La sensación era hermosa. El saber que no estábamos solas y el que ese par de hombres estuvieran viéndonos y ofreciendo su apoyo a mí me llenó de alegría.—Apoyo al doctor. —dijo Dylan—. Con nuestra ayuda se enfrentan con más seguridad al mundo.Nosotras nos miramos, detrás estaban mis abuelos, Betty y Cadie al lado de ellos. Mi mamá me besó la frente. Miró al doctor y con la mirada le dio las gracias. A las cinco de la tarde regresamos a la casa con varias personas. Paola llegó corriendo, me abrazó. Ella no pudo llegar a tiempo a lo de las cenizas, acababa de llegar también del sepelio de una tía en Ayapel.En ese momento, cuando llegó mi amigo Lucían, fue evidente que dos corazones hicieron clic en un segundo. Aunque debía hablar con Lucían, ya que él era un perro empedernido, cada mes tenía una novia diferente, pero ese nerviosismo cuando le presente a mi amiga Paola, fue evidente. Ella era una morenaza preciosa, con un cuerpazo y una retaguardia de infarto.—Mucho gusto Lucían Har
La miré, luego me enfoqué en la carretera, ya ingresábamos a Ciénaga de Oro, estamos a veinte minutos de la finca. Le tomé la mano y ponía los cambios del carro con ella, mi enemigo seguía fuerte, espero con el tiempo pueda derribarlo, su inseguridad será mi mayor reto.—¿Cuándo me enseñas a manejar?—Cuando quieras.—Pero no me vayas a regañar.—Soy un buen profesor.—Si como no, eres un histérico, te recuerdo que no tuviste paciencia para enseñarme a tocar guitarra.—Es diferente, me dio cosa escuchar notas desafinadas. Te siento contenta.—Sí, pero también tengo miedo, miedo a que esta burbuja se acabe. —el corazón me dio un brinco.—Entonces disfrutemos un día a la vez.El temor de Cata era porque se podía morir y eso me aterraba más que a ella. Entramos a la carretera destapada, ahora era una línea recta hasta llegar a Las Reinas. Así se llama la finca del abuelo, tierras que él trabajaba para su mujer, su hija y su nieta, como había dicho cada vez que tenía oportunidad.—Te pusi
No fuiste un buitre calentándole el oído, supongo que en varias ocasiones la viste vulnerable, una mujer en estado de dolor baja todas sus defensas y, aun así, te mantuviste como un hombre, ¿puedo saber por qué?—Me siento descubierto. No me gusta hacer lo que no quiero que me hagan a mí, puede que yo no crea en muchas cosas, pero sí creo en algo y es, si me meto con una mujer casada le estoy abriendo la puerta a la vida para recibir lo mismo. No era culpa de Samanta, ni del señor Luis. Simplemente, yo no llegué antes. La respeté desde el mismo instante en que vi su anillo de casada y sin conocer al señor Luis sentí muchos celos.—Luis también los sintió, la diferencia radicaba en la mujer que tenía, luego se generó una gran camarería entre ustedes por lo de Cata. —El abuelo me miró.—Sé todo abuelo, tranquilo, Catalina no sabe que lo sé, solo guarde el secreto. —su mirada fue acusadora.—¿Escondes algo muchacho?—Le contaré, tranquilo.—Bueno. Siendo así, hablemos por lo que vinimos.
Chila, mi mamá y yo nos encargábamos de hacer un sancocho de pescado para los borrachines de mis amigos, los cuales seguían durmiendo. Noté a mi madre mirar a cada rato por la ventana gigante de la cocina con vista a los establos donde dejaban los caballos, espera la llegada de los caballeros.—¿Qué pasa mami?Pelaba el ñame, ella lavaba las postas de pescado que se fritarían y luego echarlos a la sopa. Chila ya había montado la ollota con el agua del sancocho, yo me encargaba del bastimento.—¿No han llegado, no les parece extraño ver a esos tres hombres tan en compinchados?—A mí me agrada, además sabes que el abuelo con Dylan no quiere fiesta.—Sí, lo raro es la acogida tan fraternal con Rafael, parecen íntimos amigos.—¡Oh! Niña Samanta, ese machote que llegó con ustedes. ¿Quién es? —Mamá se puso roja.—Es mi doctor.—Es un hombre lindo, parece un modelo de las revistas de la seño Rosalba.Me eché a reír, mi mamá seguía sonrojada. En eso llegó la abuela.—Ya dejé a Cadie dormida e
Nos quedamos callados un momento, luego el doctor habló. —Ese consejo me gusta. —Comentó el médico. —Yo también ayudé a criarla, a ella le gustan los hombres… —¡Chila! —Dylan soltó la carcajada, Rafael se lavó las manos y salió a buscarla. —¿Crees que la bese? —Su voz cerca de mi oreja erizó toda la piel—. Porque yo quiero besarte mucho. Y quiero hacerles caso a las sabias palabras de Chila. —Bueno, llamaré a Nayibe pa’ que me ayude a terminar el sancocho. —salimos de la cocina y llegamos al cuarto. —Espero nadie nos interrumpa. Nos encerramos en mi habitación, encendí el aire acondicionado, él cerraba la puerta y las ventanas, antes que dijera algo ya estaba en sus brazos, recibiendo besos por mi cuello, el muy descarado empezó a masajear mis senos sobre la camiseta, mis traicioneros pezones no demoraron en ponerse duros. » Quiero besarlos Cata. Para eso debería quitarme la camiseta, no quería mostrar mi piel colgando, el adelgazar me estaba poniendo flácida. Empecé a negar.
En mis meditaciones mientras seguía esperando. A Lucas y Cecilia los veo casados en un futuro. Al kiosco llegaron los abuelos, desde que supe su historia admiro más a la abuela, ahora comprendía de dónde venía la nobleza de Catalina. Era por su abuela, porque la señora Samanta tenía un poco más del abuelo en cuanto a temperamento.Ella era más soberbia. Adoro a la familia, no por el hecho de que me acogieron como miembro de ella, sino por los valores que me han inculcado. El respeto a los mayores, el amor al trabajo, no era necesario que el abuelo trabaje, posee empleados para ello, pero, aun así, lo hace. Suele decir; la única manera para que tus trabajadores te respeten y valoren era trabajar a su lado.Eso le llamó mucho la atención de Rafael, ese doctor estaba forrado de dinero y trabajaba respetando los turnos de su propia clínica, era cierto que se podía dar estos lujos de vacaciones. Aquí ha trabajado a la par de nosotros, yo ya estaba acostumbrado a hacerlo desde los catorce a
Solo el abuelo hacia tremenda parranda por un bautizo, aunque la pasábamos muy bien. La festejada hace horas estaba durmiendo.—Bodoque voy al baño.No he dejado de bailar. Estamos en el kiosco, antes de llegar al baño unas voces llamaron mi atención. Al acercarme a la sala, Betty lloraba, iba a entrar a preguntar que le pasaba, pero Ricky habló.—No me hagas sentir como el malo porque no puedo corresponderte.—Entonces, ¿por qué me tratas tan especial?—Porque eres mi amiga.—Perdóname, pero ni Dylan, Lucas y Lucían me tratan como tú. Solo dime, ¿puedo ilusionarme?—No. —No veía el rostro de ella, pero me lo imaginaba.—Ya… te pido un favor, a partir de ahora no tomes mi mano, tampoco acaricies mi cabello, y no me beses en la frente ni pases tu dedo por mi nariz como lo hacías cuando éramos novios.—Quería ser amable.—Tu amabilidad me mata, Ricky.—Lamento haberte ilusionado, no era mi intención, eres muy bonita Betty, ahora que no estás contaminada con el mundo de Vicky escogerás m
Esperaban una respuesta de mi parte y espero no estarme equivocando. Porque no me lo perdonaría si llego a fallar.—Hacerla vomitar, le falta poco para alcanzar la meta de los kilos que el cirujano le pidió perder. Ahora solo resta expulsar la sangre, una vez suceda eso procedemos a operar.Lo vi suspirar. Llegaron las vacas, nos pusimos en la tarea de ordeñarlas. Reconozco que no sabía que necesitaba conectarme con mis raíces hasta que pisé estas tierras. Amo a Venezuela, a papá le dio muy duro dejar sus terrenos, al menos logró venderlas, pero mucha gente aun las conserva a la espera mejora.Hace unos cuatro días vi en las noticias, se me entristeció el alma, nosotros no tuvimos problemas, pero no todos cuentan con los recursos económicos, había muchos compatriotas en Colombia buscando trabajo y profesionales calificados. ¡Y yo podía hacer algo! ¿Por qué no lo había pensado antes? «Porque no era el tiempo». Escuché una voz interior. La señora Rochi dijo uno de estos días; la voz de