CAPÍTULO CIENTO OCHENTA Y DOSEmily luego de llorar amargamente, se separó del cuerpo de Alex y se limpió el rostro con ambas manos.—Lo siento… no debí hace eso… —Emily se mordió los labios y no fue capaz de mirar a su cuñado. Estaba demasiado avergonzada por llorar en sus bazos de esa manera. No supo porque, pero el haber llorado en los brazos de Alex, fue casi liberador, después de todo su cuñado era su amiga, y también el que menos estaba involucrado en todos los problemas que le aquejaban.—Está bien Em —dijo Alex con cariño y acarició la oreja de Emily—. Todo va a estar bien.Ella se limpió la punta de la nariz y asintió un poco más tranquila. Aiden no dijo nada, tampoco interfirió en la relación fraternal de ellos dos, aunque sintió una punzada de celos nacer de su pecho, decidió desechar aquel sentimiento tan destructivo y comenzó a pensar con la cabeza fría.Él sabía que ella necesitaba tiempo para asimilar todo. Un tiempo que para él nuevamente se tornaría larguísimo y difí
CAPÍTULO CIENTO OCHENTA Y DOSEmily bajó del vehículo de Aiden, y caminó, abrazada así misma, directo la entrada del hospital. El viento soplaba con mucho ímpetu, que el cabello se movía hacia su rostro. Aiden la seguía detrás. Ambos entraron al hospital, subieron el ascensor hasta el piso en donde atendía el Dr. Bulley.Llegaron a la sala de espera, sin embargo, lo que ninguno espero es que algunos policías estuvieran en la recepción.—Al parecer sucedió algo —comentó Emily un tanto desconcertada.Aiden asintió y enroscó su brazo en la cintura de su esposa, como si esa acción la pudiera proteger. Ella no se opuso, ni se separó de él, menos ahora que sentía que necesitaba un pilar a su lado.—Si y parece que es grave —dijo Aiden y ambos siguieron caminando hasta la recepcionista—. Disculpa —pidió Aiden entrometiéndose entre la conversación del policía y de la recepcionista. Ella le miró—. Tenemos una cita con el Dr. Bulley, ya que un familiar de nosotros ha fallecido esta mañana. Pued
CAPÍTULO CIENTO OCHENTA Y TRESEmily se movía de un lado a otro, mientras se mordía la uña de su índice.—Em ¿Te puedes sentar? —preguntó Aiden un tanto irritado por la situación.Él estaba sentado en uno de los asientos de espera, al lado del ventanal que daba hacia la ciudad y al mar; Tenía los codos apoyados en sus rodillas y las manos entrelazadas, mientras no dejaba de observar lo nerviosa que estaba Emily.—¿Crees que es por Daphne? —indagó ella, mientras se detuvo a mirar al joven.Sus ojos negros reflejaban temor, duda y tristeza. —No —respondió tajante—. ¿Por qué seria ella?—No sé, es que todo esto me parece inusual ¿Por qué justo ahora viene la policía? ¿no te parece que todo es muy sospechoso?—Casualidad… supongo.Aiden se encogió de hombros, ya que no le parecía nada raro, para él el hecho de que estuviera la policía, solo era una mera casualidad del destino, sin embargo, Emily lo veía desde otro punto de vista.—Quizás alguien le hizo algo a mi hermana y el Dr. Bulley
CAPÍTULO CIENTO OCHENTA Y CUATROLa hora y media que esperaron se hizo eterna, tanto para Emily como para Aiden.El reloj ya marcaba las once de la mañana y en la televisión trasmitían las noticias del momento, en donde un nuevo sistema frontal se avecinaba a la ciudad. El dolor en el estómago les atacaba a ambos, pero empeoró cuando vieron a los policías salir junto al Dr. Bulley.«Por suerte no lo han arrestado ni va esposado» pensó Emily al ver que el Dr. Bulley se despedía de un apretón de mano del oficial a cargo.Ella se levantó y casi corrió a su lado cuando los policías se alejaron. Aiden nuevamente le seguía detrás, como si fuera su perro guardián. —¿Qué sucedió Doctor? —cuestionó Emily sin siquiera saludar, ya que la ansiedad la estaba comiendo por dentro.—Tuve que hacer una denuncia —dijo Dr. Bulley en un tono de pesar. —¿Cómo? ¿Por qué? —insistió la joven demasiado preocupada.El Dr. Bulley se pasó los dedos por su cabello y la observó con algo de pena.—¿Tiene algo qu
CAPÍTULO CIENTO OCHENTA Y CINCOEl Dr. Bulley cerró la puerta del box de la consulta, y les pidió a ambos, que por favor se sentaran en los respectivos asientos que estaban frente al escritorio, pero Emily no hizo caso a su petición y tan solo se quedó de pie cerca del mueble, esperando que el médico le diera alguna la explicación necesaria a sus inquietudes.El médico al ver la reacia postura de ella, él tampoco se sentó, si no que se mantuvo al frente de Emily, sin embargo, Aiden si tomó asiento, ya que el joven empresario sabía que esta pelea no era suya, si no una lucha de su esposa.Él tenía claro que era a ella a quien tenían que darle las mil excusas de porque el Hospital Central no siguió los protocolos de seguridad para cuidar y velar por los pacientes que eran internados en su recinto.Por eso, Aiden apoyó su brazo en el escritorio y dejó que la conversación entre Emily y el Dr. Bulley fluyera de la mejor manera, mientras que en su cabeza ya estaba pensando en contactar a un
CAPÍTULO CIENTO OCHENTA Y SEISDiez días habían pasado desde que todo explotó.Emily tenía un insomnio terrible que no la dejaba dormir bien por las noches. Las ojeras de color ennegrecido bajo sus bonitos ojos oscuros crecían cada día más, tornando su piel bronceada en una piel apagada. Estaba cansada, apenada y con una incertidumbre espantosa que la mantenía en vela.La cabeza y el cuerpo le dolía de una manera que nunca antes había experimentado, que, por petición de su marido, no le quedó más remedio que pedir hora con un médico para que la revisaran su estado de salud.En aquella consulta el profesional le explicó que todo se debía a estrés físico y emocional, por eso sus músculos estaban rígidos de pura preocupación y la punzada en el estómago, que mantenía desde que conoció el deceso de su hermana, tampoco la dejaban comer bien, por lo que el médico le recetó algunos medicamentos para aliviar sus síntomas.Además, pensaba que, desde su regreso a Australia, esta semana estaba si
CAPÍTULO CIENTO OCHENTA Y SIETEEmily y Aiden salieron de la fiscalía con el ánimo por el suelo.Ambos se subieron al Maserati gris que estaba aparcado en el estacionamiento de aquel edificio de vidrio de espejos, y Aiden manejó hasta una cafetería cercana que estaba frente a la playa.Cuando se estacionó frente a la cafetería, Aiden miró a su esposa, que seguía distraída.—Vamos —pidió sin darle ninguna explicación. Emily no protestó nada y tan solo le siguió en completo silencio. La fuerte brisa marina hizo que se abrazara a sí misma, para así calmar el escalofrió que recorrió su cuerpo, y a pesar de que andaba con un abrigo amarillo, un chaleco negro de cuello largo, vaqueros gruesos y botines, igualmente el frio caló sus huesos.Aiden empujó la puerta de vidrio y al momento de deslizar la puerta la campanilla tintineó. Dejó pasar primero a su esposa y luego él, para después soltar la puerta y colocar su brazo alrededor de las caderas de Em, en forma protectora.La camarera rubia
CAPÍTULO CIENTO OCHENTA Y OCHOAiden sacó la billetera y pagó la cuenta en la caja. Luego se fue a la salida y abrió la puerta de vidrio de la cafetería, esperando a Emily que saliera primero.La joven agradeció y se despidió de la mesera, luego alcanzó a Aiden. Ella pasó primero a través de la puerta y Aiden cruzó después.El joven empresario sacó las llaves de su bolsillo y rodeó el Maserati gris, pero Emily se apuró en alcanzarle. Sus dedos pequeños rodearon el brazo musculoso de Aiden deteniéndole. Él la miró neutro, aun sin saber qué es lo que quería su esposa.—¿Caminamos un momento por el malecón? —preguntó Emily, mientras lo soltaba.Ella jugó con uno de sus anillos y luego se mordió el labio inferior, notablemente nerviosa e inquieta. Sus ojos oscuros brillaron de anhelo, ya que no quería recibir un “no” como respuesta, y menos cuando ella sabía que estaba siendo demasiado dura con Aiden. Aiden hizo una mueca nada disimulada, porque definitivamente ya se había rendido con e