Saturada

La idea de estar a cargo de la cocina me generaba sentimientos encontrados. Por un lado, me ilusionaba el hecho de dedicarme a una actividad que me hacía sentir libre y creativa. Gracias a las clases de cocina que había tenido con Lois, aprendí recetas nuevas y por consiguiente, sentí mayor libertad de crear mis propios platos que fueran una opción más para enriquecer el menú. Claro está que mi motivación crecía cuando todos degustaban de mis preparaciones y me daban su visto bueno.

Sin embargo, todas las noches mi subconsciente me torturaba con pesadillas, al grado de ya no saber si estaba despierta o en la realidad. Por consiguiente, todos los días empezaba con una sensación de desasosiego y pánico por acercarme a cualquier cosa que tuviera relación con la comida.

Como temía decepcionar a todos los que habían confiado en mí, hacía un enorme esfuerzo por mantener el ánimo y prefería mantener oculto lo que me pasaba. Sin embargo, antes de la apertura del negocio, Lois se acercó a hab
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