CAPÍTULO CIENTO CINCUENTA Y NUEVELuego de pasar por el hospital y la estación de policía, Emily y Aiden nuevamente había tenida una pequeña discusión con respecto a Nate, un momento que nuevamente los alejaba del uno del otro.Nada nuevo para la rutina que comenzaba a construir Emily y Aiden desde que se volvieron a encontrar, por eso cuando llegaron a la casa que había comprado Aiden, Emily ya estaba un poco molesta.Ella se bajó primero del vehículo con Nate en brazos y caminó hasta la entrada. Luego golpeó un par de veces la puerta blanca y Marie que estaba en el comedor, se levantó de la mesa y fue abrir, ya que supuso que sería su hijo y su nuera, sin embargo, la madre de los hermanos Preston no espero la sorpresa que se llevaría.Ella giró el pomo y desplegó la puerta. Marie primero vio a Emily y luego sus ojos verdes se fijaron en el pequeño niño. Hizo una pequeña mueca de desagrado que no pasó desapercibida para Emily.El pequeño niño ya no lloraba, pero seguía aferrándose al
CAPÍTULO CIENTO SESENTAAdrián había llegado a conocer a sus nietos y a tomar desayuno, al igual que Alex, pero ahora el padre de Aiden, sabía que su nuera no estaba de buen humor, por lo que ante el silencio incómodo que se generó en la mesa luego de que los niños se retiraron a jugar en el jardín interior, decidió hablarle a Emily con sinceridad para enfrentar los problemas que tenían como familia.Adrián era de los que creían que su núcleo familiar aun podía reconciliarse y optar por la paz, dejar las peleas absurdas y enfocarse en amar a los niños que ahora estaban en su vida, sin importar su procedencia, por eso junto sus manos sobre la mesa y observó a su nuera.—¿Cuál es la situación Emily? —indagó Adrián con el fin de saber qué es lo que quería Em.Emily se echó hacia atrás en la silla de madera, se cruzó de brazos y se puso a la defensiva. Sus ojos se estrecharon y se anclaron en los ojos curiosos de Adrián, ella le hizo saber con su mirada que sentía que todos habían sido có
CAPÍTULO CIENTO SESENTA Y UNOTodos en la mesa se habían quedado en silencio, cuando Aiden se ausentó.Los minutos a Em se le hicieron eterno, pero de pronto todo desapareció en el momento justo que inspiró el aroma amaderado del perfume de su esposo. Un nudo de nervios se acentuó en su estómago al sentir el calor de él, cuando se paró a su lado.—Ahí está —anunció Aiden tendiéndole la carpeta sobre la mesa, frente a ella—. Esta propiedad es tu casa, Em. Solo tuya. Esta completamente pagada, ya que la compré con dinero en efectivo. No tendrás que mudarte, ni pensar en la hipoteca. Es tuya para hacer y deshacer. Siempre la compre pensando en ti y en los mellizos.Emily se mordió los labios con el pulso latiendo en medio de su pecho y abrió la carpeta, encontrando la escritura de la casa. Su nombre estaba plasmado como única dueña en el título de dominio de la propiedad.—¿Esto es…?—Lo hice mucho antes de que lo pidieras —contestó Aiden a la pregunta implícita de Em—. Eres mi mujer y l
CAPÍTULO CIENTO SESENTA Y DOS—¡Adelante! —Ella provocó a Aiden—. Amenázame, demándame o intenta quitarme la custodia de los mellizos… pero créeme… esta vez no te voy a dejar ganar. Y no lo hago por mí, lo hago por ellos para que tengan un presente y un futuro distinto al que viví yo.Aiden rechinó sus dientes al escuchar eso que le irritaba y Emily siguió soltando todo, sin importar a quien le hiciera daño con sus palabras ni tampoco lo cuan repetitiva era con respecto a su pasado, pero tenía la necesidad de que todos los Preston por una vez la escuchara decir las cosas que se había guardado por mucho tiempo dentro de sí y que la arañaban por dentro.Ella tenía un dolor que no había sido sanado. Uno, tras otro que por mucho tiempo lo evitó, pero ya no más.—¿Acaso no te das cuenta que ese niño que ahora está jugando a fuera con nuestros hijos, es el vivo retrato del hombre que más daño me hizo? —cuestionó Emily con la voz rota y con los ojos picándole por las lágrimas—. El hombre que
CAPÍTULO CIENTO SESENTA Y TRESAiden miró a Em con odio y con dolor, pero no pudo seguir manteniéndole la mirada, que se giró y salió refunfuñando al jardín delantero, lejos de todos los presentes.Se sentía acorralado y con ganas de mandar a su esposa a la punta del mismo cerro, pero también no quería alejarla jamás de su lado, que pensó en lo destructiva y tóxica que se estaba convirtiendo su relación. Eran más peleas, que reconciliaciones y risas, y eso lo estaba orillando a tomar una drástica decisión.¿Hasta dónde más soportaría?¿Hasta dónde más se dañarían mutuamente?¿El odio podría más que el amor?El encuentro fortuito con Emily había sido una bendición, porque él había conocido a sus propios hijos, a unos que nunca pensó tener de su propia sangre, dada su condición, pero también estaba siendo una maldición, ya que no dejaba de sentirse un pobre inútil, miserable que arruinó todo lo maravilloso que tuvo alguna vez y que por imbécil lo perdió.Aiden estaba frustrado y con el
CAPÍTULO CIENTO SESENTA Y CUATROAdrián llegó al umbral de la cocina y algo se estremeció dentro de él cuando vio el estado de catarsis de Emily. La joven lucia vulnerable, herida y también cansada.Fue cuidadoso de acercarse, sin embargo, Emily escuchó la respiración de él.Ella alzó su rostro y contempló el rostro del padre de Aiden. Su reacción a la defensiva fue rápida, ya que puso sus manos en el mármol y se levantó del asiento. Luego se limpió la cara con el dorso de las mismas y a pesar de que Emily intentó de ser fuerte, sus ojos rojos y sus mejillas enrojecidas por el llanto la delataban.Ella generó cierto grado de empatía ante el padre de su esposo, que Adrián se enterneció al contemplarla y dirigirse a ella, sin embargo, sus palabras quedaron en la punta de su lengua, cuando la voz dulce Emily se alzó de nuevo:—¿Sucedió algo Don Adrián? —preguntó.—Solo venía a saber cómo estas —Adrián no disimuló su preocupación por ella.Ella torció los labios y luego suspiró con fuerza
CAPÍTULO CIENTO SESENTA Y CINCOEmily no dejó de pensar en las palabras que le dijo Don Adrián. Una y otra vez se le venía a la cabeza que era lo bueno que podía ver en todos los problemas que la sumían en la oscuridad.Era una constante que nunca desaparecía, ya que por unos breves momento era feliz, pero luego se volvía triste y con ganas de desaparecer, sin embargo, no podía demostrarlo, ya que, si antes tenía a dos pequeñitos, ahora eran tres niños inocentes que siempre dependerían de ella, o al menos hasta que fueran unos adultos responsables.Suspiró con pesadez y se dirigió a uno de los muebles. Necesitaba hacer algo más que revolcarse en su miseria, por lo que decidió cocinarle algo dulce a los niños.Primero se puso uno de los delantales floreados que estaba colgados en un perchero y luego abrió la despensa en donde se guardaban los alimentos. Sacó un bol de metal, el mezclador, la harina, azúcar, la mantequilla, huevo, cacao en polvo, chips de chocolate, chips de colores y t
CAPÍTULO CIENTO SESENTA Y SEIS —¡Papá ven! —llamó Ada con una sonrisa grande cuando vio a su padre estar en el umbral del cuarto de la cocina. Emily tragó saliva con fuerza ante la voz chillona y alegre de su pequeña hija. Ella alzó su vista y nuevamente sus ojos oscuros se encontraron con los ojos verdes del padre de sus hijos. Por un breve momento fugaz Em vio algo nuevo en el iris verde, como si se tratara de un cambio inusual. Estuvo tentada a preguntar, pero sabía que, si lo hacía, quizás iba a desencadenar otra discusión, y lo que menos quería era formar otro problema en frente de su hija. Por lo que agachó su rostro hacia el mesón y siguió formando las galletas y colocándolas en sobre papel de mantequilla en la bandeja, para que no se pegaran. —¿Puedo ayudar en algo? —preguntó Aiden acercándose lentamente para estar frente a Emily. —No —dijo Emily de forma tajante. —¡Si! —chilló Ada luciendo una sonrisa preciosa. Ambas habían hablado al mismo tiempo, que Aiden supo que