Capitulo 8
Fabrizio sigue tomando un sorbo de su bebida.

—¿Cómo qué?

—Estoy dividiendo la empresa y los activos en cuatro partes— respondo. Su piel se pone pálida. Fabrizio casi se ahoga, pero se endereza y abre los ojos.

—¿Qué?—jadea, ahogándose.

Los dos miran en estado de shock, lo esperaba porque todos somos mafiosos codiciosos al final del día. El único hombre que conozco que reparte su riqueza es mi viejo amigo, un jefe en Chicago llamado Claudius Moriend. Como resultado, tiene un grupo de

hombres que le son leales hasta la muerte. Quiero eso aquí para nosotros. Supuse que Los Ángeles podría aprender un par de cosas de Chicago. También pensé que debería funcionar mejor aquí porque ya somos hermanos y cercanos. Al menos eso es lo que pensé.

—Dios, Luciano—dice Matteo con voz ronca—. ¿Sabes lo que estás diciendo? ¿Sabes cuánto vale el imperio?

—Lo sé. Tu lealtad vale más para mí.

Han pasado cuatro meses desde que papá anunció que me había elegido para hacerme cargo. Eso sucedió después d
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