¿Qué pasará contigo? ¿regresarás a España?
Sí, es lo que precisamente haré. Y tú irás al país de donde es tu esposo ¿verdad?
¿Lo has recordado? –preguntó sonriente Jacqueline
No, pero no hay que ser adivino para darse cuenta.
Sí, ¿recuerdas lo que decíamos de los italianos cuando éramos adolescentes? – le preguntó divertida.
Que nos iríamos juntas a Italia, encontraríamos guapísimos italianos y tendríamos apasionados romances con ellos. Para después irnos a Grecia y hacer exactamente lo mismo. Que decadente ¿no? Nos creíamos tan liberadas e independientes en todo, que sólo queríamos pasión, nada de amor y compromisos –Recordó con nostalgia.
Y así lo hicimos, viajamos y conocimos Italia, Grecia, pero no fuimos tan liberadas como para tener aventuras amorosas de unos pocos días – Y una leve sombra ensombreció brevemente los ojos de Jaquie, para sonreír inmediatamente después.
Sí, fuimos un desastre en cuanto a eso en esa ocasión –y rieron con ganas – Pero a pesar de ello, seguimos con la idea de dejar el amor de lado, hasta que fuera conveniente ¿no?
O hasta que nos enamoráramos, pero nos habíamos hecho tan a la idea de que el amor no era tan importante que pensamos que no sucedería, pero sucedió ¿no es así?
No que yo recuerde – trató de bromear Ally – hasta donde yo recuerdo, los compromisos amorosos no eran lo mío.
Al parecer el amor es como una enfermedad de la que uno no siempre se puede escapar. No es un pecado el que te hayas enamorado, estoy contenta por ello, por que tuviste el valor de hacerlo, de dejar tu preciosa libertad para estar con él. Deseo de todo corazón que recuerdes todo, sobre todo para que me digas que se siente – expresó con tristeza. – Ah, y algo igual de importante, tienes que decirme por que escapaste. A lo mejor el matrimonio era lo que siempre pensamos, ¡la cárcel! Pero yo dudo que te hayas casado con alguien que te quisiera tener en una jaula de oro Ally, así que anda, vamos, que seguro ha de estar impaciente ese marido tuyo. Todo saldrá bien y si no es así recuerda que me tienes a mí aparte de tus padres y tu ahora querida abuela y que te quiero como a mi hermana – Y la miró asegurándoselo también con los ojos pero sin dejar de dedicarle su sonrisa o un remedo de ella tratando de aligerar la difícil situación a la que se tenía que enfrentar su amiga.
Lo se, jamás lo he dudado, yo siento lo mismo. – se abrazaron fuertemente y ambas tenían los ojos húmedos, cuando segundos después se abrió la puerta.
Máximo apareció en el umbral de la puerta. Alguien de su equipo recogió sus cosas y salió de la habitación.
Es hora de irnos.
Sí… - de repente el peso de la situación cayó sobre ella.
Ahora mismo, no el año entrante – surgió el Máximo autoritario.
Mantén informada a mi abuela, que no le diga nada a mis padres, yo hablaré con ellos y tú avísame cuando llegues a casa, estaré en contacto contigo. – Dijo rápidamente Allyson en voz baja a Jaquie, se giró hacia la puerta y hacia él, pero se detuvo abruptamente. Volvió, abrazó rápido a su amiga y le susurró al oído- Te quiero - Y salió inmediatamente sin detenerse.
Un fuerte dolor de cabeza empezó a apoderarse de ella, se recostó sobre el asiento de piel del auto que los llevaba en ese momento.
Máximo la había alcanzado sin problema en cuanto ella hubo salido de la habitación y la había guiado hacia una salida trasera del Hospital, donde para su alivio no había ni un solo reportero.
No había protestado, no había dicho nada y no por que asimilara la situación, si no por que los momentos vividos hacía tan poco habían terminado por agotarla al extremo de que no recordaba haberse sentido tan cansada ni siquiera después del accidente.
Puso el dorso de su mano sobre su frente y sobre su sien, como si con ello pudiera aliviar el dolor que parecía aumentar por momentos.
-Toma esto, te ayudará, te las han recetado - le dijo Máximo y la sorprendió pasándole dos pastillas y un vaso con agua.
Las aceptó y tomó sin dilación, pero para su incomodidad, vio como Máximo la observó, pendiente de ella.
Masculló un “gracias” no tan amable, y él simplemente sonrió sin rastro de ironía en esta ocasión, lo que la desconcertó una vez más.
- ¿Te sientes mejor? – le preguntó él, en cuanto llegaron al Aeropuerto Internacional de la ciudad de México. Ella no se había molestado en contestarle. El trayecto había sido corto desde el Hospital, el dolor había disminuido si bien, aún no desaparecía por completo. El cansancio había aumentado y sin embargo la presencia del hombre que tenía a su lado era lo que realmente la tenía en ese estado deplorable. Al bajar del auto, la había tomado de la mano y cuando ella había intentado quitarla, la había tomado con más fuerza.
La mirada asesina que le envió, pareció no producir ningún efecto en él. Se puso a hablar por su móvil, sin soltarla como si ella fuera a escapar de un momento a otro y avanzando hacia la sala donde esperarían para tomar su vuelo.
¿Por que no le sorprendía que a cada paso que daban, la mayoría dejara lo que estuviese haciendo para detenerse a observarlos? ¿Por qué sentía que ya estaba acostumbrada a que esa escena se repitiera y al parecer con frecuencia?
El era un hombre impresionante, de eso no cabía duda, y muchas mujeres estarían preguntándose que había visto en ella. Casi sonrió al ver como varios rostros femeninos expresaban el querer ocupar su lugar. Si supieran que en realidad quería estar a miles de kilómetros lejos de él, seguramente la tacharían de loca. El equipo de seguridad que iba con ellos también llamaba la atención, pero podría apostar su brazo derecho a qué si hubiera sido otro y no Máximo a quien custodiaran, no hubieran sido observados de la misma manera. Muy a su pesar se alegró de ir bien vestida, jamás su vestimenta había sido aburrida o pasada de moda. Siempre había tenido un excelente guardarropa. El discreto pero elegante traje pantalón en color crema con la blusa negra era idóneo para la situación.
Llegaron a la sala de espera de vuelos privados, se soltó casi bruscamente de su mano y se dirigió a un sofá a sentarse. Él siguió hablando por su teléfono sin prestarle la mínima atención.
Perfecto, si por ella fuera esperaba que la dejara olvidada como si se tratase de una maleta, hojeó unas revistas que había en una mesita y trató de entretenerse y pensar en otra cosa que no fuera el hombre que tenía enfrente y que estaba absorto mirando la pantalla de su pc portátil. ¿Siempre se entregaría así de lleno al trabajo en todo momento? eso, ella no lo sabía, ni eso ni nada.
Pero si fuera una esposa normal, con una vida normal en un matrimonio normal, sentiría la tentación de quitarle el móvil y la pc y estrellarlos contra la pared más cercana para que le diera algo de atención.
Obviamente la situación no era normal y por eso quería hacer añicos algo, pero no si eso significaba que ella quería que él le prestara atención.
Ese pensamiento la dejó intranquila, por un lado, una esposa no tenía por que ser tan posesiva, ella jamás lo había sido siempre había disfrutado de su espacio e independencia y respetando los de los demás.
Pero maldiciendo para sus adentros se recordó que ella no era una esposa y mucho menos le interesaba que él no le prestara atención. ¡Rayos! ¿Qué era lo que le estaba pasando? Ese condenado dolorcillo de cabeza era lo que no le hacía pensar con cordura.
Sí, seguro era eso y estar metida en algo de lo cual no tenía la menor idea. Con un hombre que afirmaba ser su esposo pero que la trataba como si ella fuera un reo que hubiese escapado de la cárcel y él fuese el carcelero.
La situación seguía pasándole factura y apoyó su cabeza sobre el sofá cerrando los ojos mientras pensaba por cuales de sus pecados estaría pagando. Sabía que tenía que estar con él para averiguar lo que había pasado en esos “meses oscuros” de los cuales no recordaba nada ya que era un hecho prácticamente confirmado que sí estaban casados.
Averiguaría lo necesario y se largaría. Pero, ¿por que tenía la extraña sensación de que él no la dejaría irse así como así? ¿Por qué sentía que debía dejarlo y escapar en cuanto tuviera la oportunidad? Su instinto le indicaba que se fuera lo más lejos posible, ella se guiaba por el en muchas ocasiones, era lo que hacía que sus padres fueran tan buenos en su profesión y ese instinto agudizado era algo que ella había heredado de ellos. Quería verlos, pero por el momento era imposible. Suspiró casi imperceptiblemente, sintió que él la observaba, extraño por que ella tenía los ojos cerrados y deseó lanzarle algo a la cabeza, la delicada pieza de porcelana que tenía cerca podía servir. Sonrió por esa tontería, seguramente él seguía en sus asuntos, pero aun así era muy tentadora la idea. Sintió la cabeza un poco pesada y pasado unos minutos estaba completamente dormida.
Máximo la observaba en silencio, desde que ella había cerrado los ojos, y aunque lo hubiese descubierto mirándola estaba seguro que no iba a poder apartar la vista. Había sido bien consciente de su presencia desde que había vuelto a tenerla con él. No era capaz de concentrarse en el informe que tenía delante con carácter de urgente. Consciente e inconscientemente estaba pendiente de todos sus movimientos ¿Cómo lo hacía? ¿De qué manera lograba reducirlo a ese nivel casi primitivo? Uno en el que deseaba saber el por qué de todos sus movimientos, ¿Por qué suspiraba de ese modo, como añorando a alguien? Le invadió la furia, el sabía quién era el maldito por el que suspiraba.
A él lo había olvidado, pero seguramente a ese no, le hubiera arrancado la cabeza con las manos si hubiese podido y aun ahora estaba seguro que lo haría si lo tuviera enfrente. Y esa sonrisa ¿acaso estaría soñando ya? ¿Sería con él, el que destruyó lo que tenían? Su vida había sido un paraíso al conocerla para después convertirse en el más cruel de los infiernos. Se pasó las manos por la cabeza en un gesto desesperado, tenía que controlarse o se echaría todo a perder. Todo su ser clamaba venganza y él se la concedería para poder por fin estar en paz consigo mismo. Pero dudaba que su vida volviera a ser la de antes, ella había acabado con ello para siempre, pero al menos, después de haber logrado su objetivo, aunque él viviera como un miserable tendría la satisfacción de haberla hecho pagar por todo, por absolutamente todo.
Volvió a contemplarla y nuevamente ella ejerció su antiguo embrujo sobre él a pesar de estar dormida, dormía con la placidez de alguien que no tiene nada por lo cual arrepentirse. Su cara denotaba tranquilidad, aunque se alcanzaba a apreciar que estaba cansada por las sombras bajo sus ojos y aunque odiara las reacciones que le provocaba no podía evitar desearla con todas sus fuerzas.
Quería rechazar la sensación de no querer dejarla marchar después de haberse saciado de ella, por que algo le decía desde el fondo de su alma que nunca se cansaría de ella y que, en lugar de vengarse y librarse de su obsesión por ella, quedaría más condenado.
Pero no tenía otra opción, tenía que ser más fuerte que ella y por Dios que lo sería.
Aun sin abrir aun los ojos ella se percató de que no seguía en la sala de espera, estaba acostada en una suave y comodísima cama. La sensación era deliciosa, tanto que no se detuvo a pensar cómo había llegado allí. Así que se estiró perezosamente y sonriendo abrió los ojos.
Aquello último lo pilló casi por sorpresa, había olvidado lo bien que ella lo había llegado a conocer, tanto como para poder interpretar sus gestos, aunque estos fueron mínimos, lo mismo que a él le había sucedido con ella y lo irónico del asunto es que Allyson no se percataba de ello, la muy ingrata se había apoderado de todo su ser, sólo para después hacerle estallar en pedazos. No merecía la piedad del olvido, estaba seguro que ella antes de su amnesia no sintió la más mínima compasión por todo lo que había provocado. La ira se apoderó nuevamente de él y deseó poder descargar toda su furia aunque eso significara emprenderla a golpes con la pared, por que aunque ella se mereciera el peor de los castigos él nunca había pensado en esa clase de venganza, tenía en mente otras maneras para hacerla pagar sin perjudicar esa bella cara y ese cuerpo de pecado cuando de pronto captó lo dicho por ella ¿Hombre de sus pesadillas…? ¿Soy el hombre de tus pesadillas? -Le preguntó sin más, Allyso
Gran error, de haberlo sabido se hubiera obligado a seguir durmiendo o por lo menos fingir que lo hacía. Justo enfrente de su campo de visión estaba Máximo sentado en un sillón, la miraba fijamente pese a estar al teléfono. Cortó la llamada al verla despierta, haciendo que ella tragara saliva deseando no haber despertado jamás. Quiso cerrar los ojos, pero seguro que él se daría cuenta de su cobardía.Por la habitación aun se distinguía la luz del día y eso le dio la excusa perfecta para romper el contacto visual que sentía la atravesaba por completo. Desvió la vista a la pequeña ventana del avión, no tenía que hacer muchas preguntas para saber que iban en camino a Italia en el avión privado de su esposo… su esposo. Recordarlo le produjo un escalofrío. Se obligó a mirarlo de nuevo y a generar palabras
Iniciaría los trámites del divorcio en cuanto pudiera.Una llamada a la puerta, la sacó de sus pensamientos.¿Señora Vecchio? – habló una voz femenina.¿Sí? – Asomó únicamente la cabeza.Su esposo me pidió le trajera esto- Le extendió una pequeña maleta.También me pidió le ayudara en todo lo que necesite.Por ahora estoy bien. Gracias de nuevo.Me da gusto que se encuentre bien. – le dijo la bonita y elegante azafata sinceramente.¿Tú me conoces? – preguntó curiosa.Por supuesto, señora – y le dirigió una brillante sonrisa.En ese caso, pasa por favor por que si necesito tu ayuda.Encantada señora Vecchio.Allyson, dime Allyson. – Y una chispa de esperanza surgió en su interior.Una vez duchada, cambiada y ayudada en todo momento, aunque no lo necesitaba por la chica. Empezó a conversar con ella. Al principio de cosas sin importancia.Entonces trabajas para mi esposo desde hace años.Así es. El señor Vecchio ha sido siempre un buen jefe.Me lo imagino – sonrió falsamente, para no des
-No debería haberte dicho eso – le dijo para calmar su furia. -Y yo debería haberlo hecho desde la primera vez que te vi, en el Hospital – le respondió aún alterada. -Gracias por tu sinceridad, pero te recuerdo que lo primero que hiciste cuando me viste fue desmayarte. - ¿Qué pruebas tienes para decirme que fui infiel? - Sin cambiar de tema como él lo estaba haciendo le recordó el motivo de la discusión. - ¿Qué más pruebas quieres que el haberte ido de casa sin ninguna explicación? Obviamente me dejaste por otro hombre. Máximo rogó por dentro para que ella le creyera eso. Tenía las pruebas más obvias y concluyentes contra ella de su infidelidad. Pruebas que lo habían vuelto loco de celos y de ira cuando las había tenido en su poder. Sentimientos que recordaba a la perfección y que hacían que quisiera matar a alguien. Se obligó nuevamente a controlar sus emociones. La observó y vio que titubeaba. Era perspicaz, Allyson era una mujer inteligente y era una de las cosas que lo habían
Al terminar el discurso ella se había sentido satisfecha. La gente se había reunido en otro enorme salón dónde se habían puesto muchas valiosas obras de arte propiedad de la familia dueña del hotel, los Vecchio de quien no sabía demasiado y mientras todos las admiraban, el champán y bocadillos deliciosos circulaban incesantemente. En vano lo había buscado con la mirada, pero no la tenía fácil pues era abordada con regularidad por diversas personas y ella todo encanto y profesionalidad había charlado con todos, no debía olvidar que era un evento para recaudar fondos. Por lo pronto sabía que William ya había recibido numerosos cheques y el evento estaba saliendo mejor de lo esperado.Fue cuando ella se acercó a William respondiendo a su llamado que lo vio. No se había fijado antes pues otras personas lo cubrían. Y simple y sencillamente se lo quedó mirando, sin decir nada contemplándolo. Él actuó igual que ella y fue hasta que un William muy enfadado que se esforzaba por disimular su e
Ella recordaba esa primera noche cuando habían cenado juntos. Todo encanto y seducción. La había dejado completamente perdida de anhelo por verlo de nuevo y eso la había asustado por que por primera vez vio el peligro, lo que ocurriría si se enamoraba de un hombre así. Famoso por sus conquistas, las más bellas mujeres habían pasado por su cama sin lograr atrapar al soltero de oro.Empresas Vecchio abarcaba diversos negocios: hoteles, bienes raíces, construcción y software con considerable éxito. Era además un basto conocedor y poseedor de arte tanto florentino como de diversas culturas, siglos y periodos.Lo único que pensó es que ella no debía dejarse seducir por un hombre con semejante carisma y poder, se enamoraría sin remedio y seguramente luego la dejaría por otra. Era demasiado independiente como para depender del amor o el deseo que le hicieran sentir y aunque nadie había logrado despertar en ella esas necesidades, sabía que Máximo Vecchio las despertaría todas. No tenía que se
Máximo deslizó las manos por su espalda hasta su trasero, el cual acarició y levantó hacia él, pegándola aún más a su cuerpo lo que a ella le permitió sentir la fuerza de su excitación.Tembló ligeramente al comprobar lo excitado que él estaba. Antes que se diera cuenta, él ya le había quitado el vestido y la había dejado en ropa interior. Un calor apremiante sintió por todo el cuerpo, sobre todo entre las piernas, una necesidad, un ansia que sólo el podría llenar.La llevó a la enorme cama de su dormitorio, la depositó con sumo cuidado. Se empezó a quitar la camisa, mientras ella estaba absorta en cada uno de sus movimientos. Tenía un torso hermoso, los músculos marcados que invitaban a ser acariciados.Automáticamente ella estiró la mano para atraerlo hacia ella, lo tomó por el cuello y enredó sus dedos en su maravilloso pelo del color del ébano para besarlo. Él siguió el recorrido hacia abajo besándola en el cuello y por fin liberando sus doloridos pechos. El deseo de él era más qu
A unos kilómetros de allí y con una copa de excelente vino blanco procedente de uno de los viñedos de la familia. Máximo intentaba con poco éxito escuchar a su abuelo. Este se encontraba realmente entusiasmado con la perspectiva de ver nuevamente a Allyson, el ver la alegría del anciano había hecho que Máximo luchara contra los sentimientos encontrados que tenía. Ira porque esa embustera tenía un lugar en el corazón del anciano, pero el ver que su abuelo se ponía alegre le hacía sentirse un tanto aliviado. Enfermo como estaba, con la salud precaria no siempre tenía motivos para reír, cosa que con Allyson hacía frecuentemente cada que se veían, la chispa en los ojos del anciano era evidente y entonces Máximo se dio cuenta que hacía mucho que no la veía. Igualmente, él se sentía diferente, como si hubiera vuelto a la vida. Incomodo por ese pensamiento, se acabó el vino de un trago y su abuelo con esos ojos astutos lo observó. Error, su abuelo no era fácil de engañar y se preparó para s