Fiorella
En la actualidad
—Va a ser nuestra última noche aquí por un tiempo—declara Jacob, mirando alrededor de nuestro pequeño reservado en el restaurante.
Llevamos tanto tiempo viniendo aquí que el lugar se ha convertido en un segundo hogar.
—Lo sé—estoy de acuerdo.
Una oleada de nostalgia me invade cuando pienso en todas las horas que hemos pasado aquí y en los años que hemos sido amigos.
Ésta es también la última noche que lo veré durante mucho tiempo. Juguetonamente, le lanzo una bola de queso. La atrapa con la boca. Ambos nos echamos a reír y las personas en las mesas cercanas nos miran.
—¿Has terminado de empacar? —me pregunta Jacob, poniendo su brazo sobre la mesa.
—No sé qué tipo de pregunta es esa—borboteo, negando con la cabeza.
Él es mi mejor amigo. Debería saber que no debe preguntarme algo así.
Me voy a Florencia por la mañana en preparación para comenzar mi segundo año en la Accademia Delle Belle Arti. Mi sueño es convertirme en artista. He estado emocionada con ir a Florencia desde que mi padre reservó los pasajes. Siempre quise estudiar en Italia, al igual que mi madre. Jacob y yo terminamos nuestro primer año en UCLA hace unas semanas. Mis maletas están empacadas desde entonces.
Si mi madre estuviera viva, estaría muy orgullosa de mí. Ir a la Accademia es lo último que haré para seguir sus pasos. Va a ser increíble.
—Perdón, mi error. —Jacob se ríe. Sus grandes ojos marrones brillan—. Fue más mi manera de preguntarte si estás lista para partir. Pero probablemente naciste lista.
Me rio.
—Lo estoy. Te extrañaré mucho, pero no puedo esperar para irme
—le confieso. Será emocionante comenzar mis clases porque algunos de los mejores maestros del mundo me instruirán, pero no negaré que la oportunidad de escapar de Los Ángeles y de la mano controladora de mi padre no es un atractivo para mí también.
Aunque tendré guardaespaldas que me acompañen y me quedaré con mi tío, ésta es la primera vez que iré a Italia sin papá.
—Lo entiendo. Solo espero que tu padre no tenga un ataque al corazón. —Él sonríe.
—Lo sé. Sigo pensando que va a cambiar de opinión. —Como casi hizo con respecto a que fuera a la universidad.
Quería irme a estudiar desde el principio, pero papá no quiso ni oír hablar de eso. Solo nos decidimos por UCLA porque estaba cerca de casa. Tampoco quiso oír hablar de mí viviendo en el campus. Lo mejor de ir allí eran los cursos y poder ver a Jacob.
Se necesitó el milagro de la seguridad del tío Leo de que cuidaría de mí y una profunda súplica para que mi padre me permitiera ir a Florencia.
—Crucemos los dedos, no lo hará. Trabajaste duro para demostrarle que estarás bien y te esforzaste para conseguir la plaza
—dice Jacob, luciendo orgulloso de mí.
—Gracias.
Sé lo que significa ser una Rizzo, y específicamente ser la hija de un jefe de la mafia. Mi padre es un hombre poderoso. Como tal, tiene enemigos. Ya experimenté algo que me abrió los ojos cuando mi primo, Porter, fue tiroteado en la calle hace unos años. Mi familia no es normal. Tampoco lo es la de Jacob. Ambos somos lo suficientemente mayores e inteligentes como para saber de dónde venimos. El padre de Jacob trabaja para el mío, así que somos muy conscientes de los peligros que podríamos enfrentar solo por ser quienes somos.
Amo mucho a mi padre y sé que solo quiere protegerme, pero a veces siento que estoy viviendo en una gran jaula dorada. Ir a Italia me dará la oportunidad de ser libre. Sinceramente, espero qué si todo va bien, papá me permitirá más libertad para poder viajar sin una constante supervisión. O su vigilante ojo.
—Tu madre estaría feliz y muy orgullosa de ti—entona Jacob.
Respiro profundamente, asintiendo lentamente con la cabeza, y él se inclina sobre la mesa para cubrir mis manos con las suyas. Mi madre murió hace tres años. A veces no se siente real. A veces, el dolor vuelve a atormentarme, y recuerdo cómo sufrió durante esos últimos meses cuando el cáncer se apoderó de ella.
No estaba segura de que la mató primero: las rigurosas sesiones de quimioterapia o la enfermedad en sí. Al final ni siquiera se parecía a mi madre. Lo único que quedó fue su hermoso espíritu. Me estaba viendo pintar cuando respiró por última vez. Nunca olvidaré la forma en que me miró. Como si estuviera orgullosa de mí. Orgullosa de que compartiera sus sueños en el arte y orgullosa de mi deseo de perseguirlos.
—Eso significa mucho para mí, Jacob.
—Lo sé. En serio, te voy a extrañar mucho, Fiorella.
—Pero vendrás a verme, ¿verdad?—le pregunto, esperanzada. Me suelta las manos y me da una de sus sonrisas arrogantes.
—Cada vez que tenga la oportunidad.
—Más te vale.
—Sabes que lo haré. —Aprieta los labios. Le devuelvo la mirada mientras un incómodo silencio llena el espacio entre nosotros.
En su mensaje de texto anterior había mencionado que quería preguntarme algo importante. Tengo una idea bastante clara de lo que podría ser ese algo.
Se ha comportado diferente desde que comenzamos la universidad. Diferente de una manera que sugiere que quiere que seamos más que amigos. Finjo no darme cuenta, pero lo hago. Lo veo ahora mientras me devuelve la mirada.
Yo podría ser una idiota por no quererlo también. Jacob es guapo y siempre me ha cuidado. Pero para mí se siente como un hermano. No puedo vernos siendo más que amigos. Tampoco puedo sentirlo.
Además… a pesar de que nadie lo ha dicho, tengo la sensación de que no importa cuán cercano sea Jacob, o qué lazos unan a nuestras familias, mi padre nunca permitiría nada más que amistad entre nosotros.
—Así que... supongo que debería hablarte de ese algo, ¿verdad?
—dice inquieto. Yo me tenso.
—Si deberías. —Quiero que me diga lo que piensa para que pueda ser sincera con él.
—Estaba... pensando en nosotros y en la relación que tenemos— comienza—. Siempre hemos sido geniales juntos.
—Sí—respondo, mordiendo el interior de mi labio—. Lo somos.
—Fiorella, sabes que realmente te valoro.
Estoy a punto de decirle que también lo valoro, como mi mejor amigo, cuando la puerta del restaurante se abre de golpe y Frankie, uno de los guardias de mi padre, irrumpe.
En el momento en que nuestros ojos se bloquean, sé que algo anda mal. Mis nervios se disparan cuando se acerca con un ruido sordo.
—Fiorella, tienes que venir conmigo ahora—insta Frankie.
Arrugo la frente.
—¿Qué?
—Tu padre necesita que vengas ahora. —Miro hacia atrás a Jacob.
—¿Por qué, ¿qué está pasando? —presiono.
—Solo ven, ahora—exige con el puño cerrado, recordándome que, si bien podría ser la princesa Rizzo, él no responde ante mí. Responde a mi padre.
Me paro. Jacob también lo hace. Planeaba quedarme con él un poco más de tiempo. Ni siquiera pudimos terminar nuestra charla.
—Está bien. Ve. Te veré en Italia—me anima Jacob.
Lo abrazo y me da un beso en la frente. Nunca antes había hecho eso.
—Te veré en Italia—le respondo.
Treinta minutos después, cuando conducimos por el camino de entrada, mi corazón se aprieta de miedo cuando miro hacia la casa y veo coches estacionados afuera y hombres en la puerta que no reconozco. Llevan ametralladoras.
—Maldito infierno—dice Hugo en voz baja.
—Sí, maldito infierno. ¿Qué diablos es esto?— Frankie.
Mi padre odia a los hombres que maldicen a mi alrededor, teme que me manchen. Para mí es una tontería preocuparse por esas cosas cuando siempre hay algo más importante de qué preocuparse. Como lo que está pasando ahora.
Estacionamos y Frankie sale primero del auto. Ambos hombres se acercan a mi lado cuando salgo, cubriéndome, protegiéndome mientras me toman de los brazos.
—¿Qué es lo que está sucediendo? —susurro. Una vez más, nadie me responde.
Simplemente caminamos. O no lo saben o no quieren decírmelo. Sin embargo, debieron haberles dicho algo porque me llevaron directamente a la oficina de mi padre.
— Buenas Noche. —Me lanza una mirada llorosa llena de preocupación.
—Buenas Noche —respondo con una pequeña sonrisa.
—Vámonos—me apremia Frankie, haciéndome señas para que vaya con él.
Me muevo hacia él. Coloca su mano en la parte baja de mi espalda, llevándome lejos.
—¿Qué pasa con mi coche? —le pregunto, mirando hacia el estacionamiento mientras salimos.
—Haré que alguien lo recoja—responde con brusquedad.
—Frankie, ¿qué está pasando?—lo intento de nuevo, rezando para que mi padre no haya cambiado de opinión sobre Italia.
Frankie no responde, así que no vuelvo a preguntar. Me llevan al Bentley. Hugo, el segundo al mando de mi padre, está al volante. Frankie abre la puerta trasera para que entre, y una vez que me coloco el cinturón de seguridad, se une a Hugo adelante.
Se me forma un nudo en la garganta cuando el coche se pone en camino. Miro hacia atrás a la cafetería, viendo a Jacob mirándome mientras nos alejamos.
Esto es extraño, muy extraño, incluso para mi padre. Nunca antes había hecho esto.
Solo entro aquí cuando papá quiere hablar sobre mis calificaciones o mi mensualidad. Como no hay razón para hablar de ninguna de las dos, ni siquiera puedo adivinar de qué demonios podría tratarse todo esto.Frankie abre la puerta y me pongo tensa ante la escena que tengo delante.Mi padre está sentado detrás del escritorio con una mirada desalentadora en los ojos, el rostro pálido y el sudor corriendo por un lado de su cara. Nunca lo había visto tan… perturbado.¿Asustado?Él parece asustado.Delante de él, en la silla de cuero con respaldo, hay un hombre que parece tener la misma edad que él. Un hombre más joven está al lado de papá, junto con el señor Marzetti, el abogado de nuestra familia. Nunca antes había visto a estos hombres en mi vida, y la apariencia de mi padre me pone nerviosa. El pánico se apodera de mí, haciéndome sentir que debería huir.Mi padre es un hombre que la mayoría llama intocable, pero lo que sea que esté sucediendo aquí no es bueno.El hombre que está al lado
LucianoMe quedo mirando a Manni, mi jefe de guardaespaldas, mientras se lleva a Fiorella. Si hubiese terminado aquí, la llevaría yo mismo a la casa. No él.Ya siento que me hierve la sangre al verlo tocarla. Verlo tocar lo que es mío. La princesa Rizzo, una mujer considerada preciada.Ella es la princesa encerrada en la torre. La acabo de trasladar de una torre a otra. La diferencia con esa historia es que no habrá ningún príncipe que la salve. Nadie vendrá a darle la libertad. Ella es el botín de guerra. El trofeo que vine a recoger.Si fuera un mejor hombre, sentiría lástima por ella. Es una víctima, una pieza en el tablero de ajedrez que ahora me pertenece.—Está hecho—dice el abogado, ese retardado de Marzetti. Vuelvo a centrarme en ellos mientras aplica el sello de la familia Rizzo al contrato.—Bien—dice Papá, retomando el liderazgo de nuestra visita. Aunque puedo sentir la mirada acalorada de Santino sobre mí, observo a Marzetti mientras reúne el contrato y lo
Lo que me detuvo fue ella. Fiorella. Mi corazón frío y muerto se despertó un poco y me compadecí de la princesa. Fue su apariencia cuando suplicó por sus sueños y su arte lo que me atrapó. Verme romper la mano de su padre habría sido demasiado para ella. Se habría sumado a la bomba que lanzamos esta noche.—No tenemos toda la noche, Santino—dice Padre con voz amenazadora.A regañadientes, él toma el contrato, lo revisa y saca un cortaplumas de su cajón. Una sonrisa baila en mis labios cuando se corta la punta del pulgar y la sangre gotea sobre la línea punteada.—Allí. Ahora lo tienes todo. —Él me mira—. Lo tienes todo.—Lo tengo, y tú no tienes nada—le respondo—. Será muy interesante ver qué sucede a continuación. Definitivamente interesante ver qué pasará cuando me case con tu hija, arruinando tus malditos planes.Sí, este bastardo tenía sus planes. En Pascua, presentó a su hija al submundo en el baile de caridad. Todos la vimos por primera vez. Sin que ella lo supiera, ese evento fu
Fiorella El miedo me golpeó en el momento en que salí del coche. Entonces vi la casa. Una mansión sobre la playa. Oscura y premonitoria como Luciano. La propiedad parecía enorme, como si se extendiera eternamente, y a la luz de la luna todo lo que podía ver era tierra y la suave brisa del mar entrando y saliendo de la costa. Riqueza. Eso es lo que decía todo. Dinero y poder. Dinero y poder suficiente para comprar a una persona. Cada vez que tenía miedo, solía correr hacia Jacob, o al menos llamarlo. Esta noche no puedo hacer ninguna de las dos cosas. No puedo salir de este lugar, y mi teléfono fue lo primero que me quitaron una vez que entramos a la casa. Una anciana había llegado a la puerta. La curiosidad llenaba sus rasgos. Aunque no me dijo nada mientras los hombres entraban, capté un destello de curiosidad en sus ojos y reconocí que era miedo. Los hombres me llevaron por una amplia escalera hasta el primer piso, donde continuamos hasta la habitación en la que estoy ahora. Enc
No puedo controlar el gemido de sorpresa que sale de mis labios. —No...—me ahogo, negando con la cabeza. —Sí. Quiero echar un vistazo a lo que es mío. Ay Dios mío. Eso es todo. Él me va a violar y no hay nada que pueda hacer al respecto. Mi instinto de supervivencia se activa y trato de pasar junto a él, pero una mano grande me sujeta la muñeca y me lleva de regreso a donde estaba. —Por favor, no...—le suplico. —Fiorella, si quieres congeniar bien aquí, me obedecerás o la vida será muy difícil para ti. —¿Obedecerte? ¿Quién te crees que eres? —Debo tener algún deseo de muerte al hacerle esa pregunta. No estoy pensando con claridad. ¿Quién podría hacerlo en esta pesadilla? —No me hagas responder eso, o repetirme—sisea—. Quítate la ropa. Dios mío... él habla en serio. Voy a tener que hacer esto. Obedecer. ¿Qué me pasará si no lo hago? ¿Qué es peor? ¿Estar dispuesta y permitir que me tome y me haga lo que quiera, o que lo tome violentamente? Me suelta, y la mirada endurecida que
LucianoNo recuerdo la última vez que me masturbé.Fue hace mucho tiempo, el recuerdo de cuándo pudo haber sucedido es un completo borrón. Y estoy bastante seguro de que estaba borracho.En el momento en que dejé a Fiorella de pie contra la pared del dormitorio, desnuda y hermosa, excitada de nuevo por mí, supe que la única liberación que tendría esta noche sería en la ducha.Era eso o ir al club a buscar una puta para pasar la noche. Aunque no podía hacer eso. Había ido demasiado lejos con la belleza de cabello negro como para desear a alguien más. Estoy acostumbrado a conseguir lo que quiero y lo que yo quiero es a ella. Mi polla quiere estar dentro de su estrecho y húmedo coño.Me acuesto en la cama y apoyo la cabeza en la pila de almohadas. Me lamo los labios mientras miro hacia el tragaluz. Todavía tengo el sabor de ella en mi boca. Es un sabor que paladeo. Cuando ese dulce néctar fluyó de su bonito coño a mi boca, todo lo que supe fue que necesitaba más.Joder, he estado fascinad
Fabrizio sigue tomando un sorbo de su bebida. —¿Cómo qué? —Estoy dividiendo la empresa y los activos en cuatro partes— respondo. Su piel se pone pálida. Fabrizio casi se ahoga, pero se endereza y abre los ojos. —¿Qué?—jadea, ahogándose. Los dos miran en estado de shock, lo esperaba porque todos somos mafiosos codiciosos al final del día. El único hombre que conozco que reparte su riqueza es mi viejo amigo, un jefe en Chicago llamado Claudius Moriend. Como resultado, tiene un grupo de hombres que le son leales hasta la muerte. Quiero eso aquí para nosotros. Supuse que Los Ángeles podría aprender un par de cosas de Chicago. También pensé que debería funcionar mejor aquí porque ya somos hermanos y cercanos. Al menos eso es lo que pensé. —Dios, Luciano—dice Matteo con voz ronca—. ¿Sabes lo que estás diciendo? ¿Sabes cuánto vale el imperio? —Lo sé. Tu lealtad vale más para mí. Han pasado cuatro meses desde que papá anunció que me había elegido para hacerme cargo. Eso sucedió después d
FiorellaSabía que me iba a sentir como una mierda desde el momento en que saliera el sol.Estoy de nuevo en el suelo. Esta vez, junto a la ventana. En el hueco donde se encuentra con la puerta del baño en suite.He estado tratando de distraerme con el paisaje que tengo ante mí, las olas chocando contra la costa de la playa dorada. La escena ha sido mi única compañera. O te quedas mirando o te vuelves loca.Miro o me permito deslizarme en la miseria por lo jodido que es todo esto.No hay reloj aquí, pero puedo decir que debe ser tarde por la mañana.El vuelo en el que habría estado rumbo a Florencia hace mucho que se fue sin mí.Es gracioso. Cuando me imaginaba yendo, me veía en la Academia, pero no me veía subiendo al avión. No era parte de la visión. Me faltaba. Tal vez sea una tontería pensar en ese tipo de cosas, pero sucedió, ¿verdad?Nunca subí al avión. Estoy aquí, y cuando me di cuenta de que ese avión despegó esta mañana sin mí a bordo, me golpeó, realmente acepté que esta pe