CAPÍTULO TREINTA—¿Ya conociste a mi chica? —preguntó esa tercera voz varonil que lo irritaba. Lucca Preston Rossi, su primo, su competencia directa y su enemigo, le rodeó los hombros a Daphne Harper y la besó en la sien y luego en la boca, dándole un beso apasionado.Aiden hizo una mueca y después bufó al darse cuenta que dos dementes se habían juntado, por lo que nada bueno podía salir de ahí.—Dirás tu puta de turno —dijo Aiden y bebió su octavo whisky.Daphne batió las pestañas simulando que estaba ofendida, pero en realidad le daba lo mismo. Ella había vuelto a Australia por una sola razón.—¡Hey cuidado como le hablas a mi novia! Que soy el único que puedo tratarla como quiero —amenazó Lucca.Aiden sonrió y pidió un noveno trago.—¿Qué hacen juntos? ¿Y cómo se conocieron? —cuestionó el joven empresario intrigado por la inusual alianza—. ¿Me van a contar o también eso es un misterio?Daphne se miró con Lucca, y luego Lucca asintió con su cabeza.—Luego de que Emily enviara a ma
CAPÍTULO TREINTA Y UNODaphne colocó a Aiden de lado para que no se siguiera ahogando, dejando un charco de vomito y sangre a su alrededor. El hedor le daba arcadas, pero no podía dejar que él se muriera.—¡Llama una ambulancia! ¡Ahora!Lucca no reaccionaba ya que se había quedado congelado al ver el estado tan deplorable de su primo. Era ver a un pobre miserable, que iba a morir con su propio vomito. Después de todo, su lengua iba a ser su propia muerte.—¡JODER LUCCA! —volvió a gritar Daphne tensa a través de la música—. Si se muere, no nos podremos vengar. ¡Haz algo ya y llama una ambulancia!Lucca despabiló, marcó el número de la ambulancia y dio la dirección del hotel. Luego tomó a su primo de un brazo, para luego colgárselo en su espalda. Las personas comenzaron hacer espacio y Daphne se apresuró a buscar a los paramédicos del hotel, que fueron quienes le dieron los primeros auxilios, mientras la ambulancia llegaba.Estos lo llevaron al hall del hotel, pusieron a Aiden sobre una
CAPÍTULO TREINTA Y DOSEl taxi se dirigía a las empresas APE Global Group S.A, cuando una llamada sobresaltó a Emily.Ella buscó en su cartera el celular, que sonaba con insistencia una y otra vez. No lo encontraba que, en su desesperación, prácticamente dio vuelta la cartera en el asiento trasero dejando todas sus cosas esparcidas a su lado, hasta que encontró su celular.era el número de Aiden, que entre el enojo y el alivio contestó de inmediato para saber cómo estaba.—¡Santo cielo Aiden! ¡Me tenías con el alma en vilo! ¿Dónde estás, cariño? ¿Estas bien? —preguntó Emily de forma acelerada y atolondrada. —¿Señora Preston?La voz femenina y diplomática de una mujer desconocida la hizo tragar con fuerza—Si. Habla con ella… ¿Con quién estoy hablando yo?—Soy la enfermera Hilary —se presentó aquella mujer y a Emily el corazón se le volvió un puño de acongojado—. Lamento llamarla en estas circunstancias tan deplorables, pero el Señor Preston…—¿Aiden está bien? ¡Por favor dígame que
CAPÍTULO TREINTA Y TRESEmily pagó su taxi y se apresuró a entrar al hospital. Subió en el ascensor hasta el quinto piso y cuando las puertas de abrieron casi corrió por los pasillos para preguntar por su marido.Estaba tan preocupada, que lo único que quería era verlo y abrazarlo, pero antes que pudiera llegar al mesón sus ánimos y su entusiasmo se esfumaron al igual que un globo que es pinchado.Sus ojos se fijaron en aquellas dos personas que estaban en la sala de espera. A la mujer la conocía bastante bien, pero al hombre solo lo conocía de vista.Ralentizó sus pasos y enterró sus uñas en sus palmas.«Esto no pinta nada bien» pensó con un nudo en su garganta.Daphne se levantó del asiento cuando vio a su hermana pequeña. Su mirada miel se cruzó con los ojos oscuros y llorosos de Emily, que inevitablemente caminó a su encuentro, mientras Lucca le seguía el paso detrás.Emily tuvo la oportunidad de escanear a su hermana de pies a cabeza, que seguía tan vulgar como siempre, mientras
CAPÍTULO TREINTA Y CUATROAiden estaba acostado en una camilla de color blanco.Él tan solo había despertado hace treinta minutos cuando la enfermera de turno le vino a inyectar algunos medicamentos.A pesar de llevar un tiempo despierto, aún parpadeaba varias veces tratando de acostumbrarse a la luz natural que se reflejaba en el gran ventanal, pero era imposible ya que sentía que aún estaba subido en un maldito carrusel.Todo a su alrededor daba vueltas y vueltas, sin contar que tenía un dolor de cabeza insoportable que era como si alguien le estuviera taladrando el cerebro.La máquina que mostraba los latidos del corazón lo enloquecía, además sentía la boca pastosa y el olor a anestesia le daban arcadas, que las consecuencias de la noche anterior comenzaban a pesarle y abrumarle de igual manera.Seguía con suero intravenosa y ahora era el médico que lo atendió de urgencia quien lo revisaba, con esa postura cálida y responsable.—¡Has tenido suerte muchacho! —dijo el hombre canoso d
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO Marie Cox había llegado al hospital topándose con Lucca, su sobrino político. Tan solo se miraron de forma despectiva y ella siguió su camino, ya que su hijo menor, le había avisado del accidente intencionado que se había provocado el mismo Aiden, por lo que Marie se levantó de su cama lo más rápido que pudo y corrió a ver a su hijo mayor. Ella llevaba un hermoso vestido de color vino y tacones que la hacían lucir de la realeza. Era una mujer que a donde iba, jamás desentonaba con nada, por eso se llevaba miradas de todos a su alrededor. Pasó por el mesón de la secretaria y le dieron el pase de visita. Sin embargo, cuando iba llegando a la sala 502, una discusión escuchó, para no interrumpir, se quedó cerca de la pared, hasta que encontró el momento propicio para entrar. Justo en un silencio incómodo. —¡Hijo mío! —Marie Cox entró a la sala y abrazó a su hijo que yacía en la camilla con la mirada perdida. Emily volteó el rostro hacia el ventanal y se limp
CAPÍTULO TREINTA Y SEISEmily salió del departamento a las seis treinta de la mañana.Era el día en el que tenía aquella cita agendada en la clínica de fertilidad de Sídney, por lo que decidió irse temprano para poder avanzar en su trabajo, y también para no verle la cara a Aiden.Su marido había llegado la noche anterior, después de dos días en el hospital. Marie y Adrián habían sido los encargados de ir a buscarlo, después de firmar el alta médica y pagar la cuenta que había dejado su hospitalización.Pero Emily no se había pronunciado en nada, es más, esos mismos dos días había estada durmiendo en la habitación de invitados, aunque le dolía el estado convaleciente de Aiden, ella quería ser fuerte y mantener su distancia, se decía a sí misma que después de todo fue él quien se buscó aquellas consecuencias.Por eso salió del departamento sin siquiera pasar a su habitación matrimonial para despedirse de su marido, pero cuando abrió la puerta para salir, una voz ronca le erizo la piel
CAPÍTULO TREINTA Y SIETECuando llegaron al tercer piso, ninguno habló hasta que el Doctor Thomson llamó a Emily a la consulta por alto parlante para que se dirigiera al box 311. Ella se levantó de los asientos de espera, pero Aiden cerró sus dedos en su muñeca, en donde sentía el pulso acelerado de su esposa.—¿Puedo entrar contigo? —preguntó Aiden en un susurro, porque estaba inseguro de la reacción de su esposa.—¿Qué?—¿Quiero acompañarte? ¿Me dejas Em?—Es una consulta ginecológica —se excusó Emily—. No creo que te guste que otro hombre me revise.Aiden puso los ojos en blanco.—Voy a comportarme ¿de acuerdo?Una débil risa se le escapó a Emily, era como si Aiden estuviera midiendo cada paso que daba, que no quiso martirizarlo más con la indiferencia y finalmente aceptó. Su marido se levantó de los asientos y la siguió por aquellos pasillos de color celeste claro, hasta que llegaron al Box 311.—¿Señora Preston?El doctor Thomson era un hombre de sesenta y dos años, con una vasta