Tres meses, habían pasado todo ese tiempo y por un mes estuve detrás de ella para aclarar el tema y nada. Cada vez que tocaba el tema me salía con miles de dichos, no ha permitido aclarar la situación, aunque cada vez al hablar siento que más las embarro, ya no quiero un dicho más del cual me toca analizar o buscar por internet la palabra que no le entiendo.Como cotúo, eso dijo una vez «Tras de cotudos, con paperas», hasta resulté ser «más baboso que un bulto de ñame», o su, «ajá» que lo mete en casi todas sus respuestas. Por alguna razón no pude y estoy a punto de hacer una locura.Extraño abrazarla, besarla, acariciar su cuello, jugar con su cabello, sacarle sonrisas para que muestre sus hoyuelos. Betty ya con su barriguita bien abultada se había encargado de vestirla muy bonita, cada día la veía más delgada, aún le falta mucho para llegar a la meta, pero se le marcaba más el trasero.A la escuela después de Navidad ingresaron dos nuevos compañeros. Uno está en nuestro grado y el o
El silencio nos envolvió por lo ocurrido. Una mezcla de felicidad y miedo al mismo tiempo.—Disculpen el padre de… —La enfermera nos miró, era la misma de la vez pasada, nos reconoció—. Aquí se encuentra el papito, vamos puede ingresar a ver el nacimiento de su niña.Se llevaron a Ricky, Lucían, Lucas y yo nos reímos. Nos sentamos en la sala de espera, luego llegó una enfermera en busca del bolso de maternidad que tenía la señora Samanta ni cuenta me había dado.—Cata —apretaba mi mano, estaba nerviosa—. Todo saldrá bien.—No puedo evitar los nervios.—¿Vas a aceptar no quitarte una pulsera?Ya nos habíamos calmado y de mi cabeza no salía la conversación con Bruno. —¿Qué? —tomé su rostro.—Respóndeme, Catalina.—¿Qué ibas a decirme antes de que Bruno interrumpiera?—Que nos diéramos una oportunidad. —Lo había dicho, cuando salieron las palabras de mi boca ya no había vuelta atrás—. A la mierda, Catalina. Extraño esto.La besé y al hacerlo era como si hubiese estado sediento todo el t
Acabo de bañarme y me miré desnuda en el espejo de cuerpo entero que hay detrás de la puerta del baño de mi cuarto, ya soy la novia de Dylan, sé lo que eso conlleva, él querrá acariciarme y la imagen del espejo era lo que iba a ver; tenía más barriga que un burro levantado en dos patas. —tapé la cara con mis manos.Soy una bola de grasa, le daré asco, quedó de venir en la madrugada. Todos hablaban de mi pérdida de peso, pero yo veo una piel aguada, reprimí las ganas de llorar. Lavé mis dientes, me puse pijama; un pantalón, abotoné la camisa, era bastante fresca, la compré con uno de los bonos.Al sentarme en el tocador, comencé a peinar el cabello mojado. Ya era medianoche, pasé ocupada la tarde en la sorpresa para Betty y Cadie. Dylan debía llegar en unas cuantas horas, siento el corazón como bombo en banda de corraleja. No pasará nada en el día de hoy.Preferí esperarlo en la sala y no en el cuarto, así no tentar al diablo. Mientras pasaba canales tocaron el timbre, bueno llegó la h
La carcajada de Dylan se debió escuchar hasta la casa de su abuela, yo no podía de la vergüenza, en verdad tenía razón. Lo había pajeado por morbosa.—No te burles, pero sentí morbosidad.—¡Ah!, pero qué lindo. Entonces ¿echémosle mano? —volvió a soltar la carcajada—. Debo ir a casa, acabo de hacer un desastre en mi bóxer. —no fui capaz de mirarlo—. Nos sentamos en la cama, tomó mi rostro obligándome a mirarlo, se veía diferente, se veía feliz—. Desde la muerte del señor Luis no he estado con una mujer, estaba muy cargado y, ya que subimos de nivel, no tendré problemas para esperar a que dejes de tener vergüenza conmigo.—Gracias. —besó en los labios—. Buenos días —dije.—El mejor «buenos días» de toda la vida. No podemos trotar porque sigue lloviendo. ¿Desayunamos juntos? —afirmé—. Te espero, la abuela iba a hacer buñuelos, comerás solo uno, prepararé tus frutas. —sonreí como una idiota, sí, estaba idiotamente enamorada, como diría el abuelo, más tragada que ahuyama en boca e’ burro—
Esperábamos nuestro turno en la clínica, los nervios los controlaba, pero era en vano. Siempre llego con ganas de hacer ir al baño.—Cata, mañana acompáñame a comprar ropa, están por vencerse los bonos que me regalaron los chicos—Encantada mami, sabes lo mucho que me gustan las compras.—Vamos un muchos para Montería. Solo falta que se sume el doctor Rafael. —Se sonrojó después de decir eso, ututuy, ¿qué estaba pasando aquí?Acudimos al llamado de la enfermera, me hicieron los exámenes pertinentes, mientras estaba metida en la cápsula, mi madre se quedó con el doctor hablando. Había notado el respeto hacía el doctor en la clínica. Terminó el procedimiento, esperemos a ver qué pasa y todo se mantengan igual, nos despedimos y antes de irme el doctor me entregó una tarjeta.—Sé que viajan, si llegas a necesitar algo o te pasa algo fuera de lo normal, estos son los números de mi casa, esa es la dirección.—No es necesario doctor.—No se sabe Cata, salúdame a don Henrry.—Lo haré. —lo abr
El doctor se veía preocupado e interesado al mismo tiempo, por eso le ayudaré.—Con una condición. —sonrió, se cruzó de brazos, mientras afirmaba—. No somos mujeres de tomar un par de copas para luego pasar una noche. —Se puso serio—. Piénselo muy bien si quiere cambiar su vida libertina y solitaria por una familia. Mi mamá se puso celosa, fue muy evidente. —Noté un leve brillo en los ojos del doctor—. Si puede pedir vacaciones, lo espero mañana en el aeropuerto, compre un tiquete para el vuelo que sale con destino a Bogotá a las ocho de la mañana, apenas llegue a la casa, le envío el número del vuelo.—Lo que acabas de ver, no me deja bien parado ante los ojos de Samanta.—No le debe fidelidad, ni respeto, solo son amigos. Pero lo que le demuestre de ahora en adelante si debe hacerlo a conciencia y aleje a todas esas enfermeras que se desviven por usted, una se entera de muchas cosas en los pasillos mientras lo atienden en la clínica. —volvió a ponerse rojo.—¿Por qué lo haces, Cata?
Llegamos a Bogotá, realizamos el trasbordo, ahora íbamos en el avión rumbo a la mágica tierra de Montería. Una hora después descendíamos, estaba agotado de tener tantas horas sentado, pero de vez en cuando nos besábamos, sus labios hicieron la diferencia. Esperábamos las maletas, el doctor ayudó a la señora Samanta con la suya, llevaba dos y por más que ella insistió en poder arrastrarla, siempre obtuvo una negativa de su parte. Mientras tanto, Betty se veía radiante al lado de Ricky y con Cadie, parecían una familia. Apenas salimos el grito de Cecilia nos hizo reír, como verdadera monteriana con su alegría desbordante corrió a los brazos de su novio quien la alzó para besarla. —¡Cata! Espero que tengas muchas amigas para presentar, porque no seré el único que no esté emparejado. —Yo vine solo. —dijo Ricky. —Ni tú te lo crees, de todas maneras, Catalina debe tener amigos para Betty. —el rostro de Ricky cambió. —Ella acaba de tener bebé. —respondió. —¡Anda!, pero no lava la ropa n
Mi mente se recreó todas las maldades que les haré a mis amigos. —Mañana entenderás. Lucas había salido con Cecilia, ellos piensan que ninguno se dio cuenta, bueno, Catalina fue la única que no pensó mal del permiso solicitado a la Señora Samanta para ausentarse un par de horas con su novia. Le prestaron el carro, y hasta el momento no han llegado. Ricky se acercó con Cadie, le quité a la bebé. Era preciosa, tan rubia como su madre. —Esto nunca se haría en el barrio. —dijo. —A eso se refería Cata, la paz al vivir en esta ciudad es envidiable, ahora me entenderán cuando les dije que la gente de Montería es especial. —¡Adiós! —gritó una señora pasando por la calle. Ese era otro tema. —Aquí todo el mundo se saluda. Comenté. Mayo nos trajo jugo y por lo que vi era de Kola con leche con hielo licuado. ¡A comer se dijo! A mi Bodoque le dieron el vaso más pequeño mientras el resto teníamos vasos grandes, en otra bandeja estaban unos roscones. —¿Otra vez a comer? —preguntó Lucían y Ric