CAPÍTULO CIENTO SESENTA Y CINCOEmily no dejó de pensar en las palabras que le dijo Don Adrián. Una y otra vez se le venía a la cabeza que era lo bueno que podía ver en todos los problemas que la sumían en la oscuridad.Era una constante que nunca desaparecía, ya que por unos breves momento era feliz, pero luego se volvía triste y con ganas de desaparecer, sin embargo, no podía demostrarlo, ya que, si antes tenía a dos pequeñitos, ahora eran tres niños inocentes que siempre dependerían de ella, o al menos hasta que fueran unos adultos responsables.Suspiró con pesadez y se dirigió a uno de los muebles. Necesitaba hacer algo más que revolcarse en su miseria, por lo que decidió cocinarle algo dulce a los niños.Primero se puso uno de los delantales floreados que estaba colgados en un perchero y luego abrió la despensa en donde se guardaban los alimentos. Sacó un bol de metal, el mezclador, la harina, azúcar, la mantequilla, huevo, cacao en polvo, chips de chocolate, chips de colores y t
CAPÍTULO CIENTO SESENTA Y SEIS —¡Papá ven! —llamó Ada con una sonrisa grande cuando vio a su padre estar en el umbral del cuarto de la cocina. Emily tragó saliva con fuerza ante la voz chillona y alegre de su pequeña hija. Ella alzó su vista y nuevamente sus ojos oscuros se encontraron con los ojos verdes del padre de sus hijos. Por un breve momento fugaz Em vio algo nuevo en el iris verde, como si se tratara de un cambio inusual. Estuvo tentada a preguntar, pero sabía que, si lo hacía, quizás iba a desencadenar otra discusión, y lo que menos quería era formar otro problema en frente de su hija. Por lo que agachó su rostro hacia el mesón y siguió formando las galletas y colocándolas en sobre papel de mantequilla en la bandeja, para que no se pegaran. —¿Puedo ayudar en algo? —preguntó Aiden acercándose lentamente para estar frente a Emily. —No —dijo Emily de forma tajante. —¡Si! —chilló Ada luciendo una sonrisa preciosa. Ambas habían hablado al mismo tiempo, que Aiden supo que
CAPÍTULO CIENTO SESENTA Y SIETEAiden seguía sentado en la sala de estar, pensando en las palabras de su madre. Sus brazos los tenían apoyados sobre sus piernas y estaba ligeramente inclinado hacia adelante.Además de tener toda una lucha en su cabeza, él tampoco dejaba de observar a Nate y a Elian, que seguían jugando con los autos de carrera y las pistas automáticas, sobre la alfombra. Ambos niños ensimismados en un mundo inocente.Ellos eran ajenos a la pelea de poder que llevaban sus cabezas y de donde provenían, por eso ver a los niños jugar con tanta simplicidad y siendo tan amigos, hizo que Aiden recordara como con Lucca siempre los comparaban.Aiden supuso que en su niñez ellos alguna vez jugaron juntos al igual que Nate y Elian, pero a medida que fueron creciendo, las rivalidades con su primo se hicieron presente.Él sintió una pequeña punzada de molestia en su estómago y las tripas se le revolvieron, ya que esa comparación y esa competencia de quien era el mejor no había sid
CAPÍTULO CIENTO SESENTA Y OCHOCuando Alex bajó las escaleras junto a Elian, Elian de inmediato quiso caminar, que él le dejó en el suelo. El pequeño niño corrió a donde estaba Nate.—Aiden se va a quedar —informó Alex sobándose la nuca.—¿Y Emily? —cuestionó Marie—. ¿No viene con nosotros?—Está durmiendo —respondió Alex y suspiró mirando a los niños—. Para ella esto ha sido agotador y difícil. —Luego miró a su madre—. Creo que deberíamos dejarla descansar un tiempo. Desde que viajó de Alemania no ha podido dormir casi nada, además mi hermano la va a cuidar, así que… no creo que ocurra nada malo ¿no? o ¿Crees que se enoje porque vamos a salir con los niños?Marie alzó una ceja curiosa por las palabras de su hijo menor y le dio una mirada cómplice a su esposo, que también le miró, pero con algo más de seguridad.Ella no estaba preocupada por si Emily se enojaba o no por salir con sus nietos, lo que realmente le preocupaba a Marie y la tenía insegura era de dejar a su nuera junto a Aid
CAPÍTULO CIENTO SESENTA Y NUEVEAiden se apoyó en la puerta de madera. Suspiró con una gota de alivio en su pecho, mientras sus ojos verdes no se apartaron de su mujer.«No podía ser tan malo vivir bajo un mismo techo», se decía a sí mismo.«Era algo que tenía que suceder, por el bien de todos» se autoconvenció.Aiden buscaba todas las excusas perfectas para que así su cerebro se acostumbrara a que juntos podía ser una oportunidad única de cambio y de crecimiento.Él ya se había convencido de que no quería el mismo destino que tuvo él y Lucca, para Elian y Nate. No quería crear esa rivalidad, por lo que lo primero que debía hacer era tratarlos por igual y proporcionándole las mismas oportunidades a ambos. Y si Daphne sobrevivía, no le negaría el hecho de que ella era su madre, pero tampoco volvería ella a tener su custodia, ya que Nate no merecía volver a ver a su madre drogadicta, sin embargo, le pensaba conceder visitas.
CAPÍTULO CIENTO SETENTAAiden se apoyó en la puerta de madera. Suspiró con una gota de alivio en su pecho, mientras sus ojos verdes no se apartaron de su mujer.«No podía ser tan malo vivir bajo un mismo techo», se decía a sí mismo.«Era algo que tenía que suceder, por el bien de todos» se autoconvenció.«Esto es lo mejor a lo que puedo aspirar» siguió su mente.Aiden buscaba todas las excusas perfectas para que así su cerebro se acostumbrara a que juntos podía ser una oportunidad única de cambio y de crecimiento, pero a pesar de repetírselo una y otra vez, aún estaba reacio de creer que algo así podría funcionar.Aunque con todo, él ya se había convencido de que no quería el mismo destino que tuvo él y Lucca, para Elian y Nate.Aiden no quería crear esa rivalidad entre primos ni que compitieran entre ellos, por lo que, lo primero que debía hacer era tratarlos por igual y proporcionarles las mismas oportunidades a ambos.También pensó en que, si Daphne sobrevivía, no le negaría el hec
CAPÍTULO CIENTO SETENTA Y UNO—Bueno yo no lo soy, —refutó Aiden con mucha calma, ya que él comenzaba asimilar la magnitud de sus acciones y errores, por eso estaba dispuesto a enmendar todo el daño que le había hecho a su esposa—. No soy inocente como ese niño, pero esas son mis condiciones. Tú eliges Emily. Es todo o nada.Emily se dio cuenta que su esposo estaba jugando el mismo juego que ella.«¡Joder!» Em maldijo dentro de sí, ya que ella sentía que para Aiden todo era una competencia en donde él tenía que ganar, que se levantó de la cama con una sensación de frustración en medio de su pecho. Caminó de un lado a otro mordiéndose la uña de su dedo pulgar y sin importarle que su marido le mirara con una atención desmedida.Pensó y pensó, pero no llegaba a ninguna conclusión clara. Luego ella se detuvo y se ancló en los ojos esmeraldas de Aiden, que esperaba pacientemente a que ella asimilara la magnitud de su petición. —Nuevamente me estas condicionando, tus condiciones siempre m
CAPÍTULO CIENTO SETENTA Y DOSDespués de que la familia Preston saliera con los niños a la playa y al parque, y de haber cenado todos juntos, Emily se levantó del living y se fue con Nate en sus brazos para darle una ducha, sin embargo, Aiden nuevamente se le cruzó en el camino.—¿Qué? —espeto Em con el ceño fruncido.Aiden miró a Nate con un poco de lastima, que el pequeño por inercia se abrazó y escondió en el cuello de Emily.—Debería dormir en la pieza de invitados —sugirió él.Emily suspiró y asintió, luego paso por su lado para subir las escaleras, pero Aiden no se rindió, ya que la tomo del brazo deteniéndola una vez más.—¿Y ahora? —preguntó Emily un tanto desconcertada por la actitud de su marido. —Esto es temporal —avisó él—. Mañana llamare a la decoradora de interiores para que acomode la habitación como la de Elian y… —Aiden se rascó la nuca con algo de nerviosismo, ya que no estaba seguro de lo siguiente que diría, pero igual lo dijo—. Creo que deberíamos ir de compras