Capítulo 1035
Clara se sintió avergonzada e indignada, apretando los labios mientras le rebatía: —Es un instinto del cuerpo, como el lobo que devora a la oveja. No es por mi voluntad, no mezcles las cosas.

Diego lamió su cuello mientras Clara lo dejaba, esforzándose por ignorar las sensaciones especiales que sentía en su cuerpo.

Pero Diego era realmente despreciable, conocía demasiado bien cada punto sensible de su propio cuerpo.

Él la acarició, sin importarle el paso del tiempo.

Después de un breve descanso, los dos comenzaron por tercera vez, como si estuvieran tratando de llenar todos los vacíos que habían existido durante mucho tiempo. Cada vez era más largo, y la voz de Silvia se volvía más estridente.

La temperatura de Clara aumentaba lentamente, sus ojos se humedecían, pero mantenía la boca cerrada sin emitir ningún sonido.

Diego acariciaba y susurraba repetidamente en sus labios: —Clari, puedes pedirme lo que quieras.

—¡Ni lo sueñes! —respondió Clara con la cara roja—. A ver quién sufre más,
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