CAPÍTULO CIENTO OCHENTA Y TRESEmily se movía de un lado a otro, mientras se mordía la uña de su índice.—Em ¿Te puedes sentar? —preguntó Aiden un tanto irritado por la situación.Él estaba sentado en uno de los asientos de espera, al lado del ventanal que daba hacia la ciudad y al mar; Tenía los codos apoyados en sus rodillas y las manos entrelazadas, mientras no dejaba de observar lo nerviosa que estaba Emily.—¿Crees que es por Daphne? —indagó ella, mientras se detuvo a mirar al joven.Sus ojos negros reflejaban temor, duda y tristeza. —No —respondió tajante—. ¿Por qué seria ella?—No sé, es que todo esto me parece inusual ¿Por qué justo ahora viene la policía? ¿no te parece que todo es muy sospechoso?—Casualidad… supongo.Aiden se encogió de hombros, ya que no le parecía nada raro, para él el hecho de que estuviera la policía, solo era una mera casualidad del destino, sin embargo, Emily lo veía desde otro punto de vista.—Quizás alguien le hizo algo a mi hermana y el Dr. Bulley
CAPÍTULO CIENTO OCHENTA Y CUATROLa hora y media que esperaron se hizo eterna, tanto para Emily como para Aiden.El reloj ya marcaba las once de la mañana y en la televisión trasmitían las noticias del momento, en donde un nuevo sistema frontal se avecinaba a la ciudad. El dolor en el estómago les atacaba a ambos, pero empeoró cuando vieron a los policías salir junto al Dr. Bulley.«Por suerte no lo han arrestado ni va esposado» pensó Emily al ver que el Dr. Bulley se despedía de un apretón de mano del oficial a cargo.Ella se levantó y casi corrió a su lado cuando los policías se alejaron. Aiden nuevamente le seguía detrás, como si fuera su perro guardián. —¿Qué sucedió Doctor? —cuestionó Emily sin siquiera saludar, ya que la ansiedad la estaba comiendo por dentro.—Tuve que hacer una denuncia —dijo Dr. Bulley en un tono de pesar. —¿Cómo? ¿Por qué? —insistió la joven demasiado preocupada.El Dr. Bulley se pasó los dedos por su cabello y la observó con algo de pena.—¿Tiene algo qu
CAPÍTULO CIENTO OCHENTA Y CINCOEl Dr. Bulley cerró la puerta del box de la consulta, y les pidió a ambos, que por favor se sentaran en los respectivos asientos que estaban frente al escritorio, pero Emily no hizo caso a su petición y tan solo se quedó de pie cerca del mueble, esperando que el médico le diera alguna la explicación necesaria a sus inquietudes.El médico al ver la reacia postura de ella, él tampoco se sentó, si no que se mantuvo al frente de Emily, sin embargo, Aiden si tomó asiento, ya que el joven empresario sabía que esta pelea no era suya, si no una lucha de su esposa.Él tenía claro que era a ella a quien tenían que darle las mil excusas de porque el Hospital Central no siguió los protocolos de seguridad para cuidar y velar por los pacientes que eran internados en su recinto.Por eso, Aiden apoyó su brazo en el escritorio y dejó que la conversación entre Emily y el Dr. Bulley fluyera de la mejor manera, mientras que en su cabeza ya estaba pensando en contactar a un
CAPÍTULO CIENTO OCHENTA Y SEISDiez días habían pasado desde que todo explotó.Emily tenía un insomnio terrible que no la dejaba dormir bien por las noches. Las ojeras de color ennegrecido bajo sus bonitos ojos oscuros crecían cada día más, tornando su piel bronceada en una piel apagada. Estaba cansada, apenada y con una incertidumbre espantosa que la mantenía en vela.La cabeza y el cuerpo le dolía de una manera que nunca antes había experimentado, que, por petición de su marido, no le quedó más remedio que pedir hora con un médico para que la revisaran su estado de salud.En aquella consulta el profesional le explicó que todo se debía a estrés físico y emocional, por eso sus músculos estaban rígidos de pura preocupación y la punzada en el estómago, que mantenía desde que conoció el deceso de su hermana, tampoco la dejaban comer bien, por lo que el médico le recetó algunos medicamentos para aliviar sus síntomas.Además, pensaba que, desde su regreso a Australia, esta semana estaba si
CAPÍTULO CIENTO OCHENTA Y SIETEEmily y Aiden salieron de la fiscalía con el ánimo por el suelo.Ambos se subieron al Maserati gris que estaba aparcado en el estacionamiento de aquel edificio de vidrio de espejos, y Aiden manejó hasta una cafetería cercana que estaba frente a la playa.Cuando se estacionó frente a la cafetería, Aiden miró a su esposa, que seguía distraída.—Vamos —pidió sin darle ninguna explicación. Emily no protestó nada y tan solo le siguió en completo silencio. La fuerte brisa marina hizo que se abrazara a sí misma, para así calmar el escalofrió que recorrió su cuerpo, y a pesar de que andaba con un abrigo amarillo, un chaleco negro de cuello largo, vaqueros gruesos y botines, igualmente el frio caló sus huesos.Aiden empujó la puerta de vidrio y al momento de deslizar la puerta la campanilla tintineó. Dejó pasar primero a su esposa y luego él, para después soltar la puerta y colocar su brazo alrededor de las caderas de Em, en forma protectora.La camarera rubia
CAPÍTULO CIENTO OCHENTA Y OCHOAiden sacó la billetera y pagó la cuenta en la caja. Luego se fue a la salida y abrió la puerta de vidrio de la cafetería, esperando a Emily que saliera primero.La joven agradeció y se despidió de la mesera, luego alcanzó a Aiden. Ella pasó primero a través de la puerta y Aiden cruzó después.El joven empresario sacó las llaves de su bolsillo y rodeó el Maserati gris, pero Emily se apuró en alcanzarle. Sus dedos pequeños rodearon el brazo musculoso de Aiden deteniéndole. Él la miró neutro, aun sin saber qué es lo que quería su esposa.—¿Caminamos un momento por el malecón? —preguntó Emily, mientras lo soltaba.Ella jugó con uno de sus anillos y luego se mordió el labio inferior, notablemente nerviosa e inquieta. Sus ojos oscuros brillaron de anhelo, ya que no quería recibir un “no” como respuesta, y menos cuando ella sabía que estaba siendo demasiado dura con Aiden. Aiden hizo una mueca nada disimulada, porque definitivamente ya se había rendido con e
CAPÍTULO CIENTO OCHENTA Y NUEVEAiden se separó de ella, y esnifó con el dorso de su mano el líquido que escurría por su nariz. Emily le limpió las lágrimas de sus mejillas enrojecidas y le sonrió tierna. Ella odiaba verle tan vulnerable, que su corazón de inmediato se ablandó. —Debes creer que me he vuelto un debilucho —refunfuñó Aiden con el ceño fruncido. Sus escleróticas estaban igual de enrojecidas, pero su pecho había aliviado esa opresión que le molestaba.Emily soltó una risa divertida.—Un poco —Le guiñó el ojo en son de broma y luego lo volvió abrazar de la cintura. Puso su mandíbula en el centro del pecho de Aiden—Deberías sentirte afortunada, eres la única que me ha hecho llorar.—No me gusta verte así —confesó ella—. Pero creo que llorar no es de débiles, sino todo lo contrario. No te avergüences conmigo… nunca, porque el tener emociones y el soltarlas, también te libera, así que puedes hacerlo cuando quieras. Estoy aquí para abrazarte… siempre Aiden. Siempre voy a es
CAPÍTULO CIENTO NOVENTACuando Emily vio de quien se trataba, exhaló todo el aire que sus pulmones estaban aguantando. Una sonrisa se extendió por sus labios rojo y deslizó el botón de contestar, que automáticamente en la pantalla apareció una niña de ojos verdes brillante y flequillo negro como la noche. Tenía los labios pintados de rojos, ya que le había sacado el labial a Emily. —¡Mami! ¡Mami! —gritó Ada con voz chillona—. ¿Dónde estás? —hizo un puchero—. Te extaño.Ada le había pedido a su abuela que le marcara a su mamá, ya que la extrañaba mucho. Los niños estaban en la sala de estar siendo supervisados por Marie y Alex.Emily caminó hasta el barandal del malecón, y apoyó su espalda en las barras de metal blanco. Luego levantó su celular a la altura de su cara para que la cámara la enfocara y le sonrió a la inquieta de su hija.—Estoy haciendo trámites —contó dulce—. Pero pronto volveré a la casa, pequeña. Quizás para el almuerzo.Ada frunció el ceño.—¿En el agua? —preguntó d