No puedo evitar sentirme nostálgico, dejaba a los seres amados atrás y ni modo, serán por unos cinco, tal vez seis años. Puedo lograrlo, Lucas lo hizo. Del aeropuerto al apartamento tomamos un taxi para el edificio donde viviría. Los viejos se van a quedar dos semanas hasta que me adapte. Si esto hacían conmigo no imagino lo que harán con Viviana. Mi papá una vez llegamos me entregó las llaves del apartamento, ubicado en una increíble zona.—Es tuyo hijo, adelante.Sonreí, mi madre no para de limpiarse las lágrimas. Como voy a extrañar a la vieja.—Gracias, papá.Se sentía extraño dar tales pasos, siempre le he agradecido a Dios por la familia que tenía, era cierto que no hemos pasado nunca por necesidades económicas, pero nuestras penurias han sido diferentes. De manera constante rescatamos a Cata de la muerte. Ingresamos y el interior era inmenso, de un lujo extremo.—¡Virgen del Carmen! —exclamó mamá—. ¿Viviste aquí, amor?—Si Sabanera, unos cuatro años.—¿Traías a muchas mujeres a
Terminé mi jornada laboral, recogí mis batas para llevarlas a la casa y mañana traer limpias. Era el subdirector de la clínica de Rafa, como él estaba de viaje, en las dos semanas transcurridas había sido pocas las horas que he pasado en urgencias, me he encargado de la parte administrativa.Pero ya quería llegar a mi casa, con mis flores y preciosa mujer, además en un mes era su tercera exposición de Cecilia con un tema muy bonito. Quiere hacerla con relación a las familias, ha entrevistado a muchas, por tres o cuatro días se ha internado todo un día a convivir con personas a las que llega por recomendación en todos los estratos sociales.Por eso estaba siendo reconocida mi mujer y las celebridades del medio internacional, los cuales fueron invitados. Cecilia había logrado captar y plasmar sensaciones a través de la fotografía que impactaban, la conocen como la dama sensible de la fotografía.Transformando cotidianidades en inmortales sensaciones de valores, ha plasmado la amistad, l
Después de regresar con ellos al mediodía, me encerré en el estudio con mis hijos; a Rayan le gustaba el piano y mi hija Hadassa era muy buena con la guitarra. Le besé la cabeza a mi hijo, no solo era el héroe de su mamá, también era el mío.Porque así Catalina hable de quedarme a velar por ellos, yo sé que mi alma y corazón no lo haría. Si ella llegaba a saltar que el bendito pájaro ese venga en compañía para también avisarme que me iría con ella.Debía hablar con mis hijos, era mi deber prepararlos por si llegaba a pasar eso. Hadassa se desafinó en una nota y se frustró. Me acerqué con mi guitarra, la que hace años me regaló mi mujer, la animé a seguir, en la parte donde le costaba se detuvo, miró el movimiento de mis dedos, lo imitó, Se le dificultaba un poco por sus manos pequeñas.—Gracias, papi. —Le guiñé un ojo.—De nada princesa.Desde hace años dejó de ser gordita, eso nos tranquilizó un poco, apenas cumpla los 12 su abuelo le hará el examen de la Enfermedad Páez para descart
Mi tía miraba el lugar.—A Dylan se le metió el arrebato y cuando menos lo pensé ya había colocado varias, yo solo las pinté la semana pasada. —señaló el otro extremo—. Allá, en medio de las dos bongas, vamos a hacer un bohío, ¡Ah! Y no te la pierdas. En algunos árboles a futuro vamos a poner argollas de un árbol al otro, dejaré varias hamacas en unos guacales para el que quiera la amarre y se eche una siesta después de un gran sancocho.» También haré un camino de árboles, desde la finca hasta que llegue al oasis. Y cuando me muera ya le dije a mi marido que las cenizas fueran enterradas en este lugar, sobre ellas siembren un árbol guayacán amarillo. ¡Por nada del mundo siembren el árbol que bota flores rosadas! Porque ¡juro, les jalo las patas en las noches! —Me hizo reír.» Ya tengo muchos eventos rosados en mi vida como para que dé ñapa me zampen a la eternidad con un árbol rosado.Solté la carcajada. Mi tía era un canto de alegría, dicen que tengo una personalidad parecida a ella
Se acercaba en pocos días mi cumpleaños dieciocho, mis amigos querían hacer algo en la casa y lo prefiero así, para no tener que ir a una discoteca. Si era un ñoño absoluto, jamás cambiaré el ruido de una discoteca a estar en una hamaca escuchando la alaraca de la familia, aspirando el olor a finca, a mi tierra, nací en Estados Unidos, pero mi alma era monteriana.Anoche me acosté tarde hablando con Cadie, desde su llamada a las dos semanas de mi partida, parecíamos novios cibernéticos, sin serlo. La habitación estaba repleta de los detalles enviados de su parte en cada viaje realizado por mi madre o padre. No nos hemos visto en persona, respetábamos eso. Si lo hacemos se desatará todo y luego será muy difícil dejarla ir.Debo pensar en que me faltan tres años, máximo cuatro. Ya hice la audición para ingresar a la clínica de papá y hacer de pasante. Por obvias razones seré José Luis Páez y no Robinson. Los únicos enterados será el director, el asistente de mi padre que cada mes hacia
Cadie se retiró de la mesa. La mirada de desconcierto de mis padres, mis hermanas, mis cuñados eran dagas.—No tengo nada con esta vieja. —Fue lo único que pude decir.—Hijo…Mi padre se quedó en silencio. Betty salió en busca de su hija y Cata la siguió.—¡Ay, hijo! Mejor hablamos después, mi amor.La conexión se apagó. Si fuera a un hombre, le estaría partiendo la cara. Diego se me acercó.—José…—Sácala.Dije entre dientes, desconecté mi celular del dispositivo y me encerré en la habitación para llamar a Cadie. Buzón, debe estar llorando, volví a intentar, nada. Llamé a Betty y nada. Volví a llamarla y me mandó a buzón. Tocaron a la puerta, era Mía.—Dijo que el acto fue en agradecimiento a lo que le dijiste.—Cadie no me contesta.—No es por echar leña, pero yo tampoco lo haría. Esa estúpida la supo aplicar.—Ella no interesa, me preocupa Cadie, puede pensar lo que no es. —volví a intentar. Nada. Llamé a Catalina.—¡Oh, José Luis!—Antes de regañarme te digo no tengo la culpa, esa
El estómago me dolía de tanto reírme con mi hermana y Arturo. A diferencia de Cadie y José Luis, que, por cierto, esa cabezona cada vez que había un puente, adelantaba trabajos, hacia mil cosas con tal de tener días libres, entonces puyaba el burro a Boston para pasar con su novio.José Luis también pasaba las Navidades en casa o algunos de nuestros cumpleaños; lo entendíamos, estaba realizando un esfuerzo muy grande y sus compromisos estudiantiles, más el trabajo en la clínica lo dejaba agotado.La última vez que vino se trajo al loco de su amigo Diego, el chileno quedó enamorado de Montería. —¡Y quién no! Quien conoce mi tierra quedaba prendado a ella; a la calidez de las personas, a esa magia engatusante a través de las leves brisas cálidas, el aroma del río.Ese hipnotizante amanecer tan claro desde que inicia la puesta de sol y un atardecer digno de una obra en óleo con matices anaranjados. De su música alegre y pausada que parecía hacer un homenaje al movimiento de las aguas dan
Los jóvenes se veían a los ojos. Luego mi hermana estalló.—¡Ismael! ¿Cómo supiste? ¡Me seguiste! —Viviana se cruzó de brazos, estaba roja.—Yo no entiendo. —dijo papá.—Ando perdida. —comentó Betty.—No eres la única, yo me siento más perdida que calilla en boca de vieja. —dije.—Señores, me presento. Me llamo Ismael… sin apellido. Hace seis meses estuve a punto de tirarme del puente de la 41 y en ese instante; como un ángel, Viviana llegó en su bicicleta.Al menos el montar bicicleta, si lo hace, ha llegado a La Arbolada en ella, la adora. Los presentes nos quedamos impactados con el inicio de relato.» Ella evitó mi suicidio, ese día me invitó a comer, tenía días de no hacerlo… desde ese día me hizo cumplirle la promesa de esperarla todos los días en el corredor ecológico. Por un mes llevaba almuerzo para dármelo, muchas veces llegaba con su uniforme. En resumen. Se ha encargado de pagar la casa donde vivo con dos jóvenes; una niña y un niño. A los que le enseña a escribir y a leer