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Oscura Obseción

Los días pasaban velozmente y Borid no los sentía debido al continuo esfuerzo y trabajo que hacía. Entre los ensayos y las clases de canto acababa agotada. Apenas tenía tiempo para ver a su luna. 

Una tarde estando con su maestro Luzbel del agotamiento, se equivocó varias veces echo que despertó el enfado en el emo. 

Pero la joven no daba más, necesitaba dormir o acabaría enfermandose. Luzbel suspiró profundo y dió por concluída la clase. 

— Disculpe maestro, estoy cansado en verdad. 

— Descuida Boris.Ven, te mostraré algo.

Así salieron de la sala y Luzbel se lo fue llevando cada vez más abajo del edificio. Pasaron los laberínticos pasillos que solo el emo conocía debido a que su padre fue el arquitecto del teatro.

Cualquiera se habría perdido pero no Luzbel. Boris comenzaba a asustarse, en un determinado momento se detuvo. Estaba temblando de miedo, muy pálida y las lágrimas humedecían su blanco y pálido rostro.

—¿A d-dónde me lleva....m-maestro? Por favor....n-no....por f-favor...n-no me lastime....

Luzbel se detuvo al verla así. Cuando habló, lo hizo con voz dulce y suave:

— Calmate Boris, nunca te haría daño. Solo quiero mostrarte el lugar donde suelo pasar la mayor parte de mi tiempo. Lugar donde guardo las partituras de las obras que más me gustaron y las de mi propia autoría. Nunca fue mi intención asustarte.

Boris respiró profundo un par de veces intentando serenarse. Luzbel la sujetaba de la mano derecha, así prosiguieron la marcha. Doblaron un par de veces para seguir avanzando hasta llegar a un porton hecho de hierro. 

Luzbel colocó una llave en el candado que allí había y el portón se abrió. Las antorchas se encendieron solas, iluminando así el recinto. Ambos pasaron. Boris quedó maravillada con el lujo que allí había. 

Esculturas tamaño natural de ángeles por doquier, estantes con libros y carpetas. Una mesa con sus respectivas sillas se ubicaba en el centro del salón. Hacia un costado izquierdo había un gigantesco piano azúl intenso. 

Dos puertas se divisaban más allá, una en cada sector. Permanecían abiertas. Boris fue al sector de los libros y como una niña reía al ver los títulos de tan maravillosas obras de arte. Algunas las conocían mientras que a otras no.

El cansancio si bien seguía en la joven, se había atenuado. Luzbel aprovechó para preparar una merienda mientras su discipulo contemplaba el lugar. 

Luego de unos instantes lo invitó a merendar. Boris desgustó aquello con placer, era algo diferente. Luzbel le contó que su hermano mayor solía viajar por el mundo por razones labores, y le traía los exóticos manjares y especias de la región.

Luzbel tenía un aura misteriosamente atrayente que fascinaba a la jóven muchacha de una forma única. Cada gesto, cada palabra del emo lograba cautivar a Boris al punto de olvidarse, por unos momentos, hasta de sí misma. 

En esos momentos Luzbel le hablaba sobre su pasión por la música, considerandola su mundo particular. Cada detalle que el emo le decía lo hacía con tal encanto, que lograba despertar en la joven el intenso anhelo de saber más.

Boris se olvidó del tiempo estando allí con Luzbel, además estaban tan abajo que no llegaba la luz del sol. Pronto Luzbel encendió la chimenea y el fuego les brindó el calor que estaban necesitando.

Boris comenzaba a adormecerse debido al cansancio. Supo en un determinado momento que no podría seguir despierta. 

Luzbel la imvitó a quedarse pero Boris no aceptó. Sin embargo allí mismo, en el sillón frente al fuego se durmió. 

Cuando Luzbel se hubo asegurado que estaba profundamente dormida, la sujetó en sus brazos y se la llevó rumbo a la habitación de huespedes. 

Allí donde tiempo atrás había dormido su amado esposo antes de casarse con él. Cuando recién se conocían. 

La colocó en la cama, le quitó los zapatos y la tapó. Luego se limitó a contemplarla encimismado. Era idéntica a su anado esposo. Incluso tenía su misma inocencia y pureza. 

El dolor volvió a apoderarse de Luzbel, cuanto deseaba volver a ver a su amado Gabriel. Lo necesitaba tanto que le dolía. Pero algo en esa joven, que ahora yacía dormida en la cama donde tantas veces durmió su amado, lo atraía indicándole que su amado estaba cerca. Mucho más cerca de lo que él mismo creía.

Algo lo impulsaba a desear adueñarse de Boris y retenerla allí. Suya y de nadie más. La imagen de la muchacha riendo felíz junto a Miguel regresó a su mente, enfureciendolo a más no poder. Luego volvió a mirar a Boris dormir y susurró:

— No saldrás de aquí Boris, no te dejaré salir hasta que hayas aceptado que solo me perteneces a mí. Deberás cantar, bailar y vivir solo para mí. Mientras te niegues a aceptar que tu existencia es mía, permanecerás encerrada aquí. 

Boris comenzó a susurrar en dormida:

— Miguel....ayúdame....por favor....ayúdame mi luna....

— Olvidalo, no lo volverás a ver nunca más. 

Inmediatamente se alejó del lugar. Dejándo a la joven encerrada bajo la tierra. Boris en dormida derramaba lágrimas de pesar.

"Miguel buscame por dios. Miguel, te amo. ¡Miguel! 


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