CAPÍTULO NOVENTA Aiden llegó al aeropuerto de Berlín en donde el abogado de la empresa lo recibió. Se saludaron de mano y este último lo guío hasta un jeep negro. —Aún queda viaje Señor Preston —avisó el abogado—. Ahora vamos al aeropuerto privado del Señor Schneider para tomar la avioneta que nos dirigirá a la isla. Él tan solo asintió. Cuando Aiden estuvo sentado en la camioneta, tecleó a su padre para saber de Nate. Su padre le escribió que el pequeño niño ya estaba con él, en la casona Preston. Adrián había ido a la mañana siguiente a la casa de la playa, en donde encontró al niño acurrucado en su cama. La niñera se opuso que se lo llevara, ya que Daphne era su jefa directa, pero Adrián ejerció su poder y no le quedo otra opción que dejarlo ir. Daphne llevaba seis días desaparecida, pero nadie se preocupaba por su bienestar, el único que siempre la extrañaba era su hijo. En tanto, Nate iba temeroso en el automóvil del papá de Aiden, ya que para él también eran personas desco
CAPÍTULO NOVENTA Y UNO Aiden llegó aquella casona hecha de piedra que estaba llena de alfombras rojas y piso de madera de ébano. Los adornos que tenían le daban un aspecto de casa antigua, que se mantenía en el tiempo. Tenía una chimenea en la sala de estar y cuatro habitaciones ostentosas con camas de colchón de plumas y sábanas de seda. Él se quedó en la habitación de la segunda planta. Dejó la maleta sobre la cama de dos plazas y volvió a bajar para charlar con Schneider, que lo esperaba. El viejo había traído a su personal de servicio para que le cocinaran a su nuevo invitado y comprador. Aiden se acercó al comedor y se sentó al lado de Schneider, quien esperaba ansioso la cena. En la mesa de mantel blanco estaba puesta la vajilla de plata, dos copas y una botella de vino. Una de las empleadas del servicio doméstico le sirvió dos platos de trocitos de terneras con papas rusticas y ensalada verde, que Aiden se comió todo con ansias, ya que hace horas que no probaba nada decente
CAPÍTULO NOVENTA Y DOS Aiden esa noche no durmió nada pensando en los mellizos y en la similitud de la fotografía que había visto. Ambos tenían el cabello azabache y la piel cremosa, pero cuando paso por aquella casa, no pudo ver los ojos de aquel niño para compararlos con la pequeña de la foto. Además, el cabello negro, no era una característica muy distintiva que pudiera decir que ambos niños tenían el mismo lazo sanguíneo. Pero… «¿Y si esa niña se llama Ada?» Pensó con una punzada de nervios en su estómago, que dio vueltas y vueltas en la cama. Comenzó a sumar todo; la visita de su madre a esta isla, las fotos, el señor Schneider diciéndole que su mejor empleada era una mujer divorciada y que estaba ejerciendo la labor de madre soltera, los nombres de aquellos niños y el proyecto que ya recordaba donde lo vio. Tomó el celular de su mesita de noche y buscó en el correo institucional de Emily algún indicio de lo que él creía. Ese correo electrónico era el que Emily usaba para admin
CAPÍTULO NOVENTA Y TRESEl pequeño niño se encuclilló con la pelota entre sus brazos y cerró los ojos esperando el impacto.Un impacto que nunca llegó, al contrario, el vehículo frenó quedando a un centímetro de arrollarlo. Las ruedas chirrían y el olor a neumático y motor quemado se impregnó en el ambiente.A Emily se le empañaron los ojos de lágrimas y corrió a levantar a su pequeño niño entre sus brazos. Lo cobijo a su pecho, mientras no dejaba de temblar.—¿Estas bien? Dime que estas bien.Elian comenzó a llorar y Emily lo apretó más fuerte a su pecho. Estuvo tan cerca de perderlo, que nunca se imaginó un dolor igual, ni siquiera su divorcio fue tan doloroso, como lo que estuvo a punto de vivir. Besó su frente y lo meció tratando de tranquilizarlo de aquel susto. Elian se escondió en el hueco del cuello de su madre, mientras su cuerpo se estremecía.Pero todo cambio cuando el hombre que se bajó de aquel vehículo estaba pálido y desorientado.—¡Oh mierda! —exclamó angustiado—. Lo s
CAPÍTULO NOVENTA Y CUATROEmily quedó temblorosa y con la vista perdida en aquel lugar, en donde el vehículo desapareció. Elian puso sus manitos en las mejillas de Em, y le movió el rostro para que lo mirara. Frunció el ceño cuando vio que su madre tenía la mirada brillosa. Los ojos negros de Em estaban abnegados de agua. Elian besó su nariz intentando aliviar la tristeza de su madre y Emily soltó una risa triste, que sin poder evitarlo las lágrimas rodaron por sus mejillas.—Te amo tanto —susurró Emily con la mandíbula temblorosa.—Yo también —respondió Elian y la abrazó del cuello, escondiendo su rostro en aquel hueco.Ada estaba con las manos en la cintura y miraba a su mamá con ojos acusadores. Tenía las cejas en V y los labios fruncidos. Estaba realmente enojada con todos.—Es papá —alegó—. ¿Pol qué no me saludo? Tu dijiste que saludal es de buena educación.Emily tenía la cabeza revuelta, el corazón errático y el cuerpo tenso. No sabía que decirle a su hija pequeña que pregunt
CAPÍTULO NOVENTA Y CINCOA la mañana siguiente Emily se duchó y en bata se fue a tomar tres tazas de café a la cocina, mientras les preparaba el desayuno a los mellizos, ya que la noche anterior no durmió nada, pensando en que ella y su exesposo estaban pisando el mismo suelo.Ella tan solo tuvo una crisis en brazos de Adele y luego se limpió el rostro y dejó de llorar.Emily necesitaba botar todo lo que le aprisionaba el pecho, que cuando se calmó, el miedo se hizo parte de ella, pero no dejó que le ganara. Hizo sus ejercicios de respiración y se concentró en tener mente fría ante la situación que se le avecinaba.Ella tenía que ser suficientemente fuerte y valiente para enfrentar su pasado, si no, tenía claro que nunca sanaría y nunca podría construir una nueva relación con otra persona, si no sanaba, nunca podría volver a enamorarse de alguien más, aunque el miedo estaba…ese miedo a ser traicionada nunca se iba del todo.Se contempló en el espejo cuando se fue a la habitación para
CAPÍTULO NOVENTA Y SEISCuando Emily llegó a la empresa a las ocho diez de la mañana junto a sus mellizos, se fijó que todo era un caos. Había como un pánico colectivo, que ella misma no entendía.Los trabajadores estaban apurados en terminar las faenas y los administrativos corrían de allá para acá ordenando su puesto de trabajo y rumoreándose entre ellos.—Supongo que es porque despedirán gente —comentó Emily haciendo una mueca en su rostro, un poco decepcionada.—¡Que carajo! —exclamó Adele, quien caminaba a su lado—. Este tipo debe ser muy importante para que todos estén corriendo por él.—Dicen que ahora está en la oficina de Schneider —se adelantó Olivia, una de las compañeras de trabajo y quien las interceptó en los pasillos del primer piso.—Es un maldito hombre tallados por los mismos ángeles —dijo Débora, la recepcionista de la compañía. Una rubia despampanante.—¿Lo viste? —preguntó Adele curiosa y Emily tragó saliva, ya que un inesperado nudo se le formó en el centro de su
CAPÍTULO NOVENTA Y SIETEEmily estaba sentada en la gran mesa larga de la sala de reuniones, junto a todos los empleados esperando que el señor Schneider apareciera con el nuevo jefe.Olivia y Débora no dejaban de murmurar entre sí, que Em comenzó a pasar sus uñas por la piel de sus manos, jugando y rascándose la piel, con una actitud visiblemente nerviosa.Ella tenía un doloroso nudo en el estómago y no dejaba de mover la pierna derecha.—Calma —susurró Adele quien estaba sentada a su lado. La alemana estiró su brazo y puso su mano sobre las manos de Em, deteniendo que se hiciera daño a sí misma—. Eres fuerte y valiente —le repitió.Emily asintió y respiró hondo.Hubo largos minutos de murmullos hasta que todo quedo en silencio cuando la puerta de la sala de reuniones se abrió. Las sillas fueron arrastradas hacia atrás en un fuerte chirrido, mientras todos se levantaban para recibir a la visita inesperada.Schneider entro primero, luego su abogado y posteriormente Aiden.Aiden se pei