CAPÍTULO CIENTO SESENTA Y TRESAiden miró a Em con odio y con dolor, pero no pudo seguir manteniéndole la mirada, que se giró y salió refunfuñando al jardín delantero, lejos de todos los presentes.Se sentía acorralado y con ganas de mandar a su esposa a la punta del mismo cerro, pero también no quería alejarla jamás de su lado, que pensó en lo destructiva y tóxica que se estaba convirtiendo su relación. Eran más peleas, que reconciliaciones y risas, y eso lo estaba orillando a tomar una drástica decisión.¿Hasta dónde más soportaría?¿Hasta dónde más se dañarían mutuamente?¿El odio podría más que el amor?El encuentro fortuito con Emily había sido una bendición, porque él había conocido a sus propios hijos, a unos que nunca pensó tener de su propia sangre, dada su condición, pero también estaba siendo una maldición, ya que no dejaba de sentirse un pobre inútil, miserable que arruinó todo lo maravilloso que tuvo alguna vez y que por imbécil lo perdió.Aiden estaba frustrado y con el
CAPÍTULO CIENTO SESENTA Y CUATROAdrián llegó al umbral de la cocina y algo se estremeció dentro de él cuando vio el estado de catarsis de Emily. La joven lucia vulnerable, herida y también cansada.Fue cuidadoso de acercarse, sin embargo, Emily escuchó la respiración de él.Ella alzó su rostro y contempló el rostro del padre de Aiden. Su reacción a la defensiva fue rápida, ya que puso sus manos en el mármol y se levantó del asiento. Luego se limpió la cara con el dorso de las mismas y a pesar de que Emily intentó de ser fuerte, sus ojos rojos y sus mejillas enrojecidas por el llanto la delataban.Ella generó cierto grado de empatía ante el padre de su esposo, que Adrián se enterneció al contemplarla y dirigirse a ella, sin embargo, sus palabras quedaron en la punta de su lengua, cuando la voz dulce Emily se alzó de nuevo:—¿Sucedió algo Don Adrián? —preguntó.—Solo venía a saber cómo estas —Adrián no disimuló su preocupación por ella.Ella torció los labios y luego suspiró con fuerza
CAPÍTULO CIENTO SESENTA Y CINCOEmily no dejó de pensar en las palabras que le dijo Don Adrián. Una y otra vez se le venía a la cabeza que era lo bueno que podía ver en todos los problemas que la sumían en la oscuridad.Era una constante que nunca desaparecía, ya que por unos breves momento era feliz, pero luego se volvía triste y con ganas de desaparecer, sin embargo, no podía demostrarlo, ya que, si antes tenía a dos pequeñitos, ahora eran tres niños inocentes que siempre dependerían de ella, o al menos hasta que fueran unos adultos responsables.Suspiró con pesadez y se dirigió a uno de los muebles. Necesitaba hacer algo más que revolcarse en su miseria, por lo que decidió cocinarle algo dulce a los niños.Primero se puso uno de los delantales floreados que estaba colgados en un perchero y luego abrió la despensa en donde se guardaban los alimentos. Sacó un bol de metal, el mezclador, la harina, azúcar, la mantequilla, huevo, cacao en polvo, chips de chocolate, chips de colores y t
CAPÍTULO CIENTO SESENTA Y SEIS —¡Papá ven! —llamó Ada con una sonrisa grande cuando vio a su padre estar en el umbral del cuarto de la cocina. Emily tragó saliva con fuerza ante la voz chillona y alegre de su pequeña hija. Ella alzó su vista y nuevamente sus ojos oscuros se encontraron con los ojos verdes del padre de sus hijos. Por un breve momento fugaz Em vio algo nuevo en el iris verde, como si se tratara de un cambio inusual. Estuvo tentada a preguntar, pero sabía que, si lo hacía, quizás iba a desencadenar otra discusión, y lo que menos quería era formar otro problema en frente de su hija. Por lo que agachó su rostro hacia el mesón y siguió formando las galletas y colocándolas en sobre papel de mantequilla en la bandeja, para que no se pegaran. —¿Puedo ayudar en algo? —preguntó Aiden acercándose lentamente para estar frente a Emily. —No —dijo Emily de forma tajante. —¡Si! —chilló Ada luciendo una sonrisa preciosa. Ambas habían hablado al mismo tiempo, que Aiden supo que
CAPÍTULO CIENTO SESENTA Y SIETEAiden seguía sentado en la sala de estar, pensando en las palabras de su madre. Sus brazos los tenían apoyados sobre sus piernas y estaba ligeramente inclinado hacia adelante.Además de tener toda una lucha en su cabeza, él tampoco dejaba de observar a Nate y a Elian, que seguían jugando con los autos de carrera y las pistas automáticas, sobre la alfombra. Ambos niños ensimismados en un mundo inocente.Ellos eran ajenos a la pelea de poder que llevaban sus cabezas y de donde provenían, por eso ver a los niños jugar con tanta simplicidad y siendo tan amigos, hizo que Aiden recordara como con Lucca siempre los comparaban.Aiden supuso que en su niñez ellos alguna vez jugaron juntos al igual que Nate y Elian, pero a medida que fueron creciendo, las rivalidades con su primo se hicieron presente.Él sintió una pequeña punzada de molestia en su estómago y las tripas se le revolvieron, ya que esa comparación y esa competencia de quien era el mejor no había sid
CAPÍTULO CIENTO SESENTA Y OCHOCuando Alex bajó las escaleras junto a Elian, Elian de inmediato quiso caminar, que él le dejó en el suelo. El pequeño niño corrió a donde estaba Nate.—Aiden se va a quedar —informó Alex sobándose la nuca.—¿Y Emily? —cuestionó Marie—. ¿No viene con nosotros?—Está durmiendo —respondió Alex y suspiró mirando a los niños—. Para ella esto ha sido agotador y difícil. —Luego miró a su madre—. Creo que deberíamos dejarla descansar un tiempo. Desde que viajó de Alemania no ha podido dormir casi nada, además mi hermano la va a cuidar, así que… no creo que ocurra nada malo ¿no? o ¿Crees que se enoje porque vamos a salir con los niños?Marie alzó una ceja curiosa por las palabras de su hijo menor y le dio una mirada cómplice a su esposo, que también le miró, pero con algo más de seguridad.Ella no estaba preocupada por si Emily se enojaba o no por salir con sus nietos, lo que realmente le preocupaba a Marie y la tenía insegura era de dejar a su nuera junto a Aid
CAPÍTULO CIENTO SESENTA Y NUEVEAiden se apoyó en la puerta de madera. Suspiró con una gota de alivio en su pecho, mientras sus ojos verdes no se apartaron de su mujer.«No podía ser tan malo vivir bajo un mismo techo», se decía a sí mismo.«Era algo que tenía que suceder, por el bien de todos» se autoconvenció.Aiden buscaba todas las excusas perfectas para que así su cerebro se acostumbrara a que juntos podía ser una oportunidad única de cambio y de crecimiento.Él ya se había convencido de que no quería el mismo destino que tuvo él y Lucca, para Elian y Nate. No quería crear esa rivalidad, por lo que lo primero que debía hacer era tratarlos por igual y proporcionándole las mismas oportunidades a ambos. Y si Daphne sobrevivía, no le negaría el hecho de que ella era su madre, pero tampoco volvería ella a tener su custodia, ya que Nate no merecía volver a ver a su madre drogadicta, sin embargo, le pensaba conceder visitas.
CAPÍTULO CIENTO SETENTAAiden se apoyó en la puerta de madera. Suspiró con una gota de alivio en su pecho, mientras sus ojos verdes no se apartaron de su mujer.«No podía ser tan malo vivir bajo un mismo techo», se decía a sí mismo.«Era algo que tenía que suceder, por el bien de todos» se autoconvenció.«Esto es lo mejor a lo que puedo aspirar» siguió su mente.Aiden buscaba todas las excusas perfectas para que así su cerebro se acostumbrara a que juntos podía ser una oportunidad única de cambio y de crecimiento, pero a pesar de repetírselo una y otra vez, aún estaba reacio de creer que algo así podría funcionar.Aunque con todo, él ya se había convencido de que no quería el mismo destino que tuvo él y Lucca, para Elian y Nate.Aiden no quería crear esa rivalidad entre primos ni que compitieran entre ellos, por lo que, lo primero que debía hacer era tratarlos por igual y proporcionarles las mismas oportunidades a ambos.También pensó en que, si Daphne sobrevivía, no le negaría el hec