Tan pronto como Charlotte entró en la sala del segundo piso, escuchó pasos pesados ​​que venían de la escalera de caracol.

Ella quería salir y ver quién era. Sin embargo, justo cuando se estaba dando la vuelta, la puerta pesada se abrió apresuradamente y sus ojos captaron, de inmediato, una figura alta.

Primero vio el par de cejas delgadas y los ojos brillantes que se encuentran en el rostro del hombre, luego su figura alta y bien formada. Charlotte sospechaba que se trataba de una ilusión.

“Tch, tch, tch… ¿Estás tan sorprendida de verme? ¡Princesita de los Simmons!”. El hombre se acercó más y más a Charlotte mientras hablaba de una manera traviesa y juguetona.

Charlotte no se recuperó hasta que el hombre llegó frente a ella.

“¿Rufus Michaels? ¿Eres tú?”.

“¡Ja, ja, ja!”. El hombre se rio mientras sus raros ojos violetas se entrecerraron. “¿No dijiste que serías capaz de reconocerme incluso si me incineraran en ese entonces? Pero, ¿por qué, por qué la princesita de los Simmons no