Rayos, ¿qué le digo? Sus lindos ojos estaban rojos por el llanto. —Eres muy niña para hablar de eso, Catalina. —Me llevas un año y once meses. Además, leo más que tú. —¿Qué tiene que ver la lectura en este tema? —¿Viniste a pelear conmigo? ¡Vete por donde viniste! Además, estoy muy moleta contigo. —No Bodoque, los cuatro estamos arrepentidos por haberte ignorado, todo fue un plan de las chicas para mantenernos alejados de ti. —Mira cabeza de chorlito. ¿Qué? Tengo ocho años conociéndola y siempre saca o inventa una palabra nueva. » Me importa si fue planeado o no, porque a ustedes no los embrujaron para que no me hablaran… No se sintió bien y no voy a perdonarte tan fácil. Ni a ti, ni a los otros. Sé que somos amigos, nunca me interpondré en sus relaciones, pero pueden presentármelas, lo que hicieron hoy… —Se le humedecieron los ojos, por inercia la traje hacia mí, la abracé. —No lo tomes en otro sentido, Cata. Lo que menos quiero es hacerte daño, pero tienes los ojos negros má
Sentía como si una aplanadora me hubiera apachurrado el alma, anoche comprendí mi sentimiento. Ese había cambiado de manera irreversible hacia mi mejor amigo, sé sin temor a equivocarme que para él era importante, pero no como mujer. No tenía el cuerpo esquelético de Vicky, Betty o todas las mujeres con las que ya se ha acostado.Debía callar el sentimiento, debía enterrarlo en lo más profundo de mi alma, y atesorar lo vivido anoche. El que me durmiera en sus brazos y acariciara el cabello mientras me dejaba envolver por la nebulosa de Morfeo mientras en silencio lloraba por sus palabras.Al menos siempre estaré a su lado, lo amaré desde la barrera, desde ese lugar en el que solo en mis sueños lo podía hacer mío, donde era la única con el derecho de acariciar ese bello rostro. Donde me podía perder en el mar de esos ojos verdes que tanto adoraba, donde jugaba con el rizo de sus cabellos.En ese lugar imaginario donde sus labios eran míos… Solo en mi mente existe nuestra historia, mien
Mis amigos me quedaron mirando y me encogí de hombros. Sería chévere mirar si me aplican la ley del hielo de nuevo. —Se hacen juegos. —respondió Lucían. —¡Qué bien! —Eso parecía interesante, espero no sean de resistencia física. —¿Qué está bien Bodoque? —Los juegos. Mientras no me toque correr. —sonrieron, eso me hizo sentir algo tonta—. ¿Son juegos pesados? Díganmelos. —Se juega mucho a siete minutos en el paraíso. Respondió Ricky, sabía del tema por los libros, sonreí. —¿Ustedes creen que me escogerán a mí? No se preocupen, el mayor escudo es mi cuerpo. En todo caso voy a ir. —¡Le diré a tu papá! —Dylan amenazó. Le pasé mi celular. —Llámalo, pero también háblale sobre tu comportamiento la semana pasada, ¿les recuerdo? Donde se olvidaron de mí, ¡Ah!, y quedé sola en la fiesta, por eso pasé cuatro horas en un parque sola, ya que ninguno de ustedes se acordó de su princesa. Ahora, si voy a esa reunión, me encierran con ustedes y nada pasaría. ¿Cuál es el problema? —Ese es un b
Me ponía nerviosa, tanta recomendadera, pero son padres, lo dejo en el que se preocupan por mí. —Eso mismo dijo el señor Luis, acabo de hablar con él. —miró su reloj—. Debemos irnos Bodoque, se la traigo como a las seis, señora Samanta. Mi abuela le manda a decir que la espera para jugar parqués Sonreí. Mi mamá desde la muerte de la señora Martina cada sábado la acompañaba a pasar la tarde. —Gracias, hijo. Cuídala. —Tranquila, lo haré con mi vida. —¡Si cómo no, moñito! —dije. —Sabes que te cuidaré. —Hasta que una mujer te diga, ¿nos perdemos un ratito? En esta ocasión los chicos maravillas no me dejaron sola ni un segundo. Aquí las reuniones no eran como las de Montería, donde bailamos hasta cansarnos, acá era diferente. Luego se fueron formando varios grupos, sin darme cuenta llegamos a una habitación para jugar el famoso siete minutos en el paraíso. Debíamos meternos en un closet oscuro por el tiempo determinado. Eran las cinco de la tarde, teníamos media hora jugando, Lucas
Betty se quedó en un extremo del closet, le dejé en claro cuando se abalanzó a besarme que no quería por nada del mundo volver a besarla. Si no quería pasar pena tocara para que abrieran las puertas. Por mi parte no podía sacar de mi cabeza lo sucedido con Bodoque. Por cinco minutos la besé, su aliento era… ¡Bendito aliento!, Aun sigo con el corazón acelerado y se intensificaba si revivo lo sucedido.¿Esto en situación nos dejaba? Porque confieso, por miedo le contesté de ese modo, no quería que a ella la mirasen como una más en mi lista. Catalina nunca será una más. No debí encerrarme, la mirada de Cata era… ¡Dios! Ella debía de estar pensando que me valió mierda besarla, además le salí con groserías y fue mi manera de salir del susto por todo lo que sentí con ese beso. —sonreí—. ¡Fui el primero en besarla!—¿Qué te causa tanta risa?—¡Nada, no seas metida!—¿En serio nos vamos a quedar aquí siete minutos perdiendo el tiempo?—Lo acabo de hacer con mi amiga.—Si no fuera porque te co
No decía nada, y dejé que llorara la señora Samanta. En Estas situaciones no hay nada más que hacer. Si no permitir que el corazón descanse un poco por medio del llanto.—¡Ay, Dylan! —Se alejó un poco, nos sentamos—. Parece mentira, me pidieron que fuera a la morgue a ver…Volvió a llorar, el doctor le entregó un paquete de pañuelos higiénicos.» Gracias, doctor.—No debes ir tú, un amigo de la familia puede ir.Comentó mirándome a mí y suplicándome que lo hiciera. Miré a la señora Samanta. Rayos, pero ella no se veía en condiciones de verificar. Afirmé.—Yo puedo hacerlo, es lo mejor, a si usted se queda con un buen recuerdo. ¿Y Catalina?—Se encuentra estable, sigue sedada, en unas horas despertará.El doctor volvió a mirar con un poco de pesar a la mamá de Cata. ¿Qué tan grave estará Cata para que exista una relación tan confiable entre un médico y unos padres?—¿Puedo estar ahí cuando despierte?—Claro que sí, acompáñame.Ingresamos a unos pasillos, la señora se desvió para ir a d
Catalina se inclinó a un lado de la cama y vomitó sangre, se estaba ahogando, le ayudé a sentarse sin importar que la sangre empapara mi camisa, comencé a gritar al tiempo que presioné el botón de llamada a los enfermeros, el tiempo en acudir fue el más rápido, pero a mí me pareció una eternidad, además no era normal vomitar sangre, no quería pensar que se estuviese muriendo. —¡AYUDAAAAA! Cata seguía expulsando sangre con cada bocanada, la sostenía, no sé nada de primeros auxilios, pero sí sé que puedes broncoaspirar con un vómito. Toda mi camisa, brazo y una de mis piernas estaba llena de sangre, la veía muy mal, se estaba poniendo blanca. » ¡CATALINA! —nuestras miradas se cruzaron—. ¡Ni se te ocurra dejarme! Los enfermeros me alejaron y el doctor Robinson ingresó apresurado, empezaron a estabilizarla, la señora Samanta seguía dormida, mientras Bodoque y yo seguíamos mirándonos, luego se escuchó un sonido constante, intentaron sacarme, me resistí, era consciente de que debía salir
Cuando ves el ataúd bajar la sensación de vacío en el alma era indescriptible. Porque esa imagen era la confirmación de que ya no lo volverás a ver. En ese instante la señora Samanta gritó y se desmayó. El abuelo la sostuvo, el doctor corrió para darle los primeros auxilios. Miré a Catalina, quien seguía sentada sin apartar la mirada del lugar donde hace unos minutos se encontraba el cuerpo de su padre, no sé si su comportamiento sea bueno o malo. No había llorado como debería, solo se le escurrían las lágrimas de manera silenciosa por momentos. Seguía reprimiendo los gritos, solo se aferra a mi mano. Vi al doctor cargar a la mamá de Bodoque, los abuelos lo seguían. La gente se fue retirando, mi abuela llegó a mi lado, Lucas estaba de la mano de Cecilia quien viajó con los abuelos para acompañar a Cata en este momento. Ricky y Lucían se encontraban en la banca de atrás. —Llevaron a Samanta a la enfermería, menos mal había un doctor. Todos los miembros de la familia sabíamos la razó