pueblo rivereño que la mayoría de los habitantes viven de la pesca y del tránsito por el río. Sus pobladores son personas que viven del día a día, los más ilustres de este lugar son los ganaderos y la élite de maestros que son los encargados de enseñar a los niños los buenos hábitos y la cultura muy tradicional del lugar. 

Pero ahora, la calma se ha perdido por los extraños eventos que ha vestido al lugar de luto y también mucho temor.

La muerte de una joven   de familia ganadera y trabajadora    apareció   desmembrada a orillas de la carretera, algo jamás visto en la región. Este hecho y la desaparición de otras chicas más, mantiene a las personas del lugar en un estado de estupor y terror de pensar que a sus hijas les llegue a pasar algo malo. La prevención y la comunicación son los elementos más utilizados entre los integrantes de las familias de Nuevo Horizonte.

Lo mismo sucede en el hogar de la dulce y rebelde Susana Ávila sus padres están siempre a la defensiva de que su hija única no cometa estupideces que luego le vaya a costar muy caro.

—¡Susana! — gritaba la madre desde la escalera para que baje a desayunar— ¡Se te hace tarde para llegar a estudiar!  No entiendo cómo es que ella se demora tanto para arreglarse si se levanta tan temprano— refunfuño la madre de la joven.

—Ya voy ma— respondió mientras bajaba con un gran morral sobre su hombro.  Una falda a cuadros en color verde oscuro y negro, camisa blanca de mangas cortas ajustadísima dando la sensación de que sus tetas fueran a saltar de su pecho y una cortaba sencilla. Medias altas y zapatos negros. Sus manos trataban de arreglar una de las coletas que llevaba atada a ambos lados de la cabeza.

La madre al verla frunce el ceño. Siempre era lo mismo cada mañana la joven la vivía desafiando en hacer lo que a ella le daba la gana.

—Esa camisa está muy apretada, mira tus pechos. Les falta aire y mira esa falda muy corta, pareces una exhibicionista — la regañó molesta y cansada de que todos los días era la misma pelea.

La joven solo rodea sus ojos y le sonríe con sorna.

—Ay ma, tú si eres cansona— le reprocho mientras se sentaba y desayunaba – sabes que me gusta estar a la moda.

Mientras la joven hablaba miraba a su padre. Él era tan diferente a su madre. Le lanza un beso al aire y él solo se limitó a sonreírle.

—Hola preciosa—   la saludo el   padre respondiéndole   con   otro beso. Él la miró sentarse en la mesa. Este continuó con la lectura del periódico – Dios, desapareció otra jovencita— dijo preocupado— cada día está más peligroso   vivir en Nuevo Horizonte.

En esa semana el pueblo estaba conmocionado por la desaparición de dos jóvenes, entre los dieciocho y los veinte.

—Oiga señorita— le dijo la madre— tenga mucho cuidado cuando estés en la calle, y avise siempre donde está, para saber de ti ¿Entendido? —  dijo la madre algo preocupada.

—Tranquila, ma— dijo en medio de una guasa— yo soy súper poderosa, nadie se podrá meter conmigo— Susana la invencible.

Al terminar de desayunar la joven se levantó muy rápido y le dio un sonoro beso que le lastimó los oídos por el sonido y la mujer enseguida la regañó por aquella grosería.

—Susana por favor se seria— decía mientras sonreía. Su hija era muy extrovertida y desordenada. Y ella la amaba así.

La joven le restó importancia al supuesto enfado de su madre y fue y abrazó a su padre que aún se mantenía sentado en su silla con el periódico en las manos.  Le dio un beso en la cabeza y salió tomando la mochila y colocándola en sus hombros.

La mañana estaba fresca y el sol brillaba demostrando que el día iba a estar muy caluroso.

Cuando ella salió posó una mano sobre sus cejas para resguardarse de los rayos del sol que le iluminaba el rostro. Ella sonrió al ver el día tan iluminado y sonrió al joven que estaba en el auto esperándola.

Richard, su novio desde hacía dos meses, siempre pasaba a recogerla, pues le quedaba de camino a la universidad.

Susana Ávila, era una joven de casi dieciocho años pues dentro unos días los cumpliría, se encontraba terminando los cursos especiales para entrar en la universidad; los cuales los cursaba por segunda vez. Ella manifestaba que no le gustaba estudiar, mantenía la firme creencia que estudiar era solo para locos, y lo mejor de todo ella no estaba loca. Tampoco veía la hora de cumplir su mayoría de edad y ya tenía pensado hacer una fiesta para celebrarlo a lo grande.

Richard era estudiante en la universidad y cursaba el tercer semestre de psicología, era genial, cálido y muy atractivo y estaba enamorado de su loca novia.  Al verla le sonrió.

—¿Cómo estás? — le preguntó al momento de subir al auto de él.

Ella resopló y frunció los labios mostrando su fastidio.

—Ah, aburrida— dijo sin dejar de mirar por la ventanilla. De repente sus ojos brillaron contenciosos— vamos a escaparnos del colegio y vamos a nadar en la piscina del pueblo— dijo. Con la mirada lo provocaba y movía las coletas que tenía a cada lado. Sus ojos lo miraban con fijeza.  No era que ella estuviera enamorada de él, pero era lo mejor del pueblo.

—No. Además, tengo parciales, debo estudiar si quiero tener una profesión el día de mañana— dijo mientras se concentraba en la carretera.

Ella hizo mala cara al oírlo tan maduro.

—«Estúpido”— pensó la joven molesta aún más.

Ella   siempre hacía lo que le daba la gana, era malcriada, caprichosa, nunca obedecía órdenes y nunca lo haría.

—Además no es bueno que pierdas las clases del curso si quieres ingresar a la universidad— continuó él pensativo de la actitud de ella— ¿Acaso no piensas en tu futuro?

—¿Qué tiene de malo un poco de diversión? – le pregunto agria.

—No es solo un poco de diversión, es que todo tiene su tiempo— le recrimino él— ahora deberías enfocarte en la universidad y no en diversión, luego vendrá todo lo que quieras hacer, primero asegura tu futuro.

Ella solo se limitó en guardar silencio.

—«De que me divierto, me divierto»— pensó la joven molesta con su aburrido novio. Parecía más un viejo que un joven.

Esa mañana, para la joven era la más aburrida.  Entró a estudiar para el ingreso a la universidad, y de una se encontró con Rita una compañera de las clases, que al verla le saludo.

—Hola, Susy— la saludó besando la mejilla de la amiga.

—Hola, Rita— respondió la joven sin quitar de su cabeza la idea de escapar de clase.

Rita al ver que la joven no seguía el camino a la clase de historia la miró confundida.

—Vas para historia— decía Rita mientras la miraba— vamos juntas.

Ella la miró con fastidio.

—Vamos a escaparnos al cine o a nadar— le propuso a la sorprendida amiga— ¿qué te parece? —  decía con una sonrisa que iluminaba el rostro de la joven rebelde.

Rita se la quedó mirando y miró para todos lados, y disimuladamente entraron al baño, esperaron un rato a que sonara el timbre para entrar a clases. Cuando los pasillos estuvieran solos podrían escapar.

Así que corrieron por el pasillo y en un descuido del anciano vigilante   se escaparon del establecimiento educativo.

Ambas reían a carcajadas, al ver que se escaparon y nadie los había visto.

—¡Eso fue genial! — dijo Rita roja por la emoción.

—Si, ahora a divertirnos, ya mañana que nos castiguen por faltar a clases— dijo Susana alegre por aquel arranque de adrenalina.

Así que juntas fueron al río, y nadaron, a la hora del almuerzo regresaron a sus respectivas casas.

—¡Susana! —  gritaba la madre desde abajo después de colgar el teléfono— ¡Te escapaste nuevamente de tus estudios! — respiraba enojada— ¿Qué quieres matarme? — decía colérica.

La joven acostada en su cama leyendo una revista reía al oírla.

—Tranquila, ma que nada me pasó — dijo en medio de un grito.

—La desobediencia trae consecuencias, ya verás niñita malcriada— decía la mujer molesta.

—Ya cálmate, amor— dijo el padre de la joven. Él trataba de apaciguar a la mujer— ya hablaré con ella.

— Si ya te hizo caso— dijo la mujer— tú eres demasiado blando con ella.

—Mujer, ella es mi única hija— la abrazó y la beso— ten paciencia con ella, mi amor.

Ya en la noche su padre se sentó a dictar la cátedra de la obediencia. Como castigo corte de internet, celular y en especial de calle.

—«Uf, pero qué intensos»– pensó la joven.  Comenzó a marcarle desde el fijo a Richard a escondidas, pero no respondió.   Aburrida por no lograr lo que quería y por todos los privilegios quitados se tiró sobre la cama molesta.

—Mañana me las desquito— dijo en voz alta y pensando en esto se quedó profundamente dormida.

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