La carcajada de Dylan se debió escuchar hasta la casa de su abuela, yo no podía de la vergüenza, en verdad tenía razón. Lo había pajeado por morbosa.—No te burles, pero sentí morbosidad.—¡Ah!, pero qué lindo. Entonces ¿echémosle mano? —volvió a soltar la carcajada—. Debo ir a casa, acabo de hacer un desastre en mi bóxer. —no fui capaz de mirarlo—. Nos sentamos en la cama, tomó mi rostro obligándome a mirarlo, se veía diferente, se veía feliz—. Desde la muerte del señor Luis no he estado con una mujer, estaba muy cargado y, ya que subimos de nivel, no tendré problemas para esperar a que dejes de tener vergüenza conmigo.—Gracias. —besó en los labios—. Buenos días —dije.—El mejor «buenos días» de toda la vida. No podemos trotar porque sigue lloviendo. ¿Desayunamos juntos? —afirmé—. Te espero, la abuela iba a hacer buñuelos, comerás solo uno, prepararé tus frutas. —sonreí como una idiota, sí, estaba idiotamente enamorada, como diría el abuelo, más tragada que ahuyama en boca e’ burro—
Esperábamos nuestro turno en la clínica, los nervios los controlaba, pero era en vano. Siempre llego con ganas de hacer ir al baño.—Cata, mañana acompáñame a comprar ropa, están por vencerse los bonos que me regalaron los chicos—Encantada mami, sabes lo mucho que me gustan las compras.—Vamos un muchos para Montería. Solo falta que se sume el doctor Rafael. —Se sonrojó después de decir eso, ututuy, ¿qué estaba pasando aquí?Acudimos al llamado de la enfermera, me hicieron los exámenes pertinentes, mientras estaba metida en la cápsula, mi madre se quedó con el doctor hablando. Había notado el respeto hacía el doctor en la clínica. Terminó el procedimiento, esperemos a ver qué pasa y todo se mantengan igual, nos despedimos y antes de irme el doctor me entregó una tarjeta.—Sé que viajan, si llegas a necesitar algo o te pasa algo fuera de lo normal, estos son los números de mi casa, esa es la dirección.—No es necesario doctor.—No se sabe Cata, salúdame a don Henrry.—Lo haré. —lo abr
El doctor se veía preocupado e interesado al mismo tiempo, por eso le ayudaré.—Con una condición. —sonrió, se cruzó de brazos, mientras afirmaba—. No somos mujeres de tomar un par de copas para luego pasar una noche. —Se puso serio—. Piénselo muy bien si quiere cambiar su vida libertina y solitaria por una familia. Mi mamá se puso celosa, fue muy evidente. —Noté un leve brillo en los ojos del doctor—. Si puede pedir vacaciones, lo espero mañana en el aeropuerto, compre un tiquete para el vuelo que sale con destino a Bogotá a las ocho de la mañana, apenas llegue a la casa, le envío el número del vuelo.—Lo que acabas de ver, no me deja bien parado ante los ojos de Samanta.—No le debe fidelidad, ni respeto, solo son amigos. Pero lo que le demuestre de ahora en adelante si debe hacerlo a conciencia y aleje a todas esas enfermeras que se desviven por usted, una se entera de muchas cosas en los pasillos mientras lo atienden en la clínica. —volvió a ponerse rojo.—¿Por qué lo haces, Cata?
Llegamos a Bogotá, realizamos el trasbordo, ahora íbamos en el avión rumbo a la mágica tierra de Montería. Una hora después descendíamos, estaba agotado de tener tantas horas sentado, pero de vez en cuando nos besábamos, sus labios hicieron la diferencia. Esperábamos las maletas, el doctor ayudó a la señora Samanta con la suya, llevaba dos y por más que ella insistió en poder arrastrarla, siempre obtuvo una negativa de su parte. Mientras tanto, Betty se veía radiante al lado de Ricky y con Cadie, parecían una familia. Apenas salimos el grito de Cecilia nos hizo reír, como verdadera monteriana con su alegría desbordante corrió a los brazos de su novio quien la alzó para besarla. —¡Cata! Espero que tengas muchas amigas para presentar, porque no seré el único que no esté emparejado. —Yo vine solo. —dijo Ricky. —Ni tú te lo crees, de todas maneras, Catalina debe tener amigos para Betty. —el rostro de Ricky cambió. —Ella acaba de tener bebé. —respondió. —¡Anda!, pero no lava la ropa n
Mi mente se recreó todas las maldades que les haré a mis amigos. —Mañana entenderás. Lucas había salido con Cecilia, ellos piensan que ninguno se dio cuenta, bueno, Catalina fue la única que no pensó mal del permiso solicitado a la Señora Samanta para ausentarse un par de horas con su novia. Le prestaron el carro, y hasta el momento no han llegado. Ricky se acercó con Cadie, le quité a la bebé. Era preciosa, tan rubia como su madre. —Esto nunca se haría en el barrio. —dijo. —A eso se refería Cata, la paz al vivir en esta ciudad es envidiable, ahora me entenderán cuando les dije que la gente de Montería es especial. —¡Adiós! —gritó una señora pasando por la calle. Ese era otro tema. —Aquí todo el mundo se saluda. Comenté. Mayo nos trajo jugo y por lo que vi era de Kola con leche con hielo licuado. ¡A comer se dijo! A mi Bodoque le dieron el vaso más pequeño mientras el resto teníamos vasos grandes, en otra bandeja estaban unos roscones. —¿Otra vez a comer? —preguntó Lucían y Ric
Sentía el corazón a mil, no solo por lo idiota que fui, era la única mujer en el mundo que le sacaba el aire a su novio por caerle encima cuál papaya desparramada, ahora todos saben lo que pasó y mi mamá estaba con cara de puño, sus cejas convertidas en arcoíris por lo mucho que las alzó esperando una explicación. El doctor ayudó a Dylan a levantarse. —suspiré—. Ya no podía hacer, sino apretar el ñango y sacar pecho.—Nos estábamos besando, cuando lo fui abrazar lo saqué de la cama y caí desparramada sobre él. —La mayoría aguantó las ganas de reír, mamá seguía mirándome a los ojos.—Todos regresen a dormir.Cuando la señora Samanta se transforma en doña mandona solo puedes obedecerle.» Tú no Dylan, ustedes dos se sientan, necesito hablar con ustedes. Betty demórate cinco minutos más. Si le alcahueteaste para su disfrute ahora lo harás mientras les pongo los puntos sobre las íes.A Dylan le estaba retomando su color. ¡Qué vergüenza! Todos salieron menos el doctor que por cierto se enco
Los toques en la puerta de mi cuarto me despertaron, miré el reloj y eran las cinco de la mañana, salí de la cama, al abrir la puerta era Dylan en bermuda deportiva.—Bodoque, ¿no estás lista?—Estoy de vacaciones. —No iba a correr ahora.—Eso no importa, Cata. —Se acercó a besarme, me alejé.—No he lavado mis dientes.—No seas tonta. —volvió a besarme—. En diez minutos, te espero en la cocina.—No me simpatizas.Ingresé al baño, hice todas mis necesidades matutinas, después de estar lista bajé. En la cocina se encontraba mamá, el doctor y mis abuelos, ya habían preparado el café. Dylan entró a la casa con dos bicicletas.—¡Bicicleta! —desde niña no montaba—, estoy muy gorda para la bicicleta.—Bodoque, tú correrás, las bicicletas son para los dos. —Se señaló luego al doctor, abrí mis ojos como pepa de guama, eso no era justo—. Andando Cata.La abuela me entregó el termo con agua fría y una toallita. Voy a sudar como un burro. Con mi hocico salí de la casa, no les dije nada, empecé a c
La sensación era hermosa. El saber que no estábamos solas y el que ese par de hombres estuvieran viéndonos y ofreciendo su apoyo a mí me llenó de alegría.—Apoyo al doctor. —dijo Dylan—. Con nuestra ayuda se enfrentan con más seguridad al mundo.Nosotras nos miramos, detrás estaban mis abuelos, Betty y Cadie al lado de ellos. Mi mamá me besó la frente. Miró al doctor y con la mirada le dio las gracias. A las cinco de la tarde regresamos a la casa con varias personas. Paola llegó corriendo, me abrazó. Ella no pudo llegar a tiempo a lo de las cenizas, acababa de llegar también del sepelio de una tía en Ayapel.En ese momento, cuando llegó mi amigo Lucían, fue evidente que dos corazones hicieron clic en un segundo. Aunque debía hablar con Lucían, ya que él era un perro empedernido, cada mes tenía una novia diferente, pero ese nerviosismo cuando le presente a mi amiga Paola, fue evidente. Ella era una morenaza preciosa, con un cuerpazo y una retaguardia de infarto.—Mucho gusto Lucían Har