Empalagoso

A Thomas le agradó la idea de que solo tuviera ojos para él, que sonrió como un niño feliz por haber recibido el regalo que había pedido a Papa Noel.

—No escuché bien, ¿lo dices en serio? —dijo con demasiada efusividad.

Como en ese momento recordé que nos encontrábamos en un hospital, me aparté rápidamente y respondí fingiendo desdén.

—Claro que escuchaste bien, ¡no lo pienso repetir!

Luego de esto, di media vuelta y empecé a encaminarme hacia la salida para escapar de un posible ataque de ese hombre empalagoso. Antes de poder alejarme lo suficiente, Thomas me tomó del brazo e hizo que volviera a mirarlo.

—¡Anda! Dilo de nuevo —pidió con una mirada ansiosa.

—¡No lo repetiré!

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